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El Comercio En Colombia


Enviado por   •  29 de Marzo de 2012  •  1.828 Palabras (8 Páginas)  •  561 Visitas

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Antes de 1810 don Domingo Murillo ofrecía en su almacén Misceláneas, en medio del sopor que flotaba en la calle empedrada de Honda, telas inglesas y francesas, angaripolas, paños de Rovan y bretaña crudo, cotin, “fripe, surgas, gante y coleta, medias de hilo, colchas y cinta de Sevilla, tijeras, bermellón, cuerdas de biguela, sal de Inglaterra y aceite de camime, sombreros del Reino y linos de Vélez”.

Doscientos años después el espíritu del viejo comerciante hondano debe de regodearse ante los almacenes del centro Andino de Bogotá que ofrecen bolsos Louis Vuitton y zapatos Ferragamo y camisillas Ralph Lauren y relojes Cartier y zapatillas Converse y navajas Victorinox. En dos siglos ha visto crecer el comercio de un país a cuyos aborígenes no les parecía que el oro y los metales fueran mercancía sino parte de su cultura que no representaba ningún valor monetario. Pero con la llegada de los españoles todo cambió y el nuevo reino entró en el Nuevo Mundo. Honda se convirtió en el mayor embarcadero del Río Grande de La Magdalena, y por allí llegaban las mercaderías que se traían de Europa y se iban la plata y el hierro, y el cacao, la panela, el azúcar, el algodón, la quina y los palos de tinte y todas las mieles que conquistaron a los conquistadores.

Un censo autorizado en 1778 por el virrey Manuel Antonio Flores daba cuenta de una clara sectorización empresarial en la Nueva Granada y mostraba el auge de la actividad textil y manufacturera en Santa Fe y Tunja, la metalistería y la fundición en Popayán, la orfebrería en Mompox y la incipiente industria naviera en Cartagena. Otro informe de Exportaciones e Importaciones del departamento del Tolima mostraba que en 1788 se exportaron 2.000 quintales de azúcar y 12.000 de algodón, 20.000 libras de añil, 260.000 de quina, 2.000 de bálsamo y 80.000 pesos en perlas de Panamá, por la módica suma de 200.000 pesos.

Todo era controlado por la Corona española. Pero con la Independencia llegó la libre empresa, y se organizó la estructura gremial de la Colonia.

La libertad agrícola apareció en la Constitución de Cundinamarca de 1811, lo mismo que la de industria y el comercio. La Constitución de Mariquita de 1815 declaraba que “ningún género de trabajo, cultura o comercio se puede prohibir a los ciudadanos”. Y la Constitución de 1819 de Angostura, ya pasada la época del terror instaurada en la Nueva Granada por el Pacificador Pablo Morillo, reafirma esas emancipaciones, al igual que “la de contratar”.

Los artesanos, convertidos en empresarios, tuvieron entonces que aprender a suplir con productos nacionales los que venían de Europa, y la primera compañía que usó algún grado de refinamiento fue la fábrica de loza fundada en 1832 en Santa Fe de Bogotá, que contaba con la asesoría de técnicos ingleses.

La segunda expulsión de los jesuitas, decretada por Tomás Cipriano de Mosquera, inició la desarticulación del sistema crediticio del clero y el nacimiento de un sistema bancario incipiente y en asociaciones rudimentarias:

en 1850 la Sociedad Democrática de Artesanos contaba con 63 agremiaciones similares dispersas en el país.

Los empresarios de Santander, Cundinamarca y Antioquia tenían el mayor número de compañías del sector manufacturero, minero, agroindustrial y comercial. La Constitución de Rionegro de 1863, que confirmó la libre iniciativa empresarial privada y el aumento de la exportación de materias primas y productos agroindustriales, en 1870 favoreció la consolidación de la banca libre: 34 instituciones financieras se disputaban el favor y los dineros de los comerciantes, y los más notables fueron el Banco de Bogotá fundado en 1870, el Banco de Antioquia (1872), el Banco de Barranquilla (1873) y el Banco de Colombia (1875).

Juan Valdez, el símbolo mundial de la industria del café colombiano

Varios factores desencadenaron sin embargo la crisis de finales de siglo XIX, una de las peores que recuerden los empresarios colombianos: la sobreemisión de billetes por parte del recién creado Banco Nacional, en 1880, y la prohibición a la banca libre de emitir, sumado a la inflación de 1889. Pero por esas paradojas económicas que sólo los economistas entienden, en el decenio de 1879 a 1890 hubo un segundo auge de la empresa colombiana ayudado por el mejoramiento de las carreteras y la aparición de las redes ferroviarias. Gracias a los Ferrocarriles del Pacífico, de Antioquia y de la Frontera, los departamentos de Santander, Valle del Cauca y Antioquia comandaron el panorama empresarial con exportaciones de chocolate, tabaco, caucho y la famosa loza cerámica producida por la Compañía Cerámica Antioqueña fundada en 1881.

En 1892 en Santander había cerca de 5.000 tallercitos de tejidos del fique y 1.300 de sombreros jipijapa. Y en ese mismo año se exportaron a Estados Unidos, Cuba e Inglaterra cerca de 320.000 sombreros panamá, la mitad de los cuales provenían de Antioquia.

Medellín tenía en 1880 alrededor de 119 talleres artesanales, mientras que Bogotá poseía 371 en 1881, y Barranquilla apenas unos 25 en 1888. Los oficios más numerosos y populares eran los de carpintero, ebanista, cerrajero, zapatero, sastre y herrero.

Al lado de esta pujanza también crecía la malicia indígena. El contrabando de tejidos, alcoholes potables, harinas y muebles ingleses que llegaba a Cartagena de Indias desde Jamaica produjo un grave estancamiento de la empresa colombiana. Aguardientes y rones del Caribe, por ejemplo, debilitaron las finanzas del Valle del Cauca basadas en la producción de azúcar.

Y cuando llegó el siglo XX el país pasó por alto los avances tecnológicos y las ventajas de la revolución industrial. Y los potentados de

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