Filosofía en la arquitectura

María Belén Barrientos

2021-128045

A más de 30 años del Fujishock…

Durante los años 80s, la hiperinflación y la recesión eran el cáncer que consumía letalmente a la economía del Perú. Junto a las crisis sociales y políticas contra las que un Estado débil y desorganizado y lleno de corrupción no podía combatir; los peruanos nos encontramos en uno de los peores momentos. La frase “¡peor que jamás!” estaba tan normalizada que, al recordarla hoy, solo se siente lástima.

Ante la necesidad de reparar este daño, se propuso como alternativa de solución al Fujishock, un programa de estabilización económica que inició el 08 de agosto de 1990. Este mismo fue muy criticado porque al estar orientado hacia la reinserción del país a los círculos financieros internacionales, desenfocaba al plano interno, el cual se relacionaba con el impacto que sufrían las familias peruanas.

Según la historia, este plan constaba de tres partes. El aspecto más impactante fue una decisiva compresión de la demanda, producto de una abrupta alza en los precios al consumidor. El precio de la gasolina se multiplicó por 30, el de los transportes, azúcar y leche enlatada por 10, el del pan y el arroz por 3. Es necesario resaltar que esta restricción se enmarcaba en una larga serie de deterioros del nivel de vida. Fue complementada por una restructuración del sistema de precios. Se aumentaron los sueldos, pero sin relación con la subida de precios al consumidor.

Las múltiples tasas oficiales de cambio, que variaban según el sector económico, fueron unificadas y la moneda nacional flotó para encontrar su real valor de mercado. Un impuesto temporal de 10% sobre las exportaciones debía ayudar a reflotar la tesorería, mientras se suprimían los subsidios a las importaciones de alimentos. Finalmente, los impuestos al consumidor pasaron de 18 % a 14 % y se anularon las exoneraciones.

El tercer punto del plan era una medida de acompañamiento: un "programa de emergencia social" (PES) tenía como propósito ayudar a las familias más necesitadas a atravesar este difícil período gracias a una ayuda estatal a los comedores escolares y populares, a las asociaciones para la protección de las madres y niños (clubes de madres, vaso de leche). Este programa se inició tardíamente debido a la escasez de los ingresos fiscales.

La reacción de la población no fue positiva, evidentemente, existía una disconformidad. En Lima, en el distrito de San Martín de Porras es especial, hubo protestas violentas que incluso acabó con 3 vidas. No pasó mucho tiempo para que los ciudadanos adopten la resignación. Las familias atravesaban momentos tempestuosos, la clase media acababa con sus ahorros y la baja se vio obligada a reducir el consumo de alimentos. Las ollas comunes se volvieron más recurrentes, las madres buscaban con esmero asegurar al menos una comida al día a sus hijos.

Inminentemente, la duda y el cuestionamiento sobre si en verdad el Fujishock era la mejor de las medidas, se hace presente. Un programa que fue mas allá de lo que recomendaban los organismos financieros internacionales.  Un programa drástico que atormentó a familiar enteras y que evidencia lo graves que pueden ser los desbalances en la base económica.

G9: Educación y perspectivas de desarrollo

Atentado a la SUNEDU: Atentado a la educación peruana

Hace menos de una semana, el congreso aprobó una ley que propone restablecer la autonomía y la institucionalidad de las universidades peruanas, mediante la modificación del consejo directivo de la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (SUNEDU). Esta representa un grave peligro hacia la educación de calidad, es un retroceso notorio en el avance que tanto nos costó lograr.

Con de la aprobación de esta ley, se tiene como consecuencia el debilitamiento de la SUNEDU y en contraste, el afianzamiento de “universidades” con una calidad educativa deprimente. Detrás de aquella votación, existen intereses personales que inciden lucrativamente. Se usa como excusa que los estudiantes de casas de estudio cerradas por no cumplir con los requerimientos básicos, claman su reabrir; cuando la realidad es totalmente opuesta.

La instrucción de los profesionales que queremos formar en el país no debe verse afectada por el deseo mezquino de hacer dinero a costa de educación ineficiente. ¿En verdad alguien buscaría volver reabrir universidades de cartón? No se trata de generar universidades a diestra y siniestra, tampoco de egresar profesionales a gran magnitud; esto no sirve nada si quienes pretenden adentrarse al mercado laboral profesional del país, son personas con preparación de baja calidad.

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