Fontanarrosa Y El Humor
Enviado por marisante • 2 de Octubre de 2013 • 2.696 Palabras (11 Páginas) • 586 Visitas
• Literatura
• Domingo 28 de abril de 2013 - 28/04/13
Roberto Fontanarrosa: “El humor da otro aire”
A una semana de cumplir 60 años, Fontanarrosa parecía más afianzado que nunca en su estilo: el tono paródico, el fútbol, el absurdo, los códigos populares. Pocas horas antes de clausurar el III Congreso Internacional de la Lengua Española en Rosario, el escritor y humorista hablaba de sus gustos e influencias.
De la antología Ñ 500 /
Por Camilo Sanchez
"Mirá lo que son estos ladrillos”, dice Fontanarrosa y levanta, con esfuerzo, uno de los dos tomos de los Cuentos Reunidos, que le editó hace muy poco Alfaguara, en España. El Negro –así elige firmar los mensajes de correo electrónico, así lo presentan sus amigos de Rosario– maneja con su auto hasta su estudio, cuyas coordenadas ofrece él mismo a los recién llegados. “Ahí enfrente, vive Landucci, y a la vuelta está la casa de Aldo Pedro Poy”, dice, y menciona a dos antiguas glorias de Rosario Central. En su biblioteca conviven, sin inconvenientes, Borges, Galeano, Boris Vian y, entre una y otra cosa, por ejemplo, una biografía de Amadeo Carrizo. Hay varias fotos familiares, una junto a Joan Manuel Serrat, una imagen –de pantalones cortos y camisetas transpiradas– junto a Jorge Valdano y una más, rodeado de sus colegas dibujantes. El rostro severo, finalmente, con anteojos impersonales, de Woody Allen, cerca de su computadora.
Fontanarrosa acomoda algunos papeles con los que cerrará –hoy– el III Congreso Internacional de la Lengua Española y mientras se prepara para la entrevista, insiste con la contundencia de los libros editados en España. “No sé quién puede comprar uno y menos aún quién puede tener paciencia para leerlos íntegramente”, aventura. Los libros –que no contienen los cuentos de su último trabajo, Usted no me lo va a creer – no se venden en el país, donde la prioridad sobre la palabra de Fontanarrosa la tiene Ediciones De la Flor. “En España se asombraban por la cantidad de material. Pero es que ellos imprimen en dos meses lo que yo escribí durante treinta años”, dice.
Mucho se ha hablado del humor y la parodia como naves insignes de la literatura de Fontanarrosa. Poco se ha dicho, en cambio, de su oído absoluto para el rescate de ciertos registros de la lengua popular. Alguien ha mencionado que en uno de sus cuentos de fútbol, un delantero de sobrenombre Lalita, padece un baile de la defensa contraria. Solo contra todos, va y viene, sin alcanzar la pelota que se prestan los rivales. “No te enloquesá Lalita”, le grita entonces un compañero, desde el fondo de la cancha. Y está bien. En la urgencia de un partido, ningún recio defensor podría decir: “No te enloquezcas, Lalita” con algún convencimiento, y eso lo sabe el escritor que elige poner el lenguaje, entonces, al servicio de lo que cuenta. En otro relato, “El cielo de los argentinos”, el que está haciendo el asado, acosado por el hambre, sacude las brasas y le grita a un recién llegado: “Traete un salamín, ¿querés?”. Ese querés, excede el pedido o el favor, es una orden disfrazada: la manera de exigir de quien está llevando adelante el asado para los demás.
-¿Cómo acostumbra al oído para captar eso?
-Están como grabadas esas charlas que uno escucha durante años. Se trata de prestar atención no sólo para captar el lenguaje, sino para reproducirlo y lograr que el lector, después, se sienta involucrado. Pero, de todas formas, la situación tiene que estar en función de una anécdota.
-La identificación como primera capa de la cebolla.
-Y... sino quedaría en algo costumbrista, nada más. La intención es encontrar un plus en el relato. Una cosa que tenga otro guiño. Sueño de barrio, por ejemplo, que era el cuento ese donde un pibe sueña que ha tenido relaciones sexuales con una amiga del club, y él se lo cuenta a los amigos, y va en cana. A mí me parece que el plus es que en ningún momento el chico dice: “Che, pero esto fue un sueño”. No, él lo que dice, en su defensa, es: “Ella me provocó”. Todos toman el sueño como si fuera algo real. Tal vez se trate de eso: un lenguaje fácil de identificar en una situación de conflicto.
-Un conflicto que se suele resolver a través del humor.
-Es que me parece un buen mecanismo, algo que a mí me sale de manera natural. De otra forma, no lo podría hacer: es un rasgo personal, no tengo intenciones de resignar el humor. A pesar de que yo arranco, en lo posible, si la encuentro, de una situación dramática, de una situación de conflicto. Lo que pasa es que después la resuelvo con un tono de humor, tal vez podría continuarla más dramáticamente, pero a mí me parece que el humor da otro aire.
-Leí que unos veinte años atrás había pensado en una novela que no hiciera pie en el humor...
-El mundo ha vivido equivocado era el comienzo de una novela. Y después me empantané, y quedó el cuento. Es que, para avanzar, necesito saber cómo termina un relato. Hay otros que no. El gordo Soriano decía que no: él arrancaba. Yo necesito saber cómo termina.
-Borges decía que, de un cuento, él sabía el principio y el final:lo que no sabía era lo que sucedía en el medio.
-Yo necesito también eso. Cuando tengo un determinado porcentaje de datos para sentarme a escribir un cuento, un 35 por ciento por ejemplo, sé que el resto va a ir apareciendo. Pero, repito, siempre y cuando sepa hacia dónde voy.
-Volvamos a la cuestión del humor. El humor le permite, en un tono glamoroso, describir a una madre viciosa que al besar al hijo, por las noches, destila aliento a ginebra.
-Está escrita con mucho cariño esa madre. Era un poco el concepto, la idea: una madre amorosa llena de vicios. Ahora, las cosas que me pasaron con ese cuento. Mi vieja, que tiene ochenta y seis años y siempre ha sido una mina bárbara, con un sentido del humor formidable, me dice: “¡Negrito!, me habló Lolita, me dijo que escribiste un cuento hermoso sobre mí”. Después, me llama una vecina. Una vecina que tenía un vivero, y me dice: “Robertito, vos sabés que yo la conozco mucho a Rosita, pero nunca pensé que fuera así”.
-El músico uruguayo Jaime Roos se define como un agradecido porque tiene pasión por cosas –el fútbol, el barrio Sur de Montevideo, la murga– que son populares. Dice que no tiene que esforzarse para lograr complicidad con la gente. ¿Le pasa algo parecido?
-Yo digo exactamente lo mismo. Si a mí me gustara el béisbol, escribiría sobre béisbol. Y claro, me leerían cuatro personas. No podría escribir sobre rugby: no entiendo un carajo de rugby. Y es cierto, hay como una coincidencia entre los gustos de mucha gente y los míos: el fútbol, la música popular. No soy un conocedor ni me atrae la
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