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Escribir Es Un TIC


Enviado por   •  21 de Noviembre de 2013  •  1.360 Palabras (6 Páginas)  •  236 Visitas

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El camino biográfico emprendido por Francesco Piccolo en su libro “ESCRIBIR ES UN TIC” desvela conclusiones muy acertadas sobre el arte de la escritura. El ensayo parte de la necesidad particular de investigar de primera mano qué entienden y cómo entienden los escritores su oficio, a través de sus propios testimonios, para intentar de esa forma llegar a ser un verdadero escritor.

Durante años, Piccolo estuvo recopilando materiales sobre los métodos empleados por los escritores que finalmente decidió unificar bajo la unidad de un libro, dotando al conjunto de la coherencia de un hilo conductor, las profundas reflexiones del propio Piccolo en cuanto a la labor del escritor se refiere.

El resultado es un libro pintoresco y entretenido, lleno de anécdotas que lejos de cansar pueden despertar el interés de lectores, de escritores y de aspirantes a escritor.

El estilo de Piccolo, entre lo ensayístico y lo narrativo, amarra bien estas confidencias que van dando una dimensión coral al discurso. En él, por cierto, no faltan el humor o la ironía que se agradecen tanto en este tipo de registros, y que tan bien ilustran, mediante anécdotas jocosas o manías sorprendentes. Por ejemplo, la que sirve de cita al primer capítulo, "El oficio de escritor", que refiere Luis Sepúlveda: "Siempre me acuerdo de un oficial de aduanas de Quito: cada vez que tenía que mendigar una visa me preguntaba la profesión”. (p. 23)

La espina dorsal de “ESCRIBIR ES UN TIC” es la tesis de que detrás de todo escritor existe un método particular que le permite canalizar y controlar la creatividad. (p. 36-49, aprox.) Dentro de esta metodología cada escritor elabora sus horarios de creatividad ―algo muy poco inspirador― en función de responsabilidades laborales, familiares o de gustos personales. Parece ser que lo importante, más que el número de horas que se dedique a la escritura, es la fidelidad con este horario, que debe cumplirse con rigurosidad cada día.

Dentro de los métodos que suele emplear cada escritor desempeñan un papel fundamental los rituales. A veces tienen mucho de absurdo, como la manía de García Márquez de escribir con un mono mecánico, la necesidad de Tabucchi de escribir en un tipo de cuaderno que ya no se encuentra en Italia y que le lleva a viajar hasta Lisboa para comprarlo, o el encierro de Balzac día y noche sin probar alcohol ni sexo aunque saturado de café; otras veces son ritos más comprensibles, como por ejemplo, la costumbre de Eliot de leer a su familia lo que había escrito durante el día para pedirles opinión.

Desde luego, lo que da valor al rito y lo conforma como tal, es la rutina, la necesidad de repetir una y otra vez las condiciones que en el pasado propiciaron el flujo de la creatividad.

Hay escritores que se inspiran en el bullicio de un café y otros que necesitan la tranquilidad de su estudio. La cafetería tiene el prestigio de ser un símbolo del mundo bohemio de los años dorados de París, con Hemingway como su gran representante. Muchos son los escritores que están ya ligados para siempre a un café: Tomasi di Lampedusa, Larra, González Ruano, Gómez de la Serna o Sartre (que empezó a frecuentar por la calefacción).

De hecho, a Dickens la compañía no sólo no le molesta sino que le ayuda a trabajar. En el polo opuesto Henry James y su necesidad de soledad absoluta para trabajar. También es proverbial la obsesión de Juan Ramón Jiménez, que le llevó a insonorizar las paredes de su estudio. Es posible que algunos de estos escritores caseros conviertan su hogar en verdaderos museos llenos de reliquias y objetos curiosos, como ocurre con Pío Baroja o con la casa de Isla Negra de Neruda ―y por supuesto con Gómez de la Serna―.

Más allá de esto, para gustos los colores: «Dostoievski escribía día y noche, en cambio T. S. Eliot de diez a una, mientras que Paul Valéry de cuatro a siete de la mañana». El ritmo también puede ser muy distinto: de las treinta o cuarenta páginas diarias de Sartre al método de Hemingway, que también seguirá Gabriel García Márquez, de no abandonar

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