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LOGICA.


Enviado por   •  18 de Abril de 2014  •  Ensayo  •  2.217 Palabras (9 Páginas)  •  156 Visitas

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vez, “comprender fenomenológicamente” la conciencia tenemos que recurrir a la descripción de todo un proceso. No podemos tomar la conciencia como un objeto concreto que se ofrece a los sentidos individualizado o claramente delimitado. Por el contrario, la conciencia es una constelación compleja de acciones y reacciones encadenadas y holísticas que en conjunto la conforman. Los elementos que estructuran dicho proceso, son en sí mismos altamente complejos y representan a su vez un proceso particular. Es por ello, que fenómenos como la percepción, el aprendizaje, la memoria, que pueden tomar parte en el proceso de la conciencia, serán tomados por aparte a lo largo de este primer capítulo.

Como venimos afirmando, la conciencia es un complejo de elementos encadenados. Esos elementos se pueden presentar de forma continua y en estricto orden o por el contrario, expresarse en forma discontinua, paralela, con rupturas, confusa o ambigua. Para nuestra exposición vamos a seguir un orden ideal, vale decir, bajo un criterio eminentemente teórico que no necesariamente se cumple universalmente.

Si tomamos la conciencia como el proceso mediante el cual percibimos, discernimos y respondemos, tendríamos que decir que no existe gran diferencia entre el ser humano y otros mamíferos e incluso con respecto a otras familias animales. Como nuestro objeto de estudio es el ser humano y su comportamiento, debemos recurrir a aquello que lo especifica dentro de la naturaleza que le rodea. Pronto vemos que esta tarea, lejos de ser

insuperable o de requerir una construcción altamente sofisticada, se vuelve asequible si observamos con detenimiento a los seres humanos de nuestro entorno y a nosotros mismos y, sobre todo, se hace accesible, si se les interroga bajo las preguntas adecuadas.

Podemos constatar de inmediato esa diferencia que particulariza al ser humano en este tema de la conciencia específicamente. Tal diferencia radica en la amplitud de variables que el ser humano puede considerar durante el proceso. No solo se trata de un campo más amplio de variables, sino que éstas, por sí mismas, pueden llegar a ser de mayor complicación si se las compara con el animal. Sabemos bien que el águila tiene un sentido ocular más desarrollado comparado con el del homo sapiens, el perro tal vez un olfato más aguzado y fino, o el zorro un oído de mayor alcance. Pero no es allí donde radica nuestra diferencia, no se trata de un factor cuantitativo, sino cualitativo; se trata del repertorio y el grado de respuestas posibles y susceptibles de ser emitidas frente a esas percepciones. Conocemos con propiedad las ricas reacciones de un animal en su dinámica instintiva o llamada por los etólogos “pauta motora fija -P.M.F.-, más aún, su respuesta puede llevar componentes nuevos e inesperados, pero lo cierto es que tal reacción obedece, fundamentalmente, al desencadenamiento instintivista y adaptativo.

Lo planteado en el párrafo anterior no desconoce conductas instintivas en las personas, sin embargo, el aprendizaje y nuestra capacidad de ajuste -que no de adaptación- permite elaborar, en gran medida, los comportamientos pertinentes a la situación estimuladora. La P.M.F. en las personas no es suficiente y además de imperfecta puede llegar a ser caótica como cuando en un terremoto las víctimas operan por impulso instintivo y no bajo mecanismos previamente aprendidos. El ser humano puede agregar a esa base general instintiva, entre otras acciones, una memoria, una fantasía, un imaginario cultural, una posibilidad política más elaborada, mediatizando efectivamente las conductas o respuestas de ajuste al medio.

El ser humano cuenta entonces con una amplia caja de herramientas psíquicas, o con un denso conjunto de repertorios a su disposición, lo cual traduce en múltiples formas su respuesta. Podemos decir entonces, que por más que creamos y constatemos respuestas inesperadas en el animal, éstas no se comparan con las sorpresas y maravillas que nos puede deparar el ser humano. En suma, el instinto es predecible, necesario, de restringida flexibilidad, mientras lo aprendido es en sí mismo, un salto cualitativo del

comportamiento. Por ello, el homo sapiens, está en capacidad de anticiparse al propio estímulo y de diseñar circunstancias previamente imaginadas, innovadas o planeadas.

Teniendo en cuenta esta importante anotación, podemos describir el proceso de la conciencia como una serie de fenómenos encadenados, tales como la percepción, el discernimiento intelectivo e intuitivo y la emisión conductual resultante. El ser humano no es un simple mecanismo “Estímulo-Respuesta” (“E---R”). Pues bien, el discernimiento engloba, en sí mismo, la complejidad del proceso, ya que allí confluyen la memoria, la fantasía, el juicio, por un lado, y por el otro, los factores sociales y culturales en los cuales está inmerso el individuo. Pero no sólo estos factores humanos juegan un papel en el discernimiento y la elaboración de la respuesta; también hacen presencia factores de naturaleza puramente biogenéticas. Es así como la neurofisiología o nuestras necesidades básicas deficitarias e inaplazables también interactúan en el proceso comportamental; no obstante, las apuestas por el reduccionismo biologista e instintivista, el ser humano no tiene el mismo rango de los mamíferos o de cualquier otro animal, aunque no podamos tampoco liberarnos de las condicionantes universales de la vida. He ahí la gran pregunta de la antropología filosófica: ¿qué es el hombre?

El ser humano no solo puede mediar, complicar o enriquecer el acontecer de la conciencia, también puede alterarla, distorsionarla e incluso fragmentarla; puede disminuir o acelerar la abigarrada fenomenología o contenidos de conciencia, generando así diversidades perceptivas. Esto puede ser vivenciado en el sueño y luego comunicado, allí el proceso consciente ha sufrido el impacto de cambios a nivel fisiológico que alteran nuestra percepción y también la voluntad. No se trata aquí de suprimir la consciencia, sino de su actuación en otro nivel, de modo que “lo consciente” es una expresión de la consciencia, más no la única, en tanto podemos captar procesos subconscientes (preconscientes) e inconscientes, tan poderosos que existe todo un sistema y escuelas dedicadas a su estudio. Este movimiento científico de la psicología recibe el nombre de Psicoanálisis y sus pioneros son Sigmund Freud, K. Jung, A. Adler y otros. En su variante humanista y social están E. Erikson, E. Fromm, R. Spitsz, Víctor Frank, la propia hija de Freud, Ana F., en Colombia S. Zuleta.

La meditación como técnica o como práctica espiritual profunda, el uso de medicamentos neurolépticos, la insolación o ciertos tóxicos puede llevar a estados

alterados de la consciencia. Estas y otras experiencias permiten entender la conciencia

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