LA CONSTITUCIÓN COMO CÓDIGO DE VALORES

La Constitución definitivamente comprende un contenido axiológico intrínseco dentro de su supremacía normativa. Ya que está recoge una serie de argumentos valorativos con el fin de regular situaciones y relaciones jurídicas ante una sociedad creada por seres humanos capaces de determinar qué es lo correcto para alguna cosa, objeto o circunstancia en concreto.

Desde la antigüedad hasta el día de hoy, la sociedad siempre ha creado juicios de valor empíricos, con el fin de solucionar circunstancias que podrían amenazar la igualdad, seguridad y el bien común dentro de una Nación o Estado. Poniendo de manifiesto un soporte razonable y proporcional, donde se distingue de otros textos normativos por su ponderación de valores dentro de un marco jurídico y social.

Dicha constitución se ha reproducido y puesto en práctica, a través del Derecho; ya que es la ciencia que defiende la justicia y reclama seguridad jurídica para el hombre tomando un marco axiológico, el cual denomina “Buenas Costumbres”. Siendo esta, el principal mecanismo para formar y estructurar una modalidad de régimen específico de una Nación, respetando los derechos fundamentales, y asimismo establecer un orden de sentido estricto.

La Constitución codifica un orden jurídico, expresando normas en su contenido genérico formal, así como material. Pues tiene argumentos para tomar decisiones relativos sobre principios supremos en un Estado o Nación.

Existen países que sostienen a su constitución como un absoluto código de valores como por ejemplo Arabia, Israel, Hebrón. Donde sus principios religiosos y morales prevalecen. Mientras otras dejan entrever algunas cuantas, pues tienden a degenerar en lo moral o quizás alcanzan otro nivel de pensamiento, y percibir las cosas.

Ahora bien, ¿Es totalmente necesaria la tipificación de normas axiológicas que alcancen un orden jurídico dentro de la Constitución?, ¿Es acaso qué necesitamos, qué todo esté expresado en nuestro marco normativo para poder cumplir a cabalidad lo que nos piden? Apelo y defiendo tajantemente, el hecho de tener sentido común y apreciación interpretativa en los diferentes escenarios donde se desarrolla y práctica dichas situaciones. A ello le denomino “El orden no escrito de las cosas”, y exhorto a tener un juicio de valor racional acorde a nuestra realidad, puesto que muchas veces buscamos la vanguardia sin prever el impacto que podría causar en nosotros mismos.

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