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¿Existe o no existe el crimen?


Enviado por   •  13 de Febrero de 2016  •  Tesis  •  1.772 Palabras (8 Páginas)  •  307 Visitas

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¿Existe o no existe el crimen?

(Adaptación de un fragmento de Crimen y castigo)

Principales autores:

  1. Rodión Raskolnikov (R.R)
  2. Dimitri Razumijin (D. R)
  3. Porfiri Petróvich (P. P)

Entran Raskolnikov y Razumijin juntos aunque Raskolnikov va delante del segundo. Raskolnikov finge seriedad aunque por ratos intenta reírse. Razumijin, por el contrario, se encuentra rojo de la cólera. Ambos se dirigen hacia Porfiri[1], quien los interroga con la mirada. Hay un ama de casa con la que Raskolnikov estrecha la mano. En ese momento Razumijin tropieza con un mueble y hace rodarun vaso. Raskolnikov echa a reirse. Aquí interviene Porfiri con cierto aire de alegría:

P.P- Pero, ¿por qué deterioran de ese modo el mobiliario, caballeros? ¡Están perjudicando al Estado!

(En ese instante en el que Porfiri habla, Raskolnikov le está dando la mano. Razumijin, confundido por el suceso, se dirige a la ventana, frunciendo el ceño y dando la espalda a los dos. Raskolnikov va apagando su risa e interviene:

R.R- Mil perdones, Señor. Soy Raskolnikov.

P.P.- Por favor, Estoy encantado y muy contento de que hayan venido tan alegres… Pero, ¿qué le pasa?, ¿ni siquiera desea saludar? (Señala con la cabeza a Razumijin)

R.R- No sé qué le ha puesto tan furioso conmigo, se lo juro… quizá sea su torpeza al tropezar con la mesa.

D.R- ¡Cerdo! (Replicó sin revolverse)

P.P.- ¡Vaya que tenía motivos muy serios para enojarse de tal modo! (Lo dice de manera muy irónica)

D.R.- ¿Usted también, juez instructor…? ¡Bueno! ¡Al diablo todos! (Lanza un respiro fuerte, exhalado) Al grano: aquí tienes a mi amigo Rodión Raskólnikov. En primero lugar, ha oído hablar de ti y deseaba conocerte; en segundo lugar, ha de tratar contigo de un pequeño asunto.

P.P- ¡Siéntese, usted! (Le dice a Raskólnikov)

Ambos toman asiento en el sofá, cada uno en un extremo. Mientras hablan Porfiri presta mucha atención a lo que dice Raskólnikov. Mientras que Razumijin, frente a ellos, presta cuidadosa atención a lo que ellos dicen, dirigiendo la mirada a quien hablaba en ese momento:

P.P.- Debe presentar usted una solicitud a la policía explicando que, habiendo tenido noticia del asesinato cometido, ruega usted al juez de instrucción que se le informe de que tales objetos le pertenecen y usted desea empeñarlos.

R.R.- La cuestión es que en este momento estoy muy mal de dinero… no me puedo siquiera permitir tal pequeñez. (Lo dice sin inmutarse)

P.P- Da lo mismo (diciéndolo de manera enfática). Si quiere, puede escribirme directamente así, de que habiendo tenido noticia de ello, y declarando acerca de tales objetos, ruego…

R.R.- ¿Puedo escribir la solicitud en papel corriente?

P.P.- ¡Claro que sí! ¡En el más corriente! (Con cierto tono de burla y guiñando el ojo)

Sabe del asesinato que cometí… dice para sí, Raskólnikov (Se sorprende)

R.R.- Perdone que lo haya molestado con cosas sin importancia, pero los objetos de los que hablo no valen más de cinco rublos, pero son para mí muy caros como recuerdo de las personas de que proceden. (Lo dice algo desconcertado) Pues para mí dos cositas tan insignificantes –el anillo y el reloj- pueden ser algo más que una miseria.

P.P- Sus dos objetos, el anillo y el reloj, se encontraban en casa de ella, envueltos en un mismo papel, y en el papel se había escrito de manera bien legible, a lápiz, el nombre de usted, así como el día y el mes en que los recibió…

D.R.-¡¡¿Qué?¡¡ ¿Le estabas esperando?, ¿sabías que tenía objetos empeñados allí? (Lo dice gritando y con gran sorpresa)

R.R.- ¡Qué capacidad de observación la suya…! Sabiendo aun que eran muchos los que iban a empeñar… y debe ser difícil recordar a todos, pero usted los recuerda con tanta precisión (Lo dice con cierta torpeza)

P.P- Conocemos a casi todos los que llevan objetos a empeñar, y usted era el único que no había tenido a bien presentarse (con seguridad y cierta ironía)

R.R- No me sentía muy bien.

P.P- También lo había oído decir. Me enteré incluso de que estaba usted muy acongojado por alguna cosa.

D.R.- ¡Qué no estaba del todo bien!... ¡Vaya manera de decir las cosas! Hasta ayer estuvo delirando, casi sin conocimiento.

Ambos callan y miran a Razumijin. Prosigue posteriormente Raskólnikov

R.R.- Perdone, usted, por favor, que lo hayamos importunado durante media hora con tonterías semejantes. Seguramente estará usted hasta la coronilla, ¿verdad?

P.P- ¡Al contrario! Si supiera cuánto me interesa usted. Hasta la confieso que estoy contento de que usted, por fin, haya tenido a bien honrarme con su visita.

D.R.- ¡Hombre! Y sí es así, ¿por qué no nos invitas a un té? ¡Ya se nos ha secado la garganta! (Dirigiéndose a Porfiri)

P.P- ¡Excelente idea! (Mira a la joven del servicio y ella va enseguida).

D.R.- ¡Y bien! (dirigiéndose a Porfiri) ¡Cuéntanos qué tal estuvo la velada! ¿Interesante?, ¿quién fue el vencedor?

P.P- ¡Nadie! ¡Claro está! Llegamos a los problemas eternos y nos pusimos a volar por las nubes. (Se dirige a Raskólnikov). Figúrate, Rodia, lo que llegamos a discutir: si existe o no el crimen. 

R.R- ¿Qué tiene de sorprendente? No es más que uno de tantos problemas sociales.

P.P.- El problema no se formuló así.

D.R.- Cierto, no era exactamente así. (Lo dice un poco atacado). Verás, la cuestión fue la siguiente y dinos cuál es tu parecer:

ESCENA NÚMERO 1 (cinco personas)

Empezamos por el punto de vista de los socialistas: el crimen es una protesta contra la anormalidad del orden social y basta. Ya no hay más causa.

P.P.- ¡Te equivocas! Lo que sucede es que para ellos el medio corrompe. Nada más. Por eso dicen que…

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