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La Literatura En Dos Mundos


Enviado por   •  17 de Septiembre de 2012  •  3.879 Palabras (16 Páginas)  •  604 Visitas

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Literatura española posterior a la Guerra Civil

Contexto histórico-filosófico

En 1939 acaba la Guerra Civil, y con ella comienza una nueva época tanto literaria como social. Durante esta se da la dictadura de Franco, hasta su muerte en 1975 y la consiguiente proclamación de Adolfo Suárez como presidente del gobierno. Desde entonces se ha venido dando un bipartidismo imperfecto en el que PP y PSOE se alternan en el poder. A raíz de la Guerra Civil y de la 2ª Guerra Mundial aparece en el contexto filosófico un pesimismo exacerbado en ambos bandos, que entra en contraste con el periodo de exaltación de los vencedores, nada más acabar la guerra. El Régimen tendrá un importante papel de censura, y las manifestaciones artísticas se verán por tanto cohibidas

[editar] La lírica española después de 1939

Si, en 1927, Góngora era erigido estandarte de los nuevos poetas durante el tricentenario de su muerte, en 1936, el centenario de la muerte de Garcilaso de la Vega supondrá el cambio hacia el nuevo gusto. De ahí que se hable de «garcilasismo»: una corriente poética que lo toma como modelo para la recuperación de formas clásicas —como el soneto— y excusa para una temática fascista basada en el Amor, Dios o el Imperio, que choca radicalmente con la realidad española del momento.

1944 es un año que marcará una inflexión en este escenario de cartón piedra, y ello por Hijos de la ira (1944), de Dámaso Alonso, que cataliza todo el malestar acumulado y abre una vía para la manifestación de lo que aún no se puede nombrar sencillamente. La reacción antigarcilasista se basa en una estética de confrontación indirecta: frente al neoclasicismo, la libertad formal; frente al triunfalismo, la duda o el dolor; frente a la retórica clerical, el diálogo con un Dios conflictivo. Estas corrientes existenciales se encontrarán en las revistas Espadaña (León, 1944), en torno a Victoriano Crémer y Eugenio de Nora, Corcel (Valencia, 1942) o Proel (Santander, 1944).

Hay excepciones en ese panorama mayoritariamente realista y existencial:

1. El fenómeno de la vanguardia postista, con su revista Postismo, cuya primera etapa va de 1945 a 1949. El postismo recupera el gusto por el juego, consustancial a la vanguardia, en torno a los nombres de Carlos Edmundo de Ory, Eduardo Chicharro o Ángel Crespo.

2. La prolongación de un cierto surrealismo explícito, de la mano de Juan Eduardo Cirlot y Sombra del Paraíso, de Vicente Aleixandre.

3. El grupo de la revista Cántico, de Córdoba, cuya primera etapa irá de 1947 a 1949, en el cual se da una reivindicación del Sur y la Belleza muy deudora del modernismo, o bien la recuperación —también a contracorriente del ambiente literario dominante— de la imagen y lo sensual de la poética del 27, concretamente de Luis Cernuda.

La década de los 50 trae consigo el auge de la poesía social, que busca profundizar en la estética realista con un sesgo marcadamente de izquierda. Característica es la creencia en la poesía como «instrumento, entre otros, para transformar el mundo» (tal como escribía Gabriel Celaya) y como comunicación, algo que va a teorizar Carlos Bousoño, a partir de ideas de Aleixandre. Otros autores de esta generación son José Hierro y Ángel González.

Los llamados «Poetas del 50» desarrollarán lo más personal de su obra en los sesenta. Sin embargo, sus primeros pasos se darán en esta tendencia social. La originalidad del grupo del 50, y la clave de lo más renovador de su lenguaje, está en que, aún dentro del realismo, ellos entierran la concepción de la poesía como instrumento, sea para transformar el mundo (Celaya), sea para la comunicación intersubjetiva (Bousoño). La negación más temprana de estas ideas parte del artículo de Carlos Barral «Poesía no es comunicación», publicado en el número 23 de Laye, en 1953. En él, Barral afirma que la poesía es ante todo un medio de conocimiento, y en primer lugar, para el propio poeta.

El abandono de cualquier posible concepción instrumental de la poesía supone circunscribir la realidad referida a unas coordenadas muy concretas, cotidianas. Así, Jaime Gil de Biedma presenta su propia poesía como «poesía de la experiencia».

En 1970, Castellet publica su antología Nueve novísimos poetas españoles, partida de nacimiento de una nueva promoción y, sobre todo, de una nueva estética, ya curada de realismos. La antología permite vislumbrar algunos rasgos que se asentarán en el futuro inmediato:

1. La decidida vocación profesoral y reflexiva de todo un sector de estos escritores,

2. la insistencia en el collage cultural.

Otros autores que no fueron recogidos en la antología Nueve novísimos poetas españoles y que pertenecen con distintas estéticas a esa misma generación del 70 son: Ramón Irigoyen, Antonio Carvajal, Marcos Ricardo Barnatán, Francisco Gálvez, Antonio Colinas, Jenaro Talens, Jaime Siles, Álvaro Salvador Jesús Munárriz,Luis Alberto de Cuenca y Justo Navarro.

Los poetas que se han dado a conocer alrededor de 1980 han procurado crear al margen de escuelas, normas, consignas y modas. Escasamente preocupados por las rupturas violentas, han mirado con respeto (para adaptarla a su nueva sensibilidad, tomarla como ejemplo o parodiarla) hacia una larga tradición que va desde los clásicos, los simbolistas e impresionistas hasta los poetas de los cincuenta —en especial, Francisco Brines y Jaime Gil de Biedma—. Por el contrario, ha habido poco interés en prolongar la estética de los novísimos.

Jaime Siles señala las siguientes características para estos poetas:

1. Declive de la estética novísima;

2. recuperación de los poetas del 50;

3. relectura de la tradición y revisión de las nóminas generacionales;

4. importancia de la poesía escrita por mujeres, que son quienes modifican el sistema referencial; y

5. acuñación de un nuevo paradigma que, pese a su pluralidad, se polariza, y cuyos rasgos distintivos más visibles son:

a) la vuelta a la métrica, a la rima y a la estrofa;

b) el uso del lenguaje coloquial y el empleo de términos del ámbito cotidiano;

c) la readaptación de la épica;

d) el interés por la elegía;

e) la reintroducción del humor, el pastiche y la parodia;

f) la temática urbana y la cotidianeidad;

g) el sentimiento de lo íntimo y lo individual;

h) la presencia, casi como denominador común en las poéticas, de tres palabras-clave que imantan el núcleo generador de los distintos discursos: emoción, percepción y experiencia;

i) un cambio en el sistema referencial;

j) énfasis en la experiencia, en la emoción, en la percepción y en la inteligibilidad del texto;

k)

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