Estructura del cuento
Enviado por Jimena L. • 20 de Agosto de 2015 • Tarea • 763 Palabras (4 Páginas) • 3.436 Visitas
[pic 1] Nicolino, gato fino. Había una vez… un gato que vivía en un galpón, tenía los bigotes más cortitos que otros gatos. ¿Saben por qué? Un día, en que cerca del galpón habían prendido fuego para cocinar pescado, se arrimó más de la cuenta, y los bigotes se chamuscaron; cuando se dio cuenta de que sus largos bigotes eran bigotitos, se puso triste y decidió comprarse unos nuevos, y esa misma tarde empezó a preguntar a sus vecinos quién vendía bigotes de gato a precio barato. La señora araña, que tejía en su telar, fue la primera en ser consulta, y ella le contestó: -Si quieres, te puedo dar, que yo doy y nada vendo, telitas de mi telar, porque telitas yo tengo. A Nicolino le gustó la idea y, sin pensarlo mucho, se pegó en el hocico cuatro telitas que le dio la araña. Cuando se dio cuenta de que no le quedaban bien, se las sacó y siguió buscando. En el sauce viejo encontró al bicho canasto, ese gusanito que hace su casa con palitos y siempre los lleva encima, y le preguntó:
El bichito, mirándolo un poco extrañado, le dijo: -No lo sé pero si quieres, te puedo dar, que yo doy y nada vendo, palillos de mi costal, porque palitos yo tengo. A Nicolino, los palillos le parecieron muy duros y no los aceptó. Andando y pensando, llegó hasta un hermoso lugar donde había plantas y animales de todos los tamaños y colores: un zoológico. Se acercó a una cotorra y le preguntó: -¿Sabes dónde se venden bigotes de gato a precio barato? La cotorra le contestó: -¡Brrr!... ¡Brrr! … ¡Brrr! Nicolino no entendió no entendió lo que le gritó la cotorra, pero cerca había un gato grande, que no era gato sin tigre, que sí lo escuchó y le gruñó con una voz gorda, ancha y tranquila. -Si quieres te puedo dar, que yo doy y nada vendo, bigotes para pegar, porque bigotes yo tengo. Nicolino no podía creer lo que estaba escuchando: ese gato grande, que no era gato sino tigre y que tenía unos bigotes larguísimos, se los podía regalar. Cuando los tuvo entre sus garras, le dio las gracias bajando la cabeza y subiendo la cola varias veces, y se fue corriendo al galpón. Y con los pelitos pegados, se puso a cantar los ¡miau! … ¡miau!... ¡miau!... más bonitos que gato alguno pudiera cantar. Y colorín colorado, el cuento de Nicolino se fue por el camino. |
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