Gratuidad En La Educacion
nicole.144 de Mayo de 2015
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Desde algunos años, la educación superior ha sido el gran tema de discusión en todos los estamentos de nuestro país. Los medios de comunicación se han llenado de columnas y opiniones del más diverso tipo al respecto, proponiendo soluciones y metas de la más variada índole. En este sentido, uno de los postulados más polémicos es aquel que establece que la educación superior en Chile, al considerarse un bien público fundamental, no debería tener ningún costo para los chilenos, incluyendo a los más ricos. Luego de un análisis de las posturas implicadas, es preciso manifestar que, en efecto, el acceso gratuito universal a la educación superior constituye una medida de suma necesidad para el mejoramiento y equilibrado progreso de nuestra nación.
En primer lugar, en la actualidad no es extraño que la gente relacione a la educación con el dinero, como si de un bien de consumo más se tratase. Desde luego, la implementación de una medida como la citada reforzaría de manera incomparable el ya olvidado estatus de la educación como bien público de vital relevancia para la sociedad, recuperando su dignidad perdida con el paso de los años y promoviendo con ello un mejoramiento en todos sus aspectos. Un bien de consumo es de por sí desechable y con un valor pasajero; un bien público fundamental, por el contrario, posee intrínsecamente un valor altísimo e imperecedero, que llama a su cuidado y preservación. En este sentido, un cambio de estatus no es sólo una modificación simbólica: es el paso decisivo para su progreso. Y sin lugar a dudas, una educación que avanza de esa forma es síntoma de un país mejor y más ecuánime.
Por otro lado, cada año somos testigos de las continuas denuncias de gente endeudada por los tristemente famosos créditos universitarios, mecanismos de financiamiento al que recurre el 70% de los estudiantes chilenos y que muchas veces poseen altísimas tasas de interés que hacen casi imposible su pago. Esto ha desincentivado permanentemente a generaciones de estudiantes de escasos recursos y de clase media, que, en vez de ver en la educación una vía de progreso y movilidad social, la consideran un tortuoso e ignoto camino de trámites bancarios, con altas probabilidades de terminar en una enorme deuda. En este sentido, garantizar un acceso universal y gratuito a la educación superior terminaría de manera definitiva con dicho estigma, impulsando a muchos más jóvenes a tomar la opción de continuar educándose luego de su egreso de la enseñanza secundaria. Y, desde luego, jóvenes de todos los estratos con una mayor educación constituirían un signo inequívoco de una mejor y más equilibrada nación.
Muchos han señalado que convertir a la educación superior en un bien público gratuito de acceso universal, al tener un altísimo costo, enviaría al país directamente a la quiebra económica y a su consecuente involución. Nada más alejado de la realidad. Y es que, según datos ventilados recientemente por los medios de comunicación al respecto, una medida como la mencionada solo haría incrementar en no más de 20.000 beneficiarios -escuálida cifra que representa a los denominados “ricos”- el presupuesto de educación superior proyectado para el futuro cercano, el cual ya contempla a las personas de escasos recursos y de clase media -aunque estos no utilicen los beneficios-. Pero incluso si la medida fuera de un altísimo costo, este es ínfimo para un país considerado líder en la economía a nivel latinoamericano y con tasas de crecimiento por sobre el 4%, más aún ponderando los enormes beneficios que su implementación traería para el futuro de nuestro país.
En síntesis, resulta totalmente clara la necesidad urgente de transformar a la educación superior en un bien público de acceso gratuito y universal, constituyéndose de esta forma en la vía óptima que permita el mejoramiento y ecuánime
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