El Embudo De Cuero
Enviado por aldolem • 3 de Septiembre de 2013 • 402 Palabras (2 Páginas) • 373 Visitas
Mi amigo Lionel Dacre tenía su residencia en la Avenida de Wagram, en París, en la casita de la verja de hierro y un pequeño prado delante de la fachada, a mano izquierda conforme se va desde el Arco del Triunfo. Yo supongo que la tal casita es anterior a la apertura de la avenida, y lo deduzco a partir de las manchas de líquenes de sus tejas grises y de los muros comidos de la carcoma y descoloridos por los años. Vista desde la calle, la casa producía una impresión de pequeñez. Si mal no recuerdo, tenía cinco ventanas en la fachada, aunque en la parte trasera del edificio éste se estrechaba hasta quedar reducido a una habitación única de mucha largura. En esa habitación era donde Dacre tenía su extraordinaria biblioteca de ocultismo, y en la que iba atesorando fantásticas rarezas con las que satisfacía su pasión de aficionado y con las que se divertían sus amigos. Hombre rico, de gustos refinados y excéntricos, había invertido gran parte de su vida y de su fortuna en reunir una colección particular, calificada de única en su género, de obras talmúdicas, cabalísticas y de magia, entre las que había muchas que eran rarísimas y de mucho valor. Sus aficiones lo conducían hacia lo maravilloso y lo monstruoso, y, según yo he oído decir, sus experimentos en el campo de lo inexplorado y misterioso habían ultrapasado los límites de lo civilizado y de lo decente. Nunca hacía alusión a esos experimentos cuando hablaba con sus amigos ingleses, adoptando en tales casos una postura de investigador y de gran especialista; sin embargo, cierto caballero francés de gustos parecidos a los de Dacre, me aseguró que dentro de aquel amplio y elevado salón se habían perpetrado los peores excesos de la misa negra, entre los estantes de libros alineados a lo largo de las paredes y las vitrinas que encerraban rarezas como en un museo.
El aspecto de Dacre bastaba para producir la impresión de que su extraordinario interés por esta clase de problemas psíquicos era más bien de tipo intelectual que espiritualista. En aquella cara voluminosa no se advertía rastro alguno de tendencias ascéticas; pero sí mucha energía mental en su cráneo enorme y de forma de cúpula curvado hacia arriba desde las sienes en las que raleaban los cabellos elevándose lo mismo que una cumbre nevada por encima de su orla de abetos.
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