El Tio Petros y la Conjetura de Goldbach
Enviado por Vampdanny • 12 de Octubre de 2015 • Tarea • 46.028 Palabras (185 Páginas) • 186 Visitas
El Tio Petros y la Conjetura de Goldbach
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Ap´ostolos Doxiadis
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Toda familia tiene su oveja negra; en la nuestra era el t´ıo Petros.
Sus dos hermanos menores, mi padre y el t´ıo Anargyros, se aseguraron de que mis primos y yo hered´aramos sin cuestionar la opini´on que ten´ıan de ´el.
—El inu´til de mi hermano Petros es uno de los fiascos de la vida —dec´ıa mi padre cada vez que se le presentaba la ocasi´on.
Durante las reuniones familiares —que el t´ıo Petros ten´ıa por costumbre evitar—, el t´ıo Anargyros acompan˜aba la menci´on de su nombre con grun˜idos y muecas de disgusto, desd´en o simple resignaci´on, dependiendo de su humor.
Sin embargo, debo reconocerles algo: en el aspecto econ´omico los dos lo trataban con escrupulosa justicia. A pesar de que ´el no asum´ıa ni una m´ınima parte del trabajo y las responsabilidades de dirigir la f´abrica que los tres hab´ıan heredado de mi abuelo, mi padre y el t´ıo Anargyros siempre entregaban al t´ıo Petros su parte de los beneficios. (Esto se deb´ıa a una fuerte lealtad familiar, otro legado comu´n.)
El t´ıo Petros, a su vez, les pag´o con la misma moneda: dado que no hab´ıa tenido hijos propios, cuando muri´o nos dej´o a nosotros, sus sobrinos, v´astagos de sus magn´animos hermanos, la fortuna que hab´ıa estado multiplic´andose en su cuenta bancaria y que ´el pr´acticamente no hab´ıa tocado.
A m´ı en particular, su ((sobrino favorito)) (segu´n sus propias palabras), me dej´o el legado adicional de su magn´ıfica biblioteca, que por mi parte don´e a la Sociedad Hel´enica de Matem´aticas. S´olo me qued´e dos libros: el volumen diecisiete de Opera Omnia, de Leonhard Euler, y el nu´mero treinta y ocho de la revista cient´ıfica alemana Monatshefte fu¨r Mathematik und Physik. Estos humildes recuerdos ten´ıan un significado simb´olico, ya que delimitaban las fronteras de la historia esencial de la vida del t´ıo Petros. El punto de partida es una carta escrita en 1742, contenida en el primer volumen, en la que el desconocido matem´atico Christian Goldbach hace al gran Euler una peculiar observaci´on aritm´etica. Y su fin, para decirlo de algu´n modo, se encuentra en las p´aginas 183-198 de la erudita publicaci´on alemana, en un estudio titulado ((Sobre sentencias formalmente indecidibles de Principia Mathematica y sistemas afines)), escrito en 1931 por el todav´ıa desconocido matem´atico vien´es Kurt G¨odel.
Hasta mediados de mi adolescencia s´olo vi al t´ıo Petros una vez al an˜o, durante la tradicional visita del d´ıa de su santo, la fiesta de san Pedro y san Pablo, el 29 de junio. La costumbre hab´ıa sido impuesta por mi abuelo, y como consecuencia de ello se hab´ıa convertido en inviolable en una familia tan apegada a las tradiciones como la nuestra. Todos viaj´abamos a Ekali, que hoy es un suburbio de Atenas pero en aquellos tiempos parec´ıa un caser´ıo aislado en la selva, donde el t´ıo Petros viv´ıa solo en una casa pequen˜a, rodeada de un gran jard´ın y un huerto.
La actitud desden˜osa de mi padre y el t´ıo Anargyros para con su hermano mayor me hab´ıa intrigado enormemente durante la infancia, hasta convertirse poco a poco en un aut´entico enigma. Tan grande era el contraste entre el cuadro que pintaban de ´el y la impresi´on que yo me hab´ıa hecho a trav´es de nuestro escaso contacto personal, que incluso una mente tan inmadura como la m´ıa se ve´ıa empujada a especular al respecto.
En vano observaba al t´ıo Petros durante nuestra visita anual, buscando en su apariencia o conducta sen˜ales de inmoralidad, indolencia u otro rasgo reprobable. Sin embargo, sal´ıa bien parado de cualquier comparaci´on con sus hermanos. Estos eran impacientes, a menudo francamente groseros en´ su trato con la gente, mientras que el t´ıo Petros era diplom´atico, considerado y siempre ten´ıa un brillo afable en sus hundidos ojos azules. Los dos m´as j´ovenes fumaban y beb´ıan mucho, pero Petros no beb´ıa nada m´as fuerte que agua y s´olo inhalaba el aire perfumado de su jard´ın. Adem´as, a diferencia de mi padre, que era corpulento, y de t´ıo Anargyros, que era directamente obeso, Petros luc´ıa una saludable delgadez, producto de una vida f´ısicamente activa y abstemia.
Con los an˜os, mi curiosidad fue en aumento. Sin embargo, para mi gran desconsuelo, mi padre se negaba a darme cualquier informaci´on sobre el t´ıo Petros, m´as all´a de la estereotipada y desden˜osa cantilena segu´n la cual era ((uno de los fiascos de la vida)). Fue mi madre quien me puso al corriente de sus actividades diarias (no pod´ıan calificarse de ocupaci´on): se levantaba por la man˜ana al despuntar el alba y pasaba la mayor parte de las horas diurnas trabajando afanosamente en el jard´ın, sin ayuda de un jardinero ni de ninguna de las m´aquinas modernas que podr´ıan haberle ahorrado esfuerzos (sus hermanos atribu´ıan equivocadamente este hecho a su tacan˜er´ıa).
En raras ocasiones sal´ıa de casa, pero una vez al mes visitaba una pequen˜a instituci´on filantr´opica fundada por mi abuelo, a la que ofrec´ıa sus servicios gratuitos de tesorero. De vez en cuando iba a ((otro sitio)), que mi madre nunca especific´o. Su casa era una aut´entica ermita; salvo por la invasi´on anual de la familia, jam´as recib´ıa visitas. El t´ıo Petros no ten´ıa vida social. Por las noches permanec´ıa en casa y —en este punto mi madre baj´o la voz y continu´o casi en susurros— ((se enfrascaba en sus estudios)).
El comentario despert´o mi curiosidad de inmediato.
—¿Estudios? ¿Qu´e estudios ? —S´olo Dios lo sabe —respondi´o mi madre, empujando mi infantil imaginaci´on a invocar visiones de esoterismo, alquimia o algo peor.
Poco despu´es una informaci´on inesperada me ayud´o a identificar el misterioso ((otro lugar)) que frecuentaba el t´ıo Petros. Me la facilit´o alguien a quien mi padre hab´ıa invitado a cenar.
El otro d´ıa vi a tu hermano Petros en el club. Me venci´o con una KaroCann —anunci´o nuestro convidado.
—¿Qu´e quiere decir? —interrump´ı, gan´andome una mirada furiosa de mi padre—. Qu´e es una Karo-Cann?
Nuestro convidado explic´o que se refer´ıa a una jugada de apertura de ajedrez que llevaba el nombre de sus inventores, los sen˜ores Karo y Cann. Por lo visto, el t´ıo Petros iba de vez en cuando a un club de ajedrez en Patissia, donde indefectiblemente derrotaba a sus contrincantes.
—¡Qu´e jugador! —exclam´o el invitado con admiraci´on—. Si participara en los torneos oficiales, ya ser´ıa un gran maestro.
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