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Indian Hill


Enviado por   •  26 de Abril de 2014  •  Ensayo  •  6.378 Palabras (26 Páginas)  •  163 Visitas

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cuatro de Julio, cuando ya se habían registrado cuarenta casos en la ciudad, para que en la primera plana del periódico vespertino apareciera una noticia titulada «Las autoridades sanitarias alertan a los padres sobre la polio», donde se citaba al doctor William Kittell, inspector del Consejo de Sanidad, quien había prevenido a los padres para que observaran detenidamente a sus hijos y, en caso de que un niño mostrara síntomas como dolor de cabeza, garganta irritada, náuseas, rigidez de cuello, dolor en las articulaciones o fiebre se pusieran en contacto con el médico. Aunque el doctor Kittell reconocía que cuarenta casos de polio eran más del doble de los que solían producirse al comienzo de la temporada, quería dejar claro que aquella ciudad de 429.000 habitantes en modo alguno sufría lo que podría considerarse una epidemia de poliomielitis. Aquel verano, como todos, había motivos de preocupación (por la malaria, la fiebre amarilla y el tifus), y era necesario adoptar las medidas higiénicas apropiadas, pero aún no había razones para que cundiera la alarma que, veintiocho años atrás, habían mostrado los padres durante el brote más largo de la enfermedad jamás producido: la epidemia de polio de 1916 en el nordeste de Estados Unidos, cuando se habían dado más de 27.000 casos y 6.000 fallecimientos. En Newark había habido 1.360 casos y 363 muertes.

Esta enfermedad paralizante que dejaba al niño permanentemente impedido y deforme o incapaz de respirar fuera de un recipiente metálico cilíndrico –un respirador artificial llamado «pulmón de acero»–, o que podía conducir desde la parálisis de los músculos respiratorios hasta la muerte, causaba a los padres de nuestro barrio una considerable aprensión y alteraba la tranquilidad de los niños que gozaban de vacaciones veraniegas y podían pasarse el día, hasta bien entrado el largo crepúsculo, jugando al aire libre.

Franklin Delano Roosevelt, la víctima más famosa de la polio, contrajo la enfermedad cuando era un vigoroso hombre de treinta y nueve años; a partir de entonces tuvieron que sostenerle para que pudiera caminar y, aun así, debía llevar unas pesadas abrazaderas de acero y cuero desde las caderas hasta los pies sin las que no hubiera podido mantenerse erguido. La institución benéfica que Roosevelt fundó cuando estaba en la Casa Blanca, la March of Dimes, obtenía dinero para la investigación y la ayuda económica a las familias de los afectados, pues, aunque era posible una recuperación parcial o incluso total.

Se consideraba que la mejor protección de un niño contra la polio era que huyera de la tórrida ciudad y pasara el verano en un campamento en las montañas o en el campo, o bien a unos cien kilómetros de distancia, en el litoral de Jersey, puesto que creían que los mosquitos los contagiaban.

Aquel año, el director del centro de verano era Bucky Cantor, quien, debido a una deficiencia visual que le exigía llevar unas gafas de gruesos cristales, era uno de los pocos jóvenes que no estaba luchando en la guerra. Durante el curso anterior, el señor Cantor se había convertido en el nuevo profesor de educación física de la escuela elemental Chancellor Avenue, por lo que a muchos de los que frecuentábamos el centro de verano ya nos conocía de sus clases de gimnasia. Aquel verano tenía veintitrés años, y era graduado por South Side, la escuela de enseñanza media de Newark a la que iban alumnos de diversas razas y religiones, y licenciado por la Universidad Panzer de Educación Física e Higiene, en East Orange.Antes de que su abuelo le pusiera el apodo de Bucky, los amigos de la infancia con los que jugaba en la calle le llamaban As, sobrenombre inspirado no solo por su precoz excelencia deportiva sino por la insólita configuración de sus orejas.

Poco después, aquella misma semana, dos de los chicos que habían estado en el patio cuando llegaron los italianos no volvieron a presentarse para jugar a la pelota. La primera mañana, los dos se habían despertado con fiebre alta y el cuello rígido, y la segunda noche, cuando la debilidad de sus brazos y piernas aumentaba sin cesar y tenían dificultades respiratorias, hubo que trasladarlos al hospital en ambulancia. Uno de los muchachos, Herbie Steinmark, era un alumno de octavo llenito, afable y torpe al que, debido a su ineptitud para los deportes, se le solía asignar al exterior derecho del campo y era el último en batear; el otro, Alan Michaels, también de octavo curso, se encontraba entre los dos o tres mejores atletas del grupo, y era el muchacho que había llegado a tener una relación más estrecha con el señor Cantor. Al cabo de cuarenta y ocho horas había once casos más, y aunque ninguno de los niños afectados había estado aquel día en el centro, por el barrio se extendió el rumor de que los italianos habían traído la enfermedad al sector de Weequahic. Puesto que hasta entonces su barrio era el que había registrado el mayor número de casos de polio de la ciudad y en el nuestro no se había producido ninguno, se creía que, fieles a su palabra, los italianos habían cruzado aquella tarde la ciudad de un extremo a otro para infectar intencionadamente a los judíos con la polio, y que lo habían logrado.

Familia de Cantor:

La madre de Bucky Cantor había muerto durante el parto, y los abuelos maternos habían criado al niño en un bloque de pisos de alquiler de la calle Barclay, frente a la parte baja de la avenida Avon, que albergaba a doce familias y se encontraba en una de las zonas más pobres de la ciudad. Su padre, del que había heredado una visión deficiente, era contable de unos grandes almacenes del centro y tenía una afición desmedida a apostar en las carreras de caballos. Poco después de la muerte de su esposa y del nacimiento de su hijo fue denunciado por robar a su patrono para cubrir sus deudas de juego, y descubrieron que se había estado llenando los bolsillos desde el mismo día en que empezó a trabajar en la empresa. Pasó dos años en la cárcel y, una vez en libertad, nunca volvió a Newark. A falta de padre, el niño, llamado Eugene, fue instruido en las cosas de la vida por su abuelo, un hombre corpulento como un oso y muy trabajador, en cuya tienda de la avenida Avon el chico trabajaba al salir de la escuela y los sábados. Tenía cinco años cuando su padre se casó por segunda vez y contrató a un abogado para lograr que el niño fuese a vivir con él y con su nueva esposa en Perth Amboy, en cuyos astilleros trabajaba. Desde entonces, nunca más llegaron noticias del padre de Eugene.

Su abuela era una mujercita cariñosa, de buen corazón, un firme contrapeso de su abuelo. Soportaba las penalidades

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