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El anuncio Hominem engañosa


Enviado por   •  13 de Abril de 2015  •  Trabajo  •  1.980 Palabras (8 Páginas)  •  214 Visitas

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. falacia ad hominem

Cuando en vez de impugnar los argumentos del oponente se ataca a su persona en base a alguna de sus características individuales o circunstancias. Esta clase de falacia presenta la siguiente estructura:

1– A afirma la proposition B.

2. C sostiene que A no es creíble cuando sostiene B por razones ligadas a sus circunstancias o a su persona

3. Luego la proposición B es falsa.

. Falacia tu quoque (Y tú más)

Variante de la anterior, y muy recurrente en las polémicas entre políticos con las manos sucias, consiste en rechazar un argumento del contrincante tachándole de incoherente por hacer o defender lo mismo que condena, o por no practicar lo que predica; es decir, rehuye entrar en el tema y analizar, desmenuzar y refutar las razones del oponente.

A menudo se expresa devolviendo como un boomerang una crítica o acusación; en otras palabras: se responde a la crítica con una crítica, a la acusación con una acusación (con la diferencia de que lo que vino como argumento se devuelve transformado en falacia). En los hemiciclos parlamentarios es frecuente que el partido gobernante responda a las acusaciones de corrupción hechas por la oposición, recordando a ésta sus corruptelas cuando gobernaba, en vez de desmontar sus imputaciones. El fallo radica en que el objeto de la discusión no es la coherencia del oponente sino la afirmación por él realizada, al margen de que practique o no lo afirmado. Es esa argumento lo que hay que debatir, lo sostenga quien la sostenga.

. Falacia de falsa oposición o del falso dilema:

Busca controlar un debate planteando una antinomia de hierro: o sí o no, o blanco o negro. Esconde una posición dogmática, pues excluye de antemano la posible existencia de alternativas, que casi siempre las hay. “Cuando uno elige entre los términos de una alternativa está dominado por el que diseñó la alternativa”, explicaba el sociólogo Jesús Ibáñez.

. Falacia de autoridad impropia (ad verecundiam)

Consiste en invocar el principio de autoridad de un tercero para ganar una discusión o rechazar un argumento. El orador cita una frase o las ideas de una doctrina respetada o de un personaje prominente con el fin de avalar su propia posición. Generalmente se la usa fuera de contexto y con la finalidad de cubrir de prestigio una aseveración.

La estructura de esta falacia lógica es la siguiente:

X dice que Y es verdad.

X es un experto.

Por lo tanto Y es verdad.

. Falacia pragmática (de las consecuencias):

Consiste en supeditar la verdad de una aseveración a su resultado práctico, o en apreciar “un acto o acontecimiento con arreglo a sus consecuencias favorables o desfavorables” (Perelman, 1989:410). El desenlace deseado se torna prueba de validez. En otras palabras:

1. A afirma B.

2. B tiene como consecuencia C, que es algo negativo o indeseable.

3. Por tanto, B es falso.

. Falacia Ad Baculum:

La llamada falacia de la fuerza o de la amenaza (de ahí su nombre latino: “del palo”), es una variante de la pragmática. Consiste en presionar al oponente o a la audiencia para que acepte los argumentos propuestos por el perjuicio que le puede causar no aceptarlo (de ahí su nombre latín: la falacia de la vara o el garrote). En términos esquemáticos:

Si A no acepta que H es verdadero entonces sufrirá una coacción o ataque. Por lo tanto, H es verdadero.

. Falacia ad populum:

Su nombre quiere decir en latín “al pueblo”. También se le conoce como la falacia de la popularidad. Pretende justificar una conducta con la excusa de que ya se viene practicando (“siempre se ha hecho así”) y de la práctica común (“todo el mundo hace lo mismo”), sin entrar en lo correcto o incorrecto de la misma. Los anglosajones la denominan Bandwagon fallacy, refiriéndose al carromato al que se encaramaban los partidarios del ganador de unas elecciones (en buen romance, “subirse al carro del vencedor”). Ejemplo:

— ¿Por qué saqueaste la tienda durante el motín callejero?

—Porque todo el mundo lo hacía.

. Eufemismo

Según la RAE, el eufemismo es la “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante. Intento de saltar una expresión considerada tabú, de mal gusto o malsonante”. En función del contexto, pueden funcionar como sinónimos corteses y bienintencionados empleados con el ánimo de no herir susceptibilidades. Son, por así decir, los cosméticos, el maquillaje del lenguaje. En el habla cotidiana recurrimos a ellos para evitar expresiones malsonantes. Decimos “ir al servicio” en vez de defecar u orinar; “hacer el amor” en lugar de coito; “material para adultos” en lugar de pornográfico; “miembro viril” por pene; “pasar a mejor vida” en lugar de morir. En Gran Bretaña se solía emplear el refinado eufemismo “soltero empedernido” para referirse a caballeros de orientación homosexual.

En el discurso periodístico los eufemismos proceden de los periodistas o de sus fuentes y tienen idéntico objetivo: suavizar o dulcificar una realidad dura de digerir: “Ajuste de plantillas” por despidos masivos, “flexibilización laboral” por precariedad laboral; “reajuste de precios” por subida de precios, “limpieza étnica” por “genocidio; “crecimiento negativo” o “desaceleración” por depresión económica; “tercera edad” por vejez; “larga y penosa enfermedad” por cáncer; o “daños colaterales”, como denominó ETA a la muerte causada por su atentado a la Terminal Cuatro de Barajas.

A los eufemismos en comunicación política se les denomina “lenguaje orwelliano”, en homenaje a la gran novela de George Orwell, 1984, sobre la dictadura del Gran Hermano y su control total de la vida de sus ciudadanos. La lengua de esa sociedad, denominada “neohabla”, ha sido degradada a un cúmulo de eufemismos y expresiones falaces: el ministerio de la Guerra ha pasado a denominarse Ministerio de la Paz, el de propaganda, Ministerio de la Verdad, el de Interior, Ministerio del Amor, y el de Economía (de la escasez, en la práctica), Ministerio de la Abundancia.

A ese linaje mendaz pertenece la fórmula de “gobierno autoritario” –mucho más suave que el rótulo de “gobierno totalitario” o “dictatorial”– usada por la diplomacia de Estados Unidos para referirse a las dictaduras situadas en su órbita (la franquista,

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