LAFILOSOFIA DEL HAMBRE
Enviado por deyanela • 20 de Junio de 2012 • 5.109 Palabras (21 Páginas) • 796 Visitas
LA FILOSOFÍA DEL HAMBRE
Texto extraído del libro: Cartas a un Joven Maestro de Luís Martín Trujillo Flórez.
El pragmatismo educativo siempre es contraproducente. Un especialista, técnico ignorante produce
menos y produce mal, porque piensa menos y piensa mal.
Carlos Fuentes
Querido hijo:
Me alegra que hayas contestado mi carta, del mismo modo, me adula saber que
investigaste arduamente lo que te propuse y te sirvieron para aplicarlos en tus clases. No
hay nada más halagador para un maestro que despertar en sus estudiantes el hambre por
el conocimiento. Hoy quiero abordar un tema que enmarca a la educación y que
lastimosamente desangra o detiene muchos, por no decir todos, los avances que podría
hacerse en ella, grandes o pequeños sin distinción. Me refiero a la Filosofía del Hambre.
Ya te había dado visos del tema en las anteriores cartas. Es hora de que la conozcas, no
me había atrevido abordarla porque ella me parece un cuento de terror, de esos
monstruos que andan en el inconsciente colectivo dispuestos a destrozarnos, otra de las
barreras mentales que tenemos y va ligada con nuestra forma de ser y de pensar, no sólo
en la escuela sino en la sociedad. Por eso mi muchacho quiero que me disculpes porque
esta carta será visceral porque esta tierra me duele, aquí crecí, hice mis raíces, lo que
soy y lo que fui se lo debo a este país. Además debo confesarte que no existe peor
enemigo para cualquier proceso educativo que la filosofía del hambre, es más, no existe
peor mal que aqueje a esta tierra.
La educación siempre ha marchado de la mano con la filosofía, pues el pensamiento y la
forma de pensar delimitan la forma de aprender y lo qué se debe aprender. Para nadie es
un misterio que la educación gesta el cambio social. En los países desarrollados es claro
que la educación es prioritaria en la economía, no gratis sus porcentajes en investigación
son colosales comparados con los nuestros. Y déjame decirte que nadie invierte tanto si
le va a dar pérdidas, desde los inicios del hombre el saber viene ligado con el poder,
entonces quien maneja el conocimiento, maneja todo. En los países subdesarrollados la
educación no es prioritaria porque educar un pueblo desarrollado es costoso y educar un
pueblo subdesarrollado es peligroso. Más para quienes se benefician del subdesarrollo,
y créeme que esos no quieren hacer país así utilicen la bandera como escudo. Ellos en
cierta medida promueven la filosofía del hambre, el resto la promovemos nosotros con
la indiferencia. Y los profesores lo hacemos con la no exigencia en las aulas, y aunque
no lo creas, la educación mediocre es el mayor nicho de la filosofía del hambre.
Las posibilidades de error y de ilusión son múltiples y permanentes: las que vienen del exterior
cultural y social inhiben la autonomía del pensamiento y prohíben la búsqueda de verdad;
aquellas que vienen del interior, encerradas a veces en el seno de nuestros mejores medios de
conocimiento, hacen que los pensamientos se equivoquen entre ellos y sobre sí mismos.
Edgar Morin, Los siete saberes necesarios para la educación del futuro.
Quiero que leas estos párrafos de Mario Mendoza, de su novela Satanás, para ver si
comprendes mejor lo qué quiero hablarte:
Hay una estirpe de individuos que no soporto: los pordioseros. Esos sinvergüenzas que andan
por ahí mostrando sus muñones, sus cicatrices, sus hijos famélicos y desnutridos, no me
producen sino asco y ganas de estrangularlos. Y cuando digo asco no me refiero a su pobreza
extrema, a que me disguste su olor o sus harapos, sino su actitud de bajeza y de
autoconmiseración. Me repugna que alguien convierta su propia debilidad en un espectáculo, y
que encima de eso obligue a otros a degradarse dándole una limosna. Es el colmo.
Pero qué se puede esperar de un país donde todo el mundo tiene mentalidad de limosnero. Los
políticos piden contribuciones a sus electores, los sacerdotes son unos vagos que viven del
bolsillo ajeno, los colegios piden una ayuda extra cada año a los padres de familia, los
hospitales suelen inventarse pretextos para mendigar tales como «el día del niño diferente» (un
eufemismo que se refiere a tarados mentales, mongólicos y oligofrénicos), «el día del cáncer» o
«el día de la poliomielitis», y hasta el mismo Presidente de la República se la pasa como un
indigente rogando que las naciones desarrolladas le tiren unos cuantos pesos. Los noticieros de
televisión nos informan cada mes que «el señor Presidente se entrevistó con el Banco Mundial
para concretar la ayuda para Colombia», o que «el señor Presidente está de visita en Madrid
para recordarle a España la importancia de sus donaciones al problema del narcotráfico». Qué
ejemplo recibe una nación que ve a su principal mandatario de rodillas suplicando unas cuantas
monedas. Colombia no es un país, sino una orden mendicante.
Mario Mendoza, Satanás.
La filosofía del hambre nace cuando pensamos que aquí nada funciona, cuando
renegamos de lo que tenemos, cuando creemos que no es posible, cuando nos creemos
pobres, no sólo económica sino intelectualmente. Cuando no aceptamos lo que somos
capaces de hacer. Dudamos de nuestras capacidades, y la duda mata. ¿Cómo vamos a
ser competentes si ponemos en tela de juicio nuestros conocimientos?
Uno de los principales problemas que nos aprisionan se genera cuando pretendemos que
la educación edifique o construya a un ciudadano ideal, algo utópico en un homo
sapiens imperfecto (cuya imperfección radica en cada ser y en su modelo social de
conducta, comportamiento y saber), esto conlleva a formar seres estratificados, con una
calidad educativa que depende de dicho estrato, y con unos círculos que desconocen las
capacidades reemplazándolas por los favores. Tales inferencias crean una sociedad
dividida; no es casualidad que existan dos Colombias, una de quienes la gobiernan, y
dos, de quienes la viven. En esa construcción del ser ideal al humano se olvidó el ser, se
creyó que la educación está hecha para las masas, cuando la educación debe estar es al
servicio de quien quiera educarse. Bajo ese precepto las personas en lugar de buscar el
conocimiento, se centran en una nota, la cual carece de sentido cuando no hay un saber
que la respalde. La
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