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El curioso caso de un indígena con síndrome de asperger


Enviado por   •  3 de Septiembre de 2015  •  Ensayo  •  365 Palabras (2 Páginas)  •  229 Visitas

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UNIVERSIDAD NACIONAL ABIERTA Y A DISTANCIA – UNAD.

APORTE INDIVIDUAL (TRABAJO COLABORATIVO Nº2) – CREACIÓN DE CUENTO.

NARRATIVAS.

DESTIN JOSÉ NAVARRO GARCÍA.

CÓDIGO: 1102859255.

GRUPO: 216.

TUTOR: JORGE LÓPEZ.

SINCELEJO – SUCRE.

22/04/14.

El curioso caso de un indígena con síndrome de Asperger.

“Si bien, ustedes saben, amigos, la frivolidad educativa de nivel superlativo ha sido siempre relacionada con los altos estándares de lo económico, no tanto a lo social, pero, casi siempre inhibe la exclusión de un niño que bombea un chicle con su boca, un señor adulto con manchas en la piel, que luce retraído y encorvado por el peso de muchos bultos de alimentos a vender en el centro del mercado o simple e infaliblemente, por un bolsillo vacío”— exclamó el trabajador, mientras veía átomos de hidrógeno después de dar un duro machetazo a una caña de azúcar.

Otra vez ha de irse a la cama con pensamientos esquizofrénicos, pero lúcidos, (como ha de pasar con las grandes revoluciones mentales de los genios), apaciguado por el olor vago de leche con panela que emana una cocina a lo tradicional, sólo leña y ardor; perturbado por la soledad de una vereda cautelosa en consecuencia a la sutilidad que atrapa lo alto de la cordillera occidental de los andes colombianos; y por último, interrumpiendo el prólogo que había de ser aquí, sonó un gran estruendo: ¡BOOOOOOOOOOOOOM!, *ha de escucharse como la quebrantura de la millonésima parte de un átomo (así lo pensaría él)* calmadamente, se puso unas abarcas de cuero previamente dejadas debajo de una pila de cañas de azúcar, las cuales reposaban cerca de la hamaca en la que sosañaba la causalidad de estar escuchando dicho ruido y no disfrutando la sinfonía nº38 de Mozart; y salió a ver qué sucedía. Lo notó todo tan, pero tan, tranquilo, que lo primero que tuvo lugar en su mente, fue la magnificencia de los textos peculiares de Emil Cioran, y por tanto, un gran hastío existencial que ya solía ser rutinario.

Regresó a la hamaca, no sin antes descolgar las rudimentarias abarcas de sus callosos pies, aunque notando una pequeña diferencia; la hamaca estaba mojada con un olor conocido, pero singular, tocó su cabeza y exclamó:

 — “Como siempre lo soñé”.

Y murió desangrado por las orejas.

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