Historia De Mexico
Laurabe7 de Enero de 2013
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Justo Sierra ante la condición humana*
Ma. del Carmen Rovira Gaspar
Justo Sierra nació en la ciudad de Campeche, el año de 1848. En dicha ciudad realizó sus primeros estudios y más tarde se trasladó al D. F. En el año de 1871 se recibió de abogado.
Desempeñó importantes puestos políticos, fue diputado al Congreso de la Unión, Magistrado de la Suprema Corte de Justicia, Subsecretario de Instrucción Pública y Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes de 1905 a 1911, años claves para la cultura y la filosofía en México, ya que en 1910 participó en la fundación de la Universidad Nacional. Nombrado Ministro plenipotenciario en España, falleció en Madrid en el año de 1912.
Literato, historiador y periodista así como poseedor de un pensamiento filosófico que llevó a la práctica, su obra es sumamente amplia. En ella se reúnen artículos de periodismo, ensayos literarios, estudios de historia así como también páginas en donde expone su orientación positivista y las distintas posiciones que adoptó en relación al pensamiento filosófico de Comte, Spencer y Stuart Mill. Darwinista convencido, Sierra terminó en una posición escéptica en relación al cientificismo positivista. Maestro de los ateneistas, fue promotor y guía de la inquietud innovadora que los caracterizó.
Entre sus obras, principalmente en relación con su pensamiento filosófico, cabe mencionar su Historia de la antigüedad, texto de historia en la Escuela Nacional Preparatoria, que recibió severas críticas de parte del periódico católico “La Voz de México”. Su ensayo México social y político (apuntes para un libro) y Evolución política del pueblo mexicano.
En el año de 1877 Justo Sierra fue nombrado profesor de historia y cronología de la Escuela Nacional Preparatoria.
A propósito de ello y llevado por su inquietud de dar a conocer a sus alumnos las nuevas teorías evolucionistas, Sierra, escribió una obra titulada Compendio de historia de la antigüedad que salió publicada, como era entonces costumbre generalizada, por “entregas”. Esta obra es un testimonio del pensamiento histórico de Sierra; la escribe orientado por la influencia de Spencer y de Darwin, lo cual dio origen a fuertes críticas de parte del grupo católico mexicano. La obra es un testimonio, muy valioso, del concepto de la historia y del método histórico seguido por Sierra. En el “Preámbulo” señala que:
...desde el momento en que se marca la preponderancia de una fracción de la especie humana sobre las otras, dar a aquella el primer papel y consagrar a éstas una atención proporcionada a su importancia... La ciencia de la historia consiste en la investigación de los hechos humanos que se han sucedido en el curso de los siglos y de las leyes generales que los rigen... La historia es una de las ciencias sociológicas en vía de formación... para construir el edificio de la ciencia, es indispensable la investigación constante de las causas de los hechos, es decir, buscar cuáles sean los hechos generales que comprendan las relaciones de los fenómenos entre sí. Esto es, llegando a ciertas generalizaciones superiores, lo que se ha llamado filosofía de las ciencias... En la historia estas generalizaciones superiores pueden reducirse a la ley del progreso y a la de la evolución (Sierra, 1977; Vol. X: 15).
El grupo católico mexicano al no aceptar los planteamientos de carácter darwinista y spenceriano, realizados por Sierra en sus primeros pliegos, ejerció tal presión que Sierra corrigió y suprimió, al parecer, algunas de sus afirmaciones, aunque siguió en su línea evolucionista.
En el apartado “1. La creación”, se refiere a “Las hipótesis científicas sobre el origen del universo, que respetables conocedores creen conciliables con el Génesis, se deben principalmente a Kant, a Herschel y, sobre todo a Laplace”, continúa afirmando, “Darwin y sus discípulos sostienen que la explicación científica del origen del hombre, estriba en lo que se llama la transformación de las especies”.
Sierra propuso siempre el laicismo en la enseñanza, advirtiendo que el concepto de “laicismo” debía entenderse como “neutralidad” ante cualquier credo religioso. Su crítica a la enseñanza religiosa-escolástica y al poder de la Iglesia está presente en su obra:
...ahora la Iglesia reclama lo que se ha perdido; este monopolio que quisiera para ella, cuando no lo puede obtener por entero, lo quiere partir con el Estado... los miembros del partido ultramontano... que quiere y lo está consiguiendo, deprimir la enseñanza científica para levantar sobre ella la enseñanza eclesiástica; en una palabra, quiere destruir el Estado laico y obtener en la escuela el campo que ha perdido en el mundo de la acción (Sierra, 1977; Vol. V: 31).
En el pensamiento de Sierra puede descubrirse a momentos una inquietud y un cierto romanticismo al relacionar la ciencia con la religión. En su Discurso “Apología de la ciencia”, pronunciado en la Escuela Nacional Preparatoria, el 8 de septiembre de 1877, después de realizar un panegírico de la ciencia y de su tarea precisa, lanza esta acusación:
Impíos los que la llamáis irreligiosa (a la ciencia) ¡no la habéis comprendido!. A medida que avanza, a medida que crece, se ensancha en torno suyo el misterio supremo de la vida, sustancia íntima de la religión... Allí, incognoscible, pero real lo absoluto, sin el cual lo relativo sería la nada... si lo llamáis Dios, convenid conmigo en que el cielo narra la gloria de Dios del salmista hebreo, jamás ha sido más solemne que cuando al salir de los labios de la ciencia, ha tenido por eco el infinito (Ibíd.: 19).
Atendiendo a otros aspectos de su pensamiento pasamos a referirnos a sus críticas a la Constitución de 1857. Si bien en el campo de la ciencia, como tal, admitía, a veces, cierta relación con lo “absoluto”, en el de la política como ciencia rechazaba lo “abstracto” y lo “absoluto”. Admitía que hacía tiempo estaba de vuelta “del mundo en que se vive de lo absoluto y de lo ideal”; afirmando que ignoraba los principios absolutos, concluye:
...para mi no hay nada sino lo esencialmente relativo; yo declaro que no entiendo lo que quisieron decir los diputados al Congreso Constituyente cuando en alguno de los artículos de la Constitución dijeron, por ejemplo: ‘Todo hombre es libre para abrazar la profesión que le acomode’...Yo creo que los derechos de la sociedad y los derechos del individuo son dos fases de la ley de la necesidad que precede al desenvolvimiento del organismo social...Yo creo que no es la libertad ese querube bíblico que baja de los cielos en medio de los truenos y de los rayos y sobre cuyas alas se para Jehová por en medio del firmamento estremecido (Ibíd.: 31).
Afirmaba ya en 1878 que “la Constitución de 57 es una generosa utopía liberal, pero destinada, por la prodigiosa dosis de lirismo político que encierra, a no poderse realizar sino lenta y dolorosamente” (Sierra, 1977; Vol. IV: 143). En ella se había actuado a ciegas aceptando “más o menos conscientemente la absurda teoría del contrato social”. Respondiendo a la acusación de reaccionarios que El Monitor había lanzado a su grupo, responde con cierta ironía “si quiere saber el colega por qué somos reaccionarios, se lo diremos... Porque habiendo el pueblo mexicano avanzado tanto en el camino de la democracia y de la libertad como la Constitución de 57 lo indica, nosotros queremos hacerlo retroceder a las ideas de orden. ¡Orden: como si eso no fuera mentar la soga en casa del ahorcado” (Ibíd.: 203).
Por otra parte, Sierra planteaba una renovación política, pero advertía que dicha renovación no debía tomar “por punto de partida la añeja preocupación de que la función del gobierno es hacer la felicidad del pueblo, resto de las antiguas concepciones antropomórficas de la divinidad, sino de que sólo está llamado a administrar justicia, es decir, en reconocer como límite de la acción social y de la acción individual el derecho del individuo” (Sierra, 1977; Vol. V: 23).
La oposición a la Constitución del 57 y en general al régimen liberal, la realiza desde una posición spenceriana. En un artículo que, junto con otros de la misma época, 1878-1879, se publicaron bajo el rubro “El Programa de La Libertad” (Sierra, 1977; Vol. IV: 238), advertía en relación al hombre y su evolución en la sociedad:
Si el hombre no puede tener derechos absolutos, sí tiene que conformarse y de hecho se conforma, a pesar de todas las declamaciones de los metafísicos, a las necesidades del medio social en que vive, en cambio, su evolución a través de la historia ha tenido estos dos caracteres: la tendencia de la sociedad a organizarse mejor, la tendencia del individuo a ensanchar su actividad: estos dos movimientos coinciden tan íntimamente que son como dos fases de uno solo. La una fase es lo que llamamos los evolucionistas la integración, la otra es la diferenciación (Ibíd.: 182).
La sociedad, que es un organismo, obedece a la ley que da lugar a la integración y a la diferenciación. La civilización, afirma,
...marcha en el sentido del individualismo en constante y creciente armonía con la sociedad... Es para mi fuera de duda que la sociedad es un organismo, que aunque distintos de los demás, por lo que Spencer le llama un superorganismo, tiene sus analogías innegables con todos los órganos vivos. Yo encuentro... que el sistema de Spencer, que equipara la industria, el comercio
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