Es la hora de convertir la dirección en una verdadera profesión
Enviado por Carlos A Quezada • 17 de Mayo de 2016 • Documentos de Investigación • 5.466 Palabras (22 Páginas) • 335 Visitas
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Es la hora de convertir la dirección en una verdadera profesión
Un riguroso código ético le hará mejor director y, al mismo tiempo, beneficiará a la sociedad. A lo largo de la pasada década, los directores han perdido legitimidad debido al ampliamente extendido fracaso institucional de las empresas en términos de confianza y de autorregulación. Con tal de reconquistar la confianza de la sociedad, creemos que los directores deben adoptar un nuevo enfoque hacia el papel que desempeñan, más allá de sus responsabilidades ante los accionistas y que incluya un compromiso tanto personal como cívico dentro de su deber de guardianes de las instituciones. Dicho de otro modo, ya es hora de que la gestión se convierta en una profesión.
Las verdaderas profesiones cuentan con códigos deontológicos. El significado y las implicaciones de dichos códigos forman parte de la educación de los miembros de las profesiones en cuestión. Un órgano directivo, formado por miembros respetables de la profesión, se encarga de comprobar que los miembros de la profesión respetan las reglas. Mediante estos códigos, las instituciones profesionales establecen un contrato social implícito con otros miembros de la sociedad: brindadnos vuestra confianza para controlar y ejercer las competencias sobre esta profesión y nosotros nos haremos cargo de que nuestros miembros se merezcan vuestra confianza (no solamente serán competentes en las tareas que se les encomienden, sino que ejercerán sus funciones al máximo nivel y con la mayor integridad. Creemos que una profesión que cuente con instituciones disciplinarias que funcionen bien refrenará las malas conductas dado que un comportamiento moral es parte integral de la identidad de los profesionales (imagen que la mayoría quiere mantener).
La idea de la gestión como profesión no es nueva. Surgió un siglo atrás cuando se fundaron las grandes escuelas de negocios en Estados Unidos. Una vanguardia de emprendedores institucionales, tanto académicos como directores de empresa progresistas, vieron en la expansión de las grandes compañías un serio desafío al orden social preestablecido. Cuando las grandes corporaciones comenzaron a vender acciones al público (con la consecuente dispersión de la propiedad y del control), una miríada de grupos de interés (accionistas, asociaciones obreras, funcionarios gubernamentales) proclamaron su derecho a dirigir estas nuevas y potentes entidades.
Sucesivamente, las escuelas de negocios se fueron concibiendo como una forma de legitimación del derecho de otro solicitante a controlar una compañía: un nuevo grupo conocido como directores. La estrategia para hacer progresar las reivindicaciones de la dirección consistía en aliar a los líderes del movimiento de las escuelas de negocios con tres instituciones consideradas como los pilares de la Era del Progreso: la ciencia, las profesiones y las nuevas universidades estadounidenses centradas en la investigación. Los líderes del movimiento de las escuelas de negocios plantearon garantizar que las grandes corporaciones sirviesen a la sociedad al hacer de la gestión una profesión de buena fe, con los consiguientes certificados, apuntalamiento educativo y código deontológico.
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Khurana, Rakesh; Nohria, Nitin. It's time to make management a true profession. In: "Harvard Business Review", Oct2008, Vol. 86 Issue 10, p70-77.
Juramento Hipocrático para los directores
COMO DIRECTOR desempeño el papel de fiduciario de la sociedad para una de sus instituciones más importantes: empresas que unen gente y recursos para generar productos y servicios de valor que ningún individuo puede producir por su cuenta. Mi propósito es servir al interés público mediante el incremento del valor que mi empresa genera para la sociedad. El valor sostenible se crea cuando la empresa genera un rendimiento económico, social y medioambiental mayor que el coste de sustitución de todas las aportaciones que consume. En cumplimiento del papel que me toca desempeñar:
RECONOZCO que cualquier empresa es el vínculo entre muchos actores diferentes, cuyos intereses pueden ser divergentes. Mientras procuro conciliar y equilibrar estos intereses, buscaré la fórmula para incrementar el valor que mi empresa puede generar para la sociedad a largo plazo. Ello no implicará siempre el crecimiento o mantenimiento de la empresa y puede acarrear momentos difíciles como la reestructuración, la descontinuación o la venta, en caso de que dichas acciones mantengan o incrementen el valor.
PROMETO que mis intereses personales no se impondrán a los de la empresa que se me ha encomendado gestionar. La búsqueda del interés propio es el motor de la economía capitalista, pero la avaricia desenfrenada puede resultar muy dañina. Por ello, evitaré decisiones y actitudes que beneficien a mis intereses personales pero dañen la empresa que gestiono y la sociedad a la que ésta sirve.
PROMETO tener pleno conocimiento de y respetar, tanto por escrito como por principio, las leyes y contratos que rigen mi propia conducta, la de mi empresa y la de las sociedades en la cual opera. Mi comportamiento personal constituirá un ejemplo de integridad y de coherencia con los valores que propugno públicamente. Asimismo, pondré todo mi esfuerzo en garantizar la integridad de los que me rodean y sacar a la luz acciones cometidas por otros y que constituyan violaciones de este código profesional compartido.
…continúa en la siguiente página.
Esta ambición de momento no ha encontrado respuesta. La reivindicación de que los directores son profesionales no se sostiene cuando comparamos la gestión con verdaderas profesiones como la medicina o la abogacía. Contrariamente a doctores y abogados, los directores no necesitan una educación formal ni mucho menos una licencia para practicar su oficio. Tampoco están adscritos a un código deontológico universal y ejecutable. Puede que a título individual ciertas compañías redacten códigos deontológicos, aunque no existe una serie de valores profesionales universalmente aceptada y respaldada por un órgano directivo con capacidad para censurar a los directores que se salgan de la raya.
En principio, no existe ninguna razón por la que la gestión no pudiera convertirse en una profesión. Las disposiciones institucionales son conocidas y lo suficientemente fáciles de poner en práctica. Lo que resulta más complicado es tomar la decisión de seguir dicho camino. ¿Acaso la formalización de la gestión aumentaría la eficacia de los directores a nivel individual? De forma más genérica, ¿qué efecto tendría sobre la actividad empresarial que genera crecimiento el establecimiento de una reserva profesional de directores bien formados?, ¿podría haber consenso sobre una serie de principios comunes aplicables de forma verosímil?, ¿tendría dicho código un verdadero impacto sobre el comportamiento? En las páginas subsiguientes exploraremos las diferencias entre la gestión y las verdaderas profesiones, describiremos el posible funcionamiento de un sistema de gestión profesional y analizaremos la conveniencia de dicho sistema.
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