El tio Pacho

El tío Pacho.

Su piel tostada por el sol, su pelo plateado casi todo blanco, sus arrugas que hablan bien de tantas experiencias vividas como historias y chistes contados, así hubiera sido a costa de nuestra propia humanidad, palabras de una prima. Sus manos grandes y curtidas por años de trabajo, proyectos comenzados, abandonados y recomenzados. Su cuerpo imponente, eso debió tener que ver con la elección de la tía, porque el sobresalía, “buen mozo” como consta en las fotos de la época, buena elección tiíta. Pero sobretodo su temperamento recio, terco, dicharachero, ácido a veces, “sapito” dijo una de sus hijas, “no dejaba títere con cabeza” dijo otra, y una ternura gigantesca, porque era muy sensible y querendón de su familia, su vieja, sus hijos, nuera, yernos y nietos, de sus cuñadas y cuñados que fueron sus hermanos, de sus sobrinos y aquí entran todos los demás por “derechos adquiridos” jeje. Su felicidad era estar reunido con su familia y todos lo disfrutaron a cabalidad, seguramente él mucho más.

El tío se nos adelantó sorpresivamente, en su partida se siente la pedagogía de Dios, es difícil decirlo , porque el tratar de reconfortarnos no llenará el vacío tan grande que dejó.  Pero saberlo partiendo suavemente de la mano de Dios, dulcemente, con los ángeles arruyándolo y seguramente recibido en comitiva precedida por su mamá, los abuelitos, el tío Eduardo, mitiga la tristeza y enciende la vela de la esperanza.

Pedagógica la partida porque estaba haciendo lo que le gustaba, trabajar, en su Llano del alma, en esa tierra hermosa que seguramente lo llenaba de mucha vida, de ideas y de más y más proyectos, de esos amaneceres que debió disfrutar plenamente. Pedagógica porque el jueves cuando iba a cortar el árbol, se detuvo en el camino y bajo y comió unos mangos que debieron saberle a gloria y hasta en este gesto hay enseñanza porque el tío Pacho siempre creyó en las bondades de la tierra, ahí esta el futuro que no cuidamos.  Me atrevería a decir que era un hombre libre de las veleidades de la ciudad, teniendo su apartamento allí, pero el campo le regalaba el olor a ganado, a fogón de leña, a amasijo, a familia, a sus arraigos mas profundos, a esos arraigos a los que nos queremos aferrar porque hacen parte de nuestra esencia, hemos crecido con ellos y gracias al tío y a los tíos se mantienen vivos.

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