Fubarbundy La gesta del muerto
Enviado por eduardo polanco • 11 de Marzo de 2017 • Tarea • 83.529 Palabras (335 Páginas) • 146 Visitas
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Primera edición digital febrero 2015
2014 ® Fubarbundy: La gesta del muerto
2014 ® Armando Cuevas Calderón
Todos los derechos reservados.
Queda prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos de este libro para cualquier medio, incluido el electrónico, sin autorización escrita del autor.
Los personajes y lugares que aparecen en esta publicación, salvo los que son de dominio público, son ficticios y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.
Portada por Armando Cuevas Calderón.
A mi esposa, Amaya,
por soñar mis sueños como si fuesen suyos.
Sólo hay una guerra que puede permitirse el ser humano:
la guerra contra su extinción.
Isaac Asimov
Cuando bordeamos un abismo y la noche es tenebrosa, el jinete sabio suelta las riendas y se entrega al instinto del caballo.
Armando Palacio Valdés
ADVERTENCIA
Tienes en tus manos la segunda parte de la trilogía Fubarbundy. Aunque se pueden leer como libros independientes recomiendo, para la mejor comprensión de la historia y el seguimiento correcto de sus protagonistas, respetar el orden. Comenzar por: La última pandemia, seguir con La gesta del muerto (este libro) y terminar con Isla Cuarentena.
ÍNDICE
ADVERTENCIA
PRIMERA PARTE
1. EL DESPERTAR
2. LA COSECHA
3. LA SALUD DEL COBARDE
4. ROTORES EN TÁNDEM
5. PLAN B
6. CENA DE NEGOCIOS
7. UN CUARTO PARA LUNA
8. LA MADRIGUERA
SEGUNDA PARTE
9. UNA VISITA INESPERADA
10. UNA DE CAL Y OTRA DE ARENA
11. EL MONSTRUO
12. SOPA FRÍA
13. LÁGRIMAS
14. DESOREJADO
15. EL SOLITARIO
16. LA FRAGATA
17. BAILA PARA MÍ
18. EL CAZADOR CAZADO
TERCERA PARTE
19. EN COMPAÑÍA DEL LOBO
20. BALAS TRAZADORAS
21. LA GESTA DEL MUERTO
22. EL ASEDIO
23. DETRÁS DE TI
CUARTA PARTE
24. ESPERANDO EL AMANECER
25. ZONA CERO
26. ¿PUEDE REPETIR, SEÑOR?
27. MANHATTAN
28. DE VACACIONES
29. TANTO MONTA
30. EL NIDO
NOTA A LOS LECTORES
PRIMERA PARTE
1. EL DESPERTAR
El alba descubrió la ciudad. La luz de un nuevo día inauguró un Madrid desolado. Cada rincón de la ciudad emanaba el aroma de la decadencia más absoluta. Todas y cada una de las calles, que en otro tiempo fueron dominio del hombre, eran ahora propiedad de las malas hierbas. Las abundantes lluvias de la primavera cubrieron las grietas del suelo de un verdor incongruente. El cemento y el acero cedieron su hegemonía sin protestar. La naturaleza lo invadió todo en unos pocos meses y, llegado el verano, el asfalto y las aceras se convirtieron en jardines abandonados recorridos por paseantes espectrales.
Los primeros rayos de sol llegaron a los ojos entornados del infectado y lo despertaron del todo. Sus pupilas se adaptaron a la luz y su extraño cerebro tomó el control. Empezó a caminar movido por un instinto tan antiguo como el propio hombre: el de alimentarse, aunque apenas lo necesitaba. Su metabolismo era tan eficaz que podía pasar largos periodos de tiempo sin comer ni beber, aprovechando hasta la más mínima partícula de comida ingerida en una digestión eterna que no dejaba residuos. Su corazón, parado durante la noche, comenzaba a bombear una sangre compuesta por células extremadamente especializadas, a razón de cinco pulsaciones por minuto. Todo él era una máquina perfecta de sostenibilidad, un organismo evolucionado exclusivamente para sobrevivir. Sin conciencia, tan solo unas pocas sinapsis conectaban sus neuronas para informar a su cuerpo de un mensaje recurrente que se resumía en un objetivo: acabar con todos los humanos.
Cientos de miles de estos nuevos seres comenzaron a moverse por las calles. Ajenos los unos a los otros trazaban su propio camino en el asfalto anaranjado por la luz del amanecer. Buscaban saciar un hambre incontrolable y completar su propósito. Aquella mañana sin embargo sería distinta a otras. Un pequeño grupo de infectados detuvo su deambular errático casi al tiempo, luego acompasó su paso en una misma dirección sin un motivo aparente, un hecho que no había ocurrido nunca excepto cuando una presa se cruzaba en su camino.
A lo largo del día otros muchos hicieron lo mismo. Algo estaba cambiando en su mermado cerebro de reptil. Una mejora necesaria para conseguir su objetivo se desarrollaba en sus escasas circunvoluciones. Su pituitaria recibía retazos de olores que antes su mente no sabía interpretar.
Al caer la noche miles de infectados caminaban juntos con un arrastrar de pies hipnótico. En macabra procesión y en distintas direcciones, abandonaban la ciudad.
2. LA COSECHA
A las ocho de la mañana la actividad en el castillo era frenética. Después de muchos meses de espera, Andrés, el ingeniero agrónomo, y Sergio, el enólogo, por fin habían determinado que era tiempo de cosechar. El agua abundante, suministrada por el embalse a través de la bomba y conducida por los más de doscientos metros de manguera, unida a una primavera de temperaturas altas, habían conjugado el milagro. Desde el adarve de la barbacana aprecio perfectamente el tapiz de colores que componen los tomates rojos, las judías verdes, los pepinos, las matas de patatas, cebollas y ajos, los pimientos… No he dejado ni un solo día de recrearme la vista con el espectáculo, igual que han hecho todos y cada uno de los habitantes de la comunidad del Castillo de los Mendoza.
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