El Mito De Orestes
Enviado por ecks • 30 de Agosto de 2011 • 653 Palabras (3 Páginas) • 971 Visitas
EL MITO DE ORESTES
Orestes, en la mitología griega, es hijo de Agamenón, rey de Micenas, y de Clitemnestra. Orestes es aún un niño Mientras Agamenón, rey de Micenas, está fuera de su reino conduciendo las armas griegas en la guerra de Troya y su esposa Clitemnestra se convierte en amante de su tío Egisto. Cuando Agamenón vuelve de Troya, ella junto con Egisto, lo asesinan. La hermana mayor de Orestes, Electra, temiendo por la vida del niño, lo envía al cuidado de su tío Estrofio, rey de Fócide. Allí creció junto con el hijo de Estrofio, Pílades, que llegó a ser su compañero de toda la vida. Mientras, Clitmnestra, mantiene a su hija Electra en una situación servil.
Cuando alcanzó la madurez, Orestes comprendió que era para él un deber sagrado vengar la muerte de su padre, pero consideraba espantoso el crimen del matricidio. Consultó el oráculo de Delfos y se le advirtió que mataría a los dos autores del asesinato de su padre. Orestes vuelve a Micenas para matar a su madre. Al encontrarlo fuera del palacio con la espada desenvainada, Clitemnestra intenta moverlo a piedad culpando a Agamenón, su padre: “Pesada fue mi carga, hijo mío”; y luego recurre a las amenazas gritando: “Guárdate de mi maldición, la maldición de la madre que te dio a luz!” Y cuando éstas tácticas no dan resultado, intenta finalmente seducir a Orestes con falsas protestas de su amor por él abrazándolo y besándolo apasionadamente. De repente, Orestes claudica bajando la espada al tiempo que dice: “Depongo mi furia, estoy calmado”. Solo cuando Orestes percibe que la madre aprovecha rápidamente este momento de flaqueza para llamar a la guardia, y se da cuenta de que su pretendido amor no es tal sino un engaño para someterlo a su poder, reacciona, recupera su fuerza y descarga el golpe mortal.
Entonces Orestes se vuelve loco. Perseguido por las diosas de la venganza, las erinias, por las “Furias”, “los espíritus de la noche” y por “serpientes anudadas entremezcladas”. Orestes erró a través de muchas tierras. Insomne y fatigado, soportando el acoso de las Furias hasta que, por fin, llega a Delfos y se posterna ante el altar de Apolo donde, temporalmente, se le da una tregua. Entonces bajo la protección de Dios, es enviado a Atenas para que lo juzgue un gran jurado (un consejo de nobles llamado el Areópago) presidido por Atenea. Orestes se declaró culpable del matricidio, pero afirmó que había purgado su culpa con el sufrimiento.
La tremenda decisión que debía ser tomada era si había que declarar culpable o no culpable a una persona por haber matado a un progenitor dominante y abusivo. Los dioses del Olimpo bajan a participar del debate. Después de varios discursos, Atenea hace una exhortación al jurado y lo incita a no “resignar vuestra alta autoridad” y a evitar el doble peligro de la “anarquía”, por un lado, y del “dominio esclavizador”, por el otro.
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