Ensayo sobre “El Matadero” de Esteban Echeverría
Enviado por Agustina Hernandez • 11 de Mayo de 2016 • Ensayo • 1.168 Palabras (5 Páginas) • 4.622 Visitas
TRABAJO PRÁCTICO
Ensayo sobre “El Matadero” de Esteban Echeverría
TEMA: La alegoría del poder
ESTRUCTURA
Introducción (plantear la hipótesis)
Desarrollo (fundamentar la hipótesis) – argumentos, citas, teoría del cuadernillo u otras fuentes
Conclusiones (retoma la hipótesis y se realiza un cierre)
PAUTAS: A4, letra Calibri 12, margen 2.5 cm, no espacios entre párrafos, interlineado sencillo, sangría primera línea, no más de cinco hojas.
FECHA DE ENTREGA: 26/6
EMAIL: patriandrada@gmail.com
Facebook: Profesora Patricia Andrada
El poder de la barbarie
Los federales rosistas claman a gritos “¡muerte a los salvajes unitarios!”, ¿pero quiénes eran los salvajes en realidad?
A partir de 1920, junto a la aparición de los caudillos en las provincias del prematuro territorio argentino, terminan de definirse distintas ideas sobre cómo organizar el poder y gobernar. No es de extrañar que acabe imponiéndose un gobernador sólido, y como lo prueba la historia, por muchos años inamovible, justamente en Buenos Aires, antigua capital del Virreinato y en cierto modo condenada a centralizar el poder. Esto es una ventaja para Rosas, que cuenta con una férrea base económica para propiciar su gobierno. Pero no sólo eso mantendrá su mandato. Rosas siempre fue hombre de campo, estanciero. Sus peones y gauchos lo respetan, y él sabe cómo ganarse su respeto. Comulga con ellos y para ellos. Esta será la fortaleza de su régimen. Y su condena.
Rosas basó la solidez de su gobierno en el apoyo de las clases populares, fuertemente influenciables. Contaba aparte con la Suma del Poder Público y Facultades Extraordinarias. Para sus opositores, eso lo volvió un tirano, o al menos le dio el poder suficiente para serlo. Se autotituló Restaurador de las Leyes, nombre ya de por sí pretencioso (si sumamos a eso que en todo su mandato sólo dictó dos leyes nuevas) con el que buscaba exaltar su figura, que se volvió de culto entre los Federales, junto a la de su esposa.
Pero la realidad es que Rosas generó toda esta propaganda para propiciar un gobierno conservador y alejado de los progresos. No necesitaba la anarquía, sólo convencer a las clases bajas de que él estaba a su favor y eso le daría seguridad a su dictadura. A su vez, se creó la idea de un enemigo atrasado y salvaje que atentaba contra la seguridad del gobierno federal, los Unitarios, y se llamó así a todo el que se opusiera al rosismo. La utilidad de esta división radica en volver a la opinión popular contra el opositor, cortando sus posibilidades de defender sus posturas e ideas, ipso facto ya es visto como un traidor a la Patria. Para comprarse este apoyo, Rosas difunde la idea de que “aquí la aristocracia no apoya al gobierno, gobiernan las masas y la opinión pública”.
Las clases bajas se vieron influenciadas por esta propaganda, a la que se le suman distintivos de pertenencia como la divisa punzó, para reconocerse como federales, apegados a su señor Restaurador. Si tenemos esta opinión polarizada encarnada en la sociedad, es poco probable que vayan a aceptar otras ideas, y todo el que no siga los ideales de su señor es despreciado como “salvaje unitario”. Estas clases bajas representaban en mayoría una sociedad inculta y alejada del progreso, y pecarán de seguir al pie de la letra cualquier ideología que les plantee su señor sin chistar, ni cuestionarse la legalidad y ética de sus actos.
Desde un punto de vista económico, Buenos Aires dependía de los ingresos de la Aduana, que no compartirá con las demás provincias bajo su doctrina de federalismo, es decir, provincias autosuficientes. Pero Rosas obtendrá su dinero al fin a partir de la fortuna de la aristocracia. Al aliarse con el gobernador, se gozaba de protección y status en la Sociedad Restauradora, caso contrario fue común la estrategia de tildar al aristócrata de unitario, para poder confiscar su fortuna.
Como vemos, a los unitarios se los catalogó como salvajes, y fueron duramente castigados por la fuerza armada rosista, “La Mazorca”, torturándolos y haciéndolos desaparecer. El terrorismo federal se nutrió de mantener vivo al enemigo, sin ataques a la propiedad privada, y seleccionando cuidadosamente a sus víctimas, instrumento sofisticado del poder rosista.
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