El buen vivir, en una hipócrita paz.

El buen vivir, en una hipócrita paz.

En el año de 1980, comenzó la guerra civil en El Salvador, este fue un conflicto bélico entre la FAES (Fuerza Armadas de El Salvador) y los movimientos revolucionarios armados, este conflicto dejo  centenares de personas asesinadas, gente inocente que solo buscaba vivir en un país lleno de paz y esperanza.

En 1992, se firmaron los acuerdos de paz de la guerra civil en El Salvador, en donde mucha gente tenía la esperanza de vivir en un país, en donde la violencia ya no se iba a mencionar ni en el viento, y se iba a lograr la paz tan anhelada, pero otras aun nos cuestionamos y preguntamos, si en 1992 se firmaron los acuerdos de paz de la guerra civil de El Salvador, ¿En Dónde estará mi paz?, ¿Sera que se perdió o yo no la veo?, ¿Será que al firmar en un trozo de papel, un acuerdo conciliando la paz de una nación, no vale nada? Y así nos podríamos seguir haciendo muchas interrogantes, que dichas respuestas están en la realidad y el pasado.

Vivimos en el siglo XXI, exactamente 26 años después de la firma de estos acuerdos de paz, en donde, el salir a la calle es un atentado contra la vida propia, no sabes si regresaras o llegaras a tu destino, la violencia impera en las calles por medio de grupos terroristas, que solo engendran miedo en la sociedad, generando una paz hipócrita en la población, anhelada por muchos, pero no deseada por otros.

El Salvador cuenta con una taza de homicidios muy alta, teniendo alrededor de 14 homicidios por día, esto según la PNC (Policía Nacional Civil), pero  en realidad, el salvadoreño vive sometido a un dilema entre la angustia y la incertidumbre de un futuro existir, arraigadnos a vivir en una paz imperfecta, como lo plantea Francisco Muñoz  y este dice “Que a pesar de gestionar pacíficamente la paz, el ser humano le toca convivir, con los conflictos creados por nuestra misma especie”^[1], y yo te digo. ¡No te parece absurdo esto!

Podemos analizar que nuestra paz nunca ha existido y que el ser humano es violento por naturaleza y este cada día, se está volviendo más imparable, además el ser humano  está promovido por el narcotráfico, el dinero y el poder y estos tres factores están tan famosos hoy en día, que podemos ver que la persona ya no posee ningún escrúpulo a matar, y este comete hechos sin ningún pensamiento razonable de amor o paz, solo de destrucción hacia sí mismo o hacia su misma especie, como lo plante Erich Fromm en su libro la anatomía de la destructividad humana, que dice “ que el hombre mata sin ningún objetivo  biológico, ni social, si no, humano y no instintiva ”^[2].

Lo grave en la actualidad, es que ante este escenario sin salida que la sociedad percibe, la violencia se justifica y se naturaliza. Muchas personas manejan un doble discurso, por una parte condena la violencia, pero al mismo tiempo la fomenta y la legitima. Con frecuencia aparecen personas que ocupan cargos de dirección en el Estado, afirmando que frente a la violencia que hoy tenemos, las personas no la denuncia o  responden con violencia. Los salvadoreños vivimos en una cultura social violenta, que envía continuamente mensajes ideológicos justificando la violencia de diferentes formas. Vivimos en una sociedad que legitima la violencia como un derecho humano y la honra como virtud del que tiene más poder, y justificar estos hechos es más grave que la violencia misma.^[3]

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