LITERATURA ACTUAL: UN ESPEJO ANTE EL ABISMO.

LITERATURA ACTUAL: UN ESPEJO FRENTE AL ABISMO

Cada Literatura refleja, irremediablemente, la sociedad y la época en que le tocó nacer.

¿Qué es la Literatura medieval sino fiel copia de los temores angustiosos y de las obsesiones religiosas de su convulsa era? ¿Qué es el Renacimiento sino el despertar del humanismo, la independencia de la Iglesia y el resucitado amor a la vida? ¿Qué es el Vanguardismo sino el grito de horror de los europeos ante dos guerras mundiales, el descalabro económico y las crisis políticas? ¿No es el realismo mágico y el boom de la novelística latinoamericana reflejo descarnado del avance del comunismo, de las dictaduras militares, de la muerte y la pobreza colándose en cada resquicio de la vida cotidiana?

Aceptemos la primera oración de este artículo como cierta y de inmediato surgirá la siguiente duda inevitable: ¿qué está reflejando nuestra Literatura actual?

Esta es la pregunta de la propia trascendencia: ¿Es trascendente nuestra Literatura? ¿Pasearán ojos extraños a través de nuestras letras dentro de veinte años? ¿Leerán nuestros tataranietos nuestros cuentos y sufrirán con nuestras novelas, gozando con nuestros poemas y pensando con nuestros pensamientos?

Creo que la respuesta es sí. No toda nuestra Literatura trascenderá (y es casi seguro que esté artículo no lo hará) pero un puñado de cuentos, un manojo de poesías, unos cuantos ejemplares de novelas, estos sí trascenderán hacia las futuras generaciones como prueba irrefutable de que sus abuelos sí pensaban y sentían.

Pero la siguiente pregunta no es tan sencilla de responder. ¿Qué clase de época y de sociedad están reflejando nuestras letras? ¿Qué pensarán de nosotros nuestros nietos, bisnietos y tataranietos cuando abran “Harry Potter y la piedra filosofal”, “Cincuenta sombras de Grey” o la simplona “Código Da Vinci”? (Claro, tomando como cierto que tales títulos trasciendan a la siguiente generación) ¿Qué reflejo de nuestra sociedad le darán a nuestros nietos “Memoria de mis putas tristes” (Gabo) o el “Héroe discreto” (Vargas Llosa)?

¿Qué pensarán si leen los poemas de Stavros, o los cuentos de Ender o los sesudos artículos de un tal Roberto Berríos?

Cada escritor debe, en última instancia, enfrentarse a este enigma desesperado: ¿Qué pensarán las futuras generaciones de este escrito que he terminado?

Al fin y al cabo, nuestras existencias son efímeras pero nuestras letras tienen el potencial de sobrevivir por los siglos de los siglos. He dicho potencial. Es muy difícil que nuestros escritos sean leídos en veinte años y es muy probable que ninguno sea leído en treinta, a no ser que sea husmeado por alguien de nuestra propia familia.

No… No todos los escritores de TUSRELATOS llegarán a la eternidad y no todos sus cuentos serán leídos todavía en el siglo 22: Sí, es una verdad cruel. ¡Así son todas las verdades!

Sin embargo no nos desviemos del tema: ¿Qué revelará de nosotros aquellos escritos que sí trasciendan? ¿Qué refleja nuestra Literatura?

Miremos el mundo que nos rodea y describámoslo con una palabra: Caos. Las crisis económicas golpean a las clases pobres mientras los gobiernos usan los impuestos de todos para salvarle el pellejo a los ricos, para que sigan siendo ricos, después de todo, los ricos son útiles: nos recuerdan que somos ciudadanos de tercera, borregos para los mataderos.

El desastre ambiental se ha convertido en Calentamiento Global y mientras el Congreso Americano discute si debe lanzar misiles sobre Siria nadie se preocupa de la pobreza que bombardea a Haití, a Nicaragua, a Ruanda, a Nigeria… Las cosas son así: ¡en estos países no hay petróleo!

A las masas no les importa. ¿Por qué habría de importarle a las masas? Han sido sistemáticamente adiestradas para sentirse conformes mientras el Barcelona le meta un gol al Madrid o la muchacha de la telenovela se case con el galán. Facebook y Twitter inundan la mente de los jóvenes con frases célebres repetidas incansablemente para que se sientan originales siendo parte del organismo de la bestia: la filosofía del Carpe Diem, no te preocupes, nada importa realmente, y así, progresivamente, hasta el punto en que la era de la comunicación se ha vuelto la era de la deshumanización de la comunicación, de la comunicación fingida, de la no-comunicación.

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