Examen Final De 4.o Grado 1314
Enviado por driteu • 22 de Junio de 2014 • 2.430 Palabras (10 Páginas) • 409 Visitas
Secretaría de Educación Pública
Sector 10 Zona Escolar 153
Escuela Club de Leones Vespertina Clave 28 DPR
Examen Final de 4.o Grado
Nombre _________________________________________________________________________
INSTRUCCIONES. Responde los siguientes cuestionamientos.
1. Lee el siguiente trabalenguas y describe cuáles son las características de este tipo de textos.
Pablito clavó un clavito
En la calva de un calvito
En la calva de un calvito
Pablito clavó un clavito
2. Elabora una descripción de tu escuela primaria empleando adjetivos calificativos en la redacción.
3. En el mes de junio se llevará a cabo una visita al Museo Tamux de tu ciudad. Elabora algunas preguntas que utilizarías para realizar una entrevista al guía de visitantes del museo.
4. Lee el texto Juanito y el diluvio (Libro de lecturas, 4.o grado, primaria, 2013) y describe cuál es el planteamiento o estado inicial del relato, el nudo o conflicto y el desenlace o resolución del conflicto.
Juanito y el diluvio
(Leyenda Totonaca del Diluvio)
Alberto Blanco
Hace mucho tiempo, en el norte de lo que hoy es el estado de Veracruz, en plena sierra Papanteca, allí donde la vainilla es reina y señora, vivió un niño huérfano, tan solo, tan triste y tan pobre que ni siquiera tenía nombre. Un día en que ya no tenía nada que comer, salió de su casa a buscar trabajo, y comenzó a caminar sin rumbo fijo. Así vagó, solo y su alma, días y noches con el estómago hecho un nudo por el hambre. Hasta que un día en que perdido en el bosque, desconsolado, escuchó a lo lejos un ruido extraño que le llamó poderosamente la atención. Era un ruido como el que hace el hacha cuando corta la madera. Se dirigió al lugar de donde provenía el sonido y vio, para su sorpresa, que no había ningún leñador, sino un hacha que se movía sola en el aire y que hacía leña de un tronco. En cuanto hubo bastantes leños cortados, éstos formaron un atado, solos también; y el hacha se metió como si nada en medio de ellos. El atado, completo, se alejó brincando y luego comenzó a rodar por la vereda. Lleno de curiosidad, el niño corrió tras el atado hasta que llegó a un lugar donde había pirámides. Vio subir al atado de leña por las escaleras de una gran pirámide y meterse en la casa que coronaba la cúspide. El niño hizo lo mismo, y se encontró con que allí arriba estaban sentados doce ancianos. Allí vivían. Eran los doce truenos: los que provocan las lluvias cuando se ponen a bailar sobre las nubes; y cuando quieren que truene las golpean con sus pesadas botas; y cuando quieren que relampaguee las pican con su espada.
- ¿Qué haces aquí? -preguntó uno de los viejos.
- Vine siguiendo el atado de leña que está allí en un rincón.
- ¿Y de dónde vienes?
- De donde hay mucha hambre.
- ¿Qué no tienes padre ni madre que te den de comer?
- No tengo ni padre ni madre, y me gustaría quedarme a vivir aquí con ustedes. Tal vez puedo ayudarles con el trabajo.
Como el muchacho les simpatizó desde un principio, los ancianos acordaron adoptarlo como si fuera su hijo. Decidieron ponerle el nombre de Juan, y su sola presencia les alegró la vida. Y como tenía tanta hambre, el primer trabajo que le dieron fue el de preparar comida mientras ellos salían a trabajar en el campo. Sin embargo, le hicieron la advertencia de que por ningún motivo pusiera en la olla más de un frijol para cocer; con un frijol bastaría para todos. Pero una vez que salieron los viejos, Juan, que tenía muchísima hambre, puso en la olla mucho más que un frijol: echó un puñado de frijoles, pues pensó que con uno solo no sería suficiente. Y cuando los ancianos regresaron, ¡Juan nadaba en un mar de frijoles! Era tal la cantidad de frijoles, que los ancianos tuvieron que rescatarlo entre todos de una muerte segura. Tras un tremendo regaño, y después de darle su castigo correspondiente, le dijeron que no permitirían que los volviera a desobedecer.
- De aquí en adelante tendrás que ser muy obediente si no quieres meterte en mayores problemas.
- Les prometo que no volveré a desobedecerlos -les decía Juan, más para tratar de aplacar su enojo que por estar verdaderamente convencido de no hacer más travesuras.
- Más te vale, Juanito, más te vale. Mira que vamos a salir a trabajar otra vez al campo y no queremos que vayas a tocar nada de lo que hay aquí en la casa ni vayas a hacer más estropicios. Pero al día siguiente, tan pronto como salieron los ancianos, el inquieto muchacho abrió un baúl que le llamaba mucho la atención, y que era donde éstos guardaban sus trajes de fiesta. Juan decidió que él también quería vestir un traje vistoso, como el de los viejos, para ir a trabajar. Se puso unas botas y una capa, y tomó una espada del baúl. No sabía que la capa era la lluvia de los huracanes, y que la espada era el relámpago, y las botas el trueno. Así que, sin saber lo que hacía, Juan tomó la capa y empuñó la espada, haciéndola girar en el aire. Y casi sin darse cuenta comenzó a subir al cielo. Estaba disfrutando mucho su aventura, pero en el momento en que se puso a juguetear con las nubes desató una tormenta atroz. Juan no sabía que se había puesto el traje más peligroso de todos. Un traje con el que podía acabar el mundo. Entonces comenzó a retumbar el cielo, y grandes relámpagos y lluvias torrenciales se hicieron sentir en toda la sierra, asolando de tal manera los alrededores que poco faltó para que se derrumbaran las pirámides y se acabara todo. Los ancianos, al ver que se había desatado el Diluvio, de inmediato se imaginaron quién era el culpable, y corrieron tras el muchacho. Lo encontraron envuelto en el huracán, incapaz de oír razones ni de atender regaños. Trataban de detenerlo entre los doce echándole capas de nubes, pero Juan se escabullía con gran habilidad y fuerza y el huracán aumentaba en intensidad, acompañado de pavorosos relámpagos y truenos. Su traje de tormentas le daba muchísimo poder. Varias veces los viejos estuvieron a punto de prenderlo, pero Juan les echaba encima una nube o rayos y agua; y se les escurría, de tal forma que la inundación amenazaba ya con destruir toda la Tierra. Y no fue sino hasta que los ancianos lograron echarle encima doce capas de nubes que pudieron finalmente sujetar al desobediente.
- ¿Por qué te pusiste el traje sin recibir orden ni permiso, y, sobre todo, sin saber qué clase de traje te estabas poniendo?
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