El Laberinto De La Soledad

La contradicción forma parte del mexicano ya que para el mexicano cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y reunirse a celebrar festejos y ceremonias, esto resulta adecuado para tal acto. Durante las fiestas populares, desde el grito de dolores hasta el día de la raza, el mexicano se siente completo, ya que el mexicano encerrado en sí mismo de pronto estalla y recurrimos a la fiesta. Pero a diferencia de lo que ocurre en otras sociedades, la fiesta mexicana intenta salir de sí mismo, sobrepasarse. Las fiestas se pasan como si no fuera cierto, la gente se burla del clero, de las instituciones, del ejército y hasta del mexicano mismo. Gracias a las fiestas el mexicano se abre, participa.

Es significativo que un país tan triste como el nuestro tenga tantas y tantas alegres fiestas aun en los rincones de México más pobres. Los ricos no festejan, sus reuniones son frías y ni por equivocación se faltan los modales “las fiestas son un lujo único para México”.

Uno de los festejos que más llaman la atención es el día de muertos, ya que desde antes de los españoles, los indígenas creían que la vida se continua con la muerte, mientras que para los cristianos la muerte es otra vida, para los aztecas ni la vida ni la muerte les pertenecía, todo era capricho de los dioses.

Para el México moderno la muerte carece de significación, ahora es nuestro juguete favorito ya que la frecuentamos, la burlamos, la festejamos y es nuestro amor más permanente.

Paz señala que “todo funciona como si la muerte no existiera”

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