LA ALABANZA QUE DIOS ANHELA
Enviado por AdrianQuerales • 1 de Mayo de 2014 • Tesis • 2.462 Palabras (10 Páginas) • 215 Visitas
LA ALABANZA QUE DIOS ANHELA (parte I)
EL PRINCIPIO DEL SACERDOCIO
A) EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
Bajo el Antiguo Testamento. Dios ordenó un sacerdocio que sirviera para representar a Su pueblo delante de El. Su ministerio envolvía un complicado sistema de ritos y ceremonias. Estas simbolizaban realidades espirituales venideras. Eran sombras de aquellas cosas, pero no constituían su sustancia.
El ministerio sacerdotal de Cristo cumplió cada tipo implícito en el sacerdocio del Antiguo Testamento. El no abrogó la ley y los profetas, sino lo cumplió. El sacerdocio levítico y arónico fue reemplazado por un sacerdocio nuevo. Bajo los términos del Nuevo Pacto, todo creyente es un sacerdote de Dios en este orden. En éste no ofrecemos animales en sacrificio por el pecado como hacían los sacerdotes del Antiguo Pacto. Estamos llamados a ser un "...real sacerdocio", para ofrecer sacrificios espirituales y aceptables a Dios por Jesucristo (1 P2:5).
La palabra griega para "ofrecer" es "anafero", que significa llevar, adjudicar, conceder.
La palabra "sacerdote" significa "acercarse". En términos de la Ley, se utiliza con referencia a aquél que puede acercarse a la Presencia Divina (Ex. 19:22; 30:20). Se aplica usualmente a los hijos de Aarón, pero tenía una aplicación más amplia. Se aplica también a Melquisedec (Gn. 14:18), a Jetro (Ex. 3:1) y a los sacerdotes mencionados en Exodo 19:22, quienes ejercieron ministerios sacerdotales antes de la institución del sacerdocio arónico.
En Número 16:5 vemos tres cosas que se relacionan con el sacerdocio del Antiguo Testamento: "Mañana mostrará Jehová quién, es suyo, y quien es santo, y hará que se acerque a él; al que el escogiere...".
Apartad para el Señor- "...quién es suyo"
Santo- "... y quién es santo..."
Ordenados para acercarse a Dios- "...hará que se acerque a él".
La primera describe la posición del sacerdote. Ha sido santificado y apartado del mundo para el servicio de Dios.
La segunda describe su condición: es santo, consagrado al Señor. Todo vaso ofrecido a Dios era santificado para Su uso (Lv 27:28).
La tercera describe su ministerio y función - acercar a la gente a Dios.
Esto se refiere a todas las actividades que realizaba el sacerdote.
Puesto que el sacerdocio representaba al pueblo, su función también representa los elementos esenciales sobre los que se basaba toda la comunidad del pacto. Estos venían a ser:
-Una compañía llamada y separada
-Una nación santa, un pueblo peculiar
-Un reino de sacerdotes para dios. Exodo 19: 4-6.
B) EN EL NUEVO TESTAMENTO
Somos la Iglesia. La compañía de los llamados. Llamados del Egipto pagano y del reino de Satanás a fin de vivir en santidad de vida para el Reino de Dios y de Su amado Hijo (Col. 1:13).
Tenemos que ser un pueblo santo. La santidad es esencial para el compañerismo y la comunión con Dios. "Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor" (He. 12:14).
Debemos allegarnos a Dios. Para ofrecerle sacrificios espirituales que le agraden. "...sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo" (1P 2:5). "...ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios..." (He 13:15).
C) REQUISITOS DEL SACERDOCIO
Filiación. Dios eligió a los hijos de Aarón como sacerdotes (Ex.6:18-20; 28:1) Aarón fue el primer sumo sacerdote. Nosotros somos HIJOS de Dios y descendientes de nuestro Sumo Sacerdote - Jesucristo.
Ordenación. Los hijos de Aarón fueron ordenados para el sacerdocio por Moisés. Nosotros también somos ordenados para ser reyes y sacerdotes para Dios a través de Jesucristo (Ap. 5:10). El "sacrificio de alabanza" muestra que no siempre es fácil hacer esto. Tenemos que alabar al Señor en todo tiempo, y no sólo cuando es fácil hacerlo. Nuestro sacrificio de alabanza es el "fruto de nuestros labios" pronunciada audiblemente.
Rectitud. Levítico 21:17-21 nos dice en este respecto lo que sigue: "Ninguno...que tenga algún defecto, se acercará para ofrecer...las ofrendas encendidas para Jehová".
Limpieza. Se exigía que los sacerdotes se lavarán las manos y los pies antes de entrar en el tabernáculo (Ex 30:17-21; 40:30-32).
Vestiduras. Aún cuando no estuvieran sirviendo en el tabernáculo, los sacerdotes deberían usar una vestidura distintiva. De esa manera siempre se les podía reconocer como sacerdotes del Señor. Sin embargo, cuando servían en el santuario, se les requería que usaran su ropa oficial, la cual consistía de cuatro prendas. (Cuatro es el número del Reino de Dios. Así se les veía como siervos del Reino).
Unción. El candidato para el sacerdote era conducido hasta la puerta del Tabernáculo.
Su cuerpo era lavado con agua
Se le vestía con las ropas oficiales
Se le ungía con óleo santo (símbolo del Espíritu Santo Ex. 30:30)
Hijos de Dios. Solamente los Hijos de Dios que han sido verdaderamente regenerados tienen acceso al real sacerdocio. El espiritual. Hasta que esto no tome lugar en nuestras vidas, estaremos totalmente incapacitados para ofrecerle una genunina adoración como la que El requiere de todos los que desean servirle en espíritu y en verdad (Jn 4:24). La adoración espiritual verdadera es el resultado o producto de la presencia del Espíritu de Dios en la vida que le adora a través de un espíritu redimido y renovado.
Sacerdotes para nuestro Dios. Como hijos renacidos de Dios, somos un "...linaje escogido, real sacerdocio, una nación..." (1 P 2:9), Cristo "...nos ha hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes..." (Ap 5:10).
Rectos. Las manchas e imperfecciones físicas bosquejaban en Levítico 21:17-21 y aplicables al sacerdocio del Antiguo Testamento son también simbólicas, las cuales se aplican de la misma manera a los adoradores de hoy. No son las imperfecciones físicas las que impiden que asumamos nuestro papel sacerdotal, sino las espirituales, de las que las primeras son un tipo. Dios desea las alabanzas de un pueblo RECTO. Nuestra vida cristiana tiene que ser consistente con lo que profesamos en nuestra adoración
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