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En el camino real Anton Рavlovich Сhejov


Enviado por   •  1 de Abril de 2014  •  Tutorial  •  7.377 Palabras (30 Páginas)  •  257 Visitas

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En el camino real

ANTON PAVLOVICH CHEJOV

(Ensayo dramático en un acto)

PERSONAJES

TIJÓN EVSTIGNEEV, dueño de una taberna en el camino real.

SEMIÓN SERGUEICH BORTZOV, terrateniente arruinado.

MARÍA EGOROVNA, su mujer.

SAVVA, viejo peregrino.

NASAROVNA

EFIMOVNA Peregrinas

FEDIA, un hombre de paso: de oficio, obrero.

EGOR MERIK, vagabundo.

KUSMA, un viajero.

Un CARTERO.

El COCHERO de la mujer de Bortzov.

PEREGRINOS.

OBREROS.

GENTE DE PASO.

Acto único

La escena representa la taberna de TIJÓN. A la derecha hay n mostrador y una estantería con botellas. En el fondo, una puerta que conduce al exterior. Sobre ésta, y por la parte de afuera, cuelga un mugriento farol rojo. El suelo y los bancos que se extienden a lo largo de la pared están totalmente ocupados por peregrinos y viajeros. Muchos de ellos, por no haber encontrado sitio, duermen sentados. La noche está muy avanzada. Al alzarse el telón, se oye el retumbar del trueno y, por la puerta abierta, se divisan relámpagos

ESCENA I

TIJÓN se encuentra tras el mostrador. Reclinado sobre uno de los bancos. FEDIA toca quedamente el acordeón. A su lado, y vestido con un raído traje de verano, está sentado BORTZOV. En el suelo, junto a los bancos, han buscado acomodo SAVVA, NASAROVNA y EFIMOVNA

EFIMOVNA. -(A NASAROVNA.) ¡Empuja al viejo, madre!... ¡Quizá está entregando su alma a Dios!

NASAROVNA. -(Descubriendo el rostro de SAVVA.) Hombre bendito, ¿estás vivo o te has muerto ya?

SAVVA. -¿Y por qué voy a estar muerto? ¡Claro que vivo, madrecita! (Se incorpora sobre un codo.) ¡Tapame un poco las piernas! ¡Así!... La derecha un poco más... ¡Así, madrecita! ¡Que Dios te de salud!

NASAROVNA. -(Arropando las piernas de SAVVA.) Duerme, padrecito...

SAVVA. -¿Dormir?... ¿Y qué sueño va a tener uno ya?... ¡Lo que necesitaría uno es paciencia para soportar este martirio, que lo que es sueño!... ¡Eso es lo de menos! Pero ¡yo..., pecador de mí..., no merezco la paz!... ¿Qué ruido es ese, peregrinita? NASAROVNA. -Es la tormenta que Dios nos manda. Aúlla el viento y está lloviendo a cántaros. Parece que tiran garbanzos al tejado y a los cristales. ¿No oyes? ¡Se han abierto los postigos del cielo! (Un trueno.) ¡Dios nos asista!

FEDIA. -¡Se le antoja a uno que ese ruido no va a acabar nunca! ¡Aúlla el viento como un perro! (Encogiendose.) ¡Qué frío!... ¡Tengo la ropa tan empapada, que la podría torcer!... ¡Y luego esa puerta de par en par! (Toca, bajito, en su instrumento.) ¡El acordeón se me ha quedado blanducho y no hay manera de sacarle ninguna música! ¡Si no fuera por eso, les habría dado un concierto como no han oído otro igual! ¡Un concierto de primera!... ¡Podría haberles tocado una contradanza o una polka o alguna que otra coplilla rusa! ¡Cualquier cosa podía haber tocado! ¡En la ciudad..., en mis tiempos de mozo en los «granhoteles», no ganaba dinero..., pero en cuestión de acordeón!... ¡Me aprendí todas las notas! ¡También sé tocar la guitarra!

UNA VOZ DESDE UN RINCÓN. -¡Eres tan memo como tus conversaciones!

FEDIA. -¡Pues el que ahora habla no lo es menos! (Pausa.)

NASAROVNA. -(A SAVVA.) Tú lo que tendrías que hacer ahora, viejo, es estarte calentito... Abrigarte la piernecita. (Pausa.) ¡Viejo!... ¡Hombre de Dios!... (Meneando a SAVVA.) ¿Es que estás muriendote?

FEDIA. -¡Lo bueno sería, abuelito, que te echaras al cuerpo un trago de vodka! ¡Ya verás cómo cuando te lo tomes y empieces a sentir como si el vientre te ardiera despacito..., te encuentras mejor! ¡Anda, bebe!

NASAROVNA. -¡No digas sandeces, muchacho! ¡El viejo, a lo mejor, está entregando su alma a Dios y arrepintiéndose de sus pecados, y tú le vienes con esas palabras! ¡Y encima tocas el acordeón! ¡Déjate de músicas..., cara de sinvergüenza!

FEDIA.- ¡Pues así que tú no le molestas! ¡Se ve que el pobre no puede más, y tú le vienes con majaderías!... ¡Te aprovechas de que por su santidad no pueda decirte una palabra fuerte..., y tan contenta de que te escuche! ¡Tonta..., más que tonta! ¡Duérmete, abuelito! ¡No la hagas caso! ¡Déjala hablar y no la oigas! ¡Ya sabes que «la lengua de mujer es como la escoba del diablo..., que barre de casa al vivo y al sabio»! ¡Tú, ni hacerla caso! (Con un gesto de asombro.) Pero ¡qué delgado estás, hermano! ¡Qué delgadez más terrible! ¡Eres igual que el cadáver de un esqueleto! ¡Estás sin vida! ¡A lo mejor es verdad que te mueres!

SAVVA. -¿Por qué me voy a morir?... ¡Dios me libre de morir así! ¡Un poco más de sufrimiento, y me levantaré con la ayuda de Dios! ¡No permitirá la Virgen santísima que muera en tierra extraña!... ¡Moriré en mi casa!

FEDIA. -¿Eres de lejos?

SAVVA. -De la misma Vologda.

FEDIA. -¿Y por dónde cae Vologda?

TIJÓN. -Por más allá de Moscú... Es una región...

FEDIA. -¡Vaya, vaya!... ¡Pues no es nada de donde vienes!... ¿Y todo a pie?

SAVVA. -A pie, muchacho. Estuve a visitar a San Tijón, y ahora voy a las montañas santas. Después..., si es la voluntad de Dios..., a Odea. Desde allí dicen que, por poco precio, se puede llegar a Jerusalén. Creo que no cuesta arriba de veintiún rublos.

FEDIA. -¿Y a Moscú, fuiste?

SAVVA. -¡Vaya pregunta! ¡Lo menos cinco veces!

FEDIA. -¿Y es bonita la ciudad? (Enciende un cigarro.) ¿Vale aquello?...

SAVVA. -Hay muchos santuarios, muchacho..., y en todos los sitios donde hay santuarios se está bien.

BORTZOV. -(A TIJÓN, acercándose al mostrador.) ¡Otra vez te lo pido!... ¡Por amor de Dios!

FEDIA. -¡Lo principal en una ciudad es que haya limpieza!... ¡Que si, por ejemplo, hay polvo..., que se riegue!... ¿Que hay barro?... ¡Pues que se quite! Las casas tienen que ser altas...; y luego el teatro..., la Policía..., los «osvoschik».... Yo, como he vivido en ciudades, lo sé.

BORTZOV. -¡Una copita!... ¡Esta, que es muy pequeña!... ¡Dámela a fiado, que yo te la pagaré!

TIJÓN. -¡Estás tú bueno!

BORTZOV. -¡Te lo suplico! ¡Hazme la merced!

TIJÓN. -¡Anda, anda..., vete de ahí!

BORTZOV. -¡Si es que no me comprendes! ¡Entérate, ignorante..., caso de que tu cabeza de «mujik», hecha de madera, contenga una brizna de sesos!... ¡No soy yo el que te lo pide! ¡Te lo piden, como dicen los «mujiks»..., mis entrañas! ¡Es mi enfermedad la que te lo está pidiendo! ¡Entiéndelo!

TIJÓN. -¡No tengo nada que entender»! ¡Vete de ahí!

BORTZOV. -Pero ¡comprende que si no bebo algo ahora mismo, que si no satisfago esta pasión...,

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