LA CONCEPCIÓN DE MUNDO MEDIEVAL Y DE SU LITERATURA
Enviado por seba2653 • 24 de Abril de 2014 • 3.097 Palabras (13 Páginas) • 1.719 Visitas
LA CONCEPCIÓN DE MUNDO MEDIEVAL Y DE SU LITERATURA
1. Dios en la visión de mundo medieval: teocentrismo y jerarquía
El hombre medieval, sumido en un mundo de misterios indescifrables, inseguro de sus propias fuerzas y capacidades, está apegado a una concepción teocéntrica de la vida: Dios es el poder sobrenatural que rige los destinos del universo y da respuestas a sus enigmas. La creencia en Dios, pues, constituye una necesidad fundamental del hombre medieval, porque en ella descansa su visión de mundo –su explicación del mundo y sus representaciones e ideas-, su conciencia moral, base y guía de su actuar, sus valores culturales y sociales, y sus acciones, encaminadas a un fin superior.
Para él, Dios, el ser que existe necesariamente y por virtud propia desde hace toda una eternidad y que encierra y resume dentro de sí todas las posibilidades, ha creado de la nada con su omnipotencia todo lo existente, el espíritu y la materia, y anima con su esencia cuanto existe y vive“. (Bühler Johannes, Vida y cultura en la Edad Media, págs. 39 y 40). Por ello, Dios es el Principio (lo increado) y Fin (destino) de todo lo existente, es el creador del universo y de todas sus criaturas, es eterno y para Él todo es presente. Dios es la suprema verdad, el supremo bien y la suprema belleza y su esencia se proyecta sobre el universo. Por esta razón, cuando los pensadores medievales estudian lo bello lo hacen con la intención de comprender a Dios, creador de todas las formas visibles, que no existen en sí mismas sino tan sólo como medios de aprehender la "razón divina". Y por la misma razón, la filosofía fue considerada la "sierva" de la teología, la que le daba a sus razonamientos un significado profundo.
De acuerdo con esta concepción de Dios, la cosmovisión medieval tiene una visión teocéntrica y jerárquica del mundo. De acuerdo con esto, Dios es el centro del universo y delega en la tierra su autoridad temporal y espiritual sobre el Papa y el Rey. Por su parte, los hombres, cualesquiera sean sus posiciones sociales , están subordinados a éstos y son iguales en origen, naturaleza y destino: todos son hijos de Dios, todos poseen un cuerpo finito y un alma inmortal, y todos están destinados a la vida eterna. En este ordenamiento, los objetos materiales están subordinados a las necesidades de subsistencia del hombre. El siguiente gráfico muestra este planteamiento:
2. El dualismo medieval
La concepción de mundo medieval se caracteriza por la presencia de elementos polares: la vida terrena y la vida eterna, el cuerpo y el alma, la razón y la fe, el idealismo y el pragmatismo, y el ascetismo y el gusto por lo material.
La vida terrena, perecedera, es concebida como “un valle de lágrimas”, como un paso para la vida eterna, imperecedera y verdadera, como un camino para conseguirla por medio de la virtud y del ejercicio de acciones que estén al servicio de la mayor gloria de Dios. La muerte, mirada con serenidad, es la puerta de acceso a esa vida perfecta. Por eso, como señala Jorge Manrique en sus Coplas a la muerte de su padre, los buenos religiosos la ganan con oraciones y con sacrificios y los caballeros, luchando contra los enemigos de la religión. En general, de acuerdo con la división de la sociedad, cada estamento lo hacen cumpliendo con los deberes que le corresponden, aunque la santidad es considerada sólo como patrimonio de nobles y de gente de iglesia.
En lo que respecta a la dualidad del hombre en tanto ser compuesto por un cuerpo finito y por un alma inmortal, hay en el medioevo una tendencia hacia la unidad, pero siempre con un dominio del alma sobre el cuerpo. No es extraño, en este período, que se califique este último como “cárcel del alma”, y considerarlo como objeto de penitencia, que debe ser sometido a privaciones y castigos. La tendencia al ascetismo es una manifestación de esta idea, lo mismo que la subordinación de lo material a la mera subsistencia del hombre. Por el contrario, el alma, que es inmortal, debe ser objeto del más amoroso cuidado. No obstante, a partir del siglo XIV, como consecuencia del desarrollo de la burguesía y de la fuerza que adquiere la vida citadina, se atisban ya síntomas de un profundo cambio en la mentalidad de las gentes. .El hombre recobra la fe en sí mismo, toma conciencia de su propia individualidad, presiente que puede ser el artífice de su propio destino y se sitúa en el centro de sus miras y preocupaciones. Así ese ascetismo que había caracterizado el pensamiento de los siglos anteriores se empieza a contraponer al aprecio por el dinero y al gusto por una vida muelle y sensual. De aquí deriva también una actitud pragmática frente a la vida, que se opone rotundamente al idealismo que consagrara como tipos humanos al caballero primero y al santo después. En este sentido, podría señalarse que en el medioevo se transita desde una concepción ascético-cristiana hacia una concepción pagano-materialista.
En el ámbito del conocimiento, la filosofía medieval –la escolástica- tiende a la conciliación de la razón y la fe a base de su convicción de la armonía fundamental entre razón y revelación. Los escolásticos afirmaban que el mismo Dios era la fuente de ambos tipos de conocimiento y la verdad era uno de sus principales atributos. Por ello, no podía contradecirse a Sí mismo en estos dos caminos de expresión. Cualquier oposición aparente entre revelación y razón podía deberse o a un uso incorrecto de la razón o a una errónea interpretación de las palabras de la revelación. Sin embargo, como los escolásticos creían que la revelación era la enseñanza directa de Dios, ésta tenía para ellos un mayor grado de verdad y certeza que la razón natural. En los conflictos entre fe religiosa y razonamiento filosófico, la fe era siempre el árbitro supremo y la decisión de los teólogos prevalecía sobre la de los filósofos. Después de principios del siglo XIII, el pensamiento escolástico puso mayor énfasis en la independencia de la filosofía en su campo propio. A pesar de todo, durante el periodo escolástico la filosofía estuvo al servicio de la teología, no sólo porque la verdad de la filosofía estaba subordinada a la de la teología, sino también porque los teólogos utilizaban la filosofía para comprender y explicar la revelación.
Si bien es cierto que la realidad del mundo medieval se halla dominada por marcados antagonismos y profundas crisis, y que no es posible hablar, por otra parte, de una concepción del mundo medieval cerrada y uniforme, no puede negarse que el catolicismo medieval creó, por lo menos en un aspecto, una imagen del mundo informada por una grandiosa unidad (Bühler Johannes, pág. 39), por una unidad cultural cristiana,
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