LA INNECESARIA AGONÍA EUROPEA

Es casi común ver en Europa, la explosiva aparición de movimientos sociales, casi siempre con algunas banderas de lucha. “Los Indignados” de España y otros, aparecieron en la escena, reclamando a la clase política mayores oportunidades laborales y un cambio radical para solucionar la crisis. Se indignan por que los gobernantes no pueden hasta ahora revertir la dura crisis, que por estos días los azota sin piedad. Uno de estos países es Grecia, cuna de la cultura occidental. ¿Que diría de su patria, Aristóteles si viviera?.

La crisis mundial del 2008 que se engendró en EE.UU, empezó siendo una búrbuja inmobiliaria inofensiva, que al final quebró a un delicado sistema financiero adicto a la provisión de préstamos sin aval ni garantias, y con ello el nacimiento de una depresión que duró aproximadamente 4 años. Europa dada su política de integración y globalización al mundo no pudo escapar de esta vorágine perversa.

En los años anteriores a la crisis de deuda que ahora tienen, muchas naciones Europeas gastaron más allá de sus posibilidades y dejaron para ahora la factura por pagar. Pensaron que la prosperidad sería eterna y se equivocaron . Grecia debe a sus acreedores el 132.4% de su PBI nacional, Italia 123.3%, Portugal 111.7%, Irlanda 108.5, y la lista sigue. España debe el 77.4% del PBI, Francia con 89.9%, Alemanía con el 81.7%. Cuando los acreedores fueron a cobrar a Europa, los países no pudieron pagar sus deudas y automáticamente fueron considerados como no elegibles, vale decir se les cerraron las puertas de los bancos internacionales privados. Entonces no quedó otra alternativa que pedir auxilio al BCE (Banco Central Europeo) y al FMI (Fondo Monetario Internacional). El rescate financiero no era gratis, sino un contrato de mayores exigencias. Para salvar el euro y constitución de la U.E (Unión Europea) era necesario que los países en problemas ajusten sus cinturones, en buen romance apliquen un conjunto de políticas de austeridad, entre ellas: reducción drástica de los gastos de gobierno (menores obras, eliminación de subsidios y la reducción de los salarios de los empleados públicos) y una subida mayor en los impuestos, sobre todo directos, que en última instancia reduce el consumo y la demanda de los europeos. Este menor consumo, lleva a una menor demanda y obviamente a una rebaja importante en la producción y como consecuencia un paro o desempleo obligado. Para decirlo de alguna manera esta receta no tiene sentido, debido a que no estimula la producción y el empleo. Resulta que la austeridad dirigida, deprime cada día más.

Si una crisis económica golpea a la producción, debemos atacarla con más producción y para ello es oportuno dejar de lado a la austeridad y hacer todo lo contrario. Europa debe acelerar el gasto público, por medio de la realización de megaobras de infraestructura por ejemplo. Este mayor gasto se reflejará en la creación de puestos

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