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LA REVOLUCIÓN COOPERNICANA Y LA ESCUELA NUEVA


Enviado por   •  11 de Octubre de 2012  •  1.228 Palabras (5 Páginas)  •  906 Visitas

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LA REVOLUCION COOPERNICANA Y LA ESCUELA NUEVA

La verdadera revolución copernicana en pedagogía consiste en volver la espalda resueltamente al proyecto del doctor Frankenstein y a la «educación como fabricación». Pero, con ello, no hay que subordinar toda la actividad educativa a los caprichos de un niño-rey. La educación, en realidad, ha de centrarse en la relación entre el sujeto y el mundo humano que lo acoge. Su función es permitirle construirse a sí mismo como «sujeto en el mundo»: heredero de una historia en la que sepa qué está en juego, capaz de comprender el presente y de inventar el futuro.

Pero situar en el corazón de la educación «la construcción de un sujeto en el mundo» no es fácil, y, antes de entrar en proposiciones concretas susceptibles de hacer operativo ese principio, debemos compendiar, en forma de breves «alertas», hasta qué punto esa «revolución copernicana» ha de llevamos a revisar nuestros prejuicios en el tema educativo.

De la "revolución copernicana" de P. Mire a la sala de profesores.

En muchas Cátedras no dejé de citar frecuentemente a Philips Meirieu más precisamente a sus ideas expuestas en el libro "Frankenstein Educador". Las ideas centrales del pensador versan sobre las preguntas: "¿Se puede ser educador sin ser Frankenstein?" o ¿cuál es la sustancia o corazón de la educación?

Estima que es necesario una revolución copernicana en pedagogía ajustada a algunas exigencias básicas como la de renunciar a convertir la relación de filiación entre el maestro u otro adulto y el alumno (o el hijo) en una relación de causalidad o de posesión, también reconocer a aquél que llega como una persona que no puedo moldear a mi gusto, aceptar que la transmisión de saberes y conocimientos no se realiza nunca de modo mecánico y no puede concebirse en forma de una duplicación de idénticos.

La cuarta exigencia de la revolución copernicana en pedagogía consiste en constatar, sin amargura ni quejas, que nadie puede ponerse en el lugar de otro y que todo aprendizaje supone una decisión personal irreductible del que aprende.

La quinta (y hasta aquí llegamos porque son siete y a los fines de este trabajo interesan las primeras) consiste en no confundir el no-poder del educador en lo que hace a la decisión de aprender (del otro) con el poder que sí tiene sobre las condiciones que posibilitan esa decisión.

Este último punto es en realidad una buena apertura con respecto a la crisis de la escuela (en particular la escuela media), mucho más si tomamos otros dos conceptos del autor: la confusión entre "el sentido" y "la utilidad" de los conocimientos que la escuela transmite y por otro, si bien el docente felizmente no puede actuar directamente sobre las personas, sí puede obrar sobre las cosas y ofrecer situaciones en las que pueden construirse.

Estas consideraciones y análisis muchas veces se nos presentan como alejadas de la cotidianeidad escolar, de las urgencias y los problemas del día a día escolar. No obstante, podemos plantearlas como una clave, entre tantas otras, que nos permita de construir y desnaturalizar los fenómenos sociales que acontecen en la vida escolar y elucidar formas de hacer que nos permitan salir de las encrucijadas en las que se encuentran las instituciones escolares frente a la acumulación de demandas.

P. Meireu. Frankestein Educador

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