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INTEGRACION DE LAS PERSONAS CON DEFICIENCIAS DEL LENGUAJE


Enviado por   •  24 de Junio de 2013  •  2.345 Palabras (10 Páginas)  •  1.651 Visitas

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Integración de las personas con deficiencias del lenguaje.

Integración familiar y escolar.

La familia, la escuela y el medio en general, son quienes realmente influyen y hacen a un ser humano más o menos capaz para hablar y desenvolverse en su medio. Cada una, a su vez, influye de una manera particular, marcando las bases para el desarrollo y desenvolvimiento futuro del individuo, tal como ocurre con el influjo familiar, cuya importancia es mucho más crucial para los niños con trastornos del habla. Castañeda (2008-2009)

El hogar y la escuela tienen vital importancia en el desarrollo de la lengua materna debido a que son los espacios donde el niño interactúa constantemente con sus pares recibiendo continua estimulación, brindándole un sin número de oportunidades para que manifieste su lengua materna, lo que lo prepara para que en la escuela desarrolle la lengua escrita con mayor facilidad permitiendo esto prevenir posibles dificultades. (Conceptualización y política en el área de lenguaje 1997).

Integración familiar.

Siguiendo con el enfoque de Castañeda quien aporta que:

La familia es el medio psicológico donde el niño va encontrando progresivamente los estímulos y las respuestas para su maduración y desarrollo armónico. En ella es donde por primera vez va adquiriendo la necesidad y la capacidad de comunicarse, es decir, donde el niño da los primeros pasos por la senda de la comunicación humana. Pero, toda alteración en las relaciones familiares puede retardar o frenar su desarrollo afectivo o emocional, dando lugar, a veces, a los trastornos del habla como un síntoma más de ese desequilibrio.

De allí que las condiciones afectivas que se encuentran en el hogar como producto de las relaciones entre sus miembros, padres e hijos, influyen enormemente en la adquisición y desarrollo del habla, que es uno de los aspectos del desarrollo integral del niño.

Cabe señalar que, para que aparezca y se desarrolle el habla, es preciso que el niño exteriorice una necesidad emocional para comunicarse, como una forma de abrirse a los demás. Esta necesidad es aprendida en el seno íntimo y afectivo de la familia, donde los padres, especialmente la madre, lo inician en el proceso de socialización y comunicación a través del lenguaje verbal. Obviamente, cuando no se dan esas condiciones propiciadoras, el niño tiene problemas para la adquisición del habla, siendo esta la causa del retraso y, en el peor de los casos, de los trastornos del lenguaje verbal.

Es bueno saber también que el desarrollo del habla no tiene un curso evolutivo uniforme, sino que hay irregularidades o desfases que pueden deberse a una diversidad de causas. Por ejemplo, en algunos niños, después de haber alcanzado un nivel lingüístico acorde con su edad, reaparecen en su lenguaje formas y modalidades expresivas propias de edades anteriores. Así, un niño de 4 ó 5 años vuelve a hablar como lo hacía a los 3 años o como lo hace el hermanito menor, por quien se siente desplazado en el cariño y atención de los padres.

Con esta "vuelta" o regresión a un lenguaje infantil, pretende fortalecer sus vínculos afectivos y recuperar la prioridad en el grupo familiar. Indudablemente, cuando los padres no comprenden y no saben proceder de manera adecuada ante estas conductas verbales o "solicitudes" de atención, le generan tensiones y frustraciones, dando lugar a la aparición de trastornos del habla u otros tipos de desajustes de conducta, como un síntoma que puede afectar el desarrollo de la personalidad del niño.

En otros casos, suele suceder que pese a la aparente estabilidad afectiva que existe en la familia, surge "inexplicablemente", sin causa aparente, el trastorno del habla en el niño, motivando lógicamente reacciones de desconcierto y desajuste en la familia. Como tal, los padres se resisten a aceptar el problema, manifestando ante esto, de manera encubierta comportamientos y actitudes de sobreprotección hacia el niño. Todo esto no hace sino rodear al afectado de un ambiente familiar que agrava más el defecto en lugar de facilitar la mejoría y su tratamiento oportuno.

Así pues, el clima afectivo que hay en la familia, así como las actitudes de los padres hacia el niño con defecto del habla, influyen de manera importante y crucial en la situación o estado del mismo y, consiguientemente, en sus actitudes hacia el tratamiento.

Por eso los padres que son comprensivos y tolerantes, sobre todo prudentes y cautos en sus comportamientos con el niño, le brindan un mejor apoyo y estimulación para superar el problema, incluso acudiendo al especialista, ya que esto no es una cuestión que debe enfrentarse en forma casera, sobre todo cuando el defecto tiende a progresar.

Integración escolar.

El autor antes mencionado expresa que: Cuando el niño inicia la escolaridad presentando el defecto en el habla, esto por lo general constituirá un hándicap (desventaja) para su integración social y para conseguir el rendimiento escolar en proporción a su capacidad.

En el medio escolar, el niño puede sentirse fácilmente marginado por los compañeros que, a veces, ni le entenderán cuando se expresa, esto es, si se trata de un defecto severo. Con frecuencia le dirán que habla mal y lo humillarán, creándole nuevos traumas e inhibiciones que irán comprometiendo y empeorando la situación del niño.

Si los efectos de estas experiencias negativas son bastante traumatizantes, no solamente le harán disminuir visiblemente su rendimiento escolar, sino también le generarán otros desajustes de conducta, incluso comportamientos fóbicos a la escuela y a las relaciones sociales.

Estos niños suelen presentar correlativamente al defecto del habla, ciertas conductas como distraibilidad, poca concentración y dificultades en la lecto-escritura. También suelen tener fallas en la percepción, orientación espacial y en la discriminación auditiva.

Cuando estos defectos o errores que comete el niño no son muchos o no son marcados, los padres no suelen darles importancia y no procuran ponerles remedio sino hasta cuando llega a la edad escolar, situación en la que se hacen más patentes sus manifestaciones, afectando otras áreas del comportamiento.

El ambiente escolar es, entonces, una fuente de tensión y frustración para esta clase de niños, empeorando y haciendo difícil el tratamiento del problema. Para evitar todo esto, es conveniente realizar el tratamiento lo más tempranamente posible, antes que ingrese el niño a la escuela. Esto es lo correcto y más conveniente, ya que dentro del ambiente

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