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La Aparicion De La Virgen


Enviado por   •  9 de Enero de 2014  •  1.071 Palabras (5 Páginas)  •  300 Visitas

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LAS APARICIONES DE LA VIRGEN DE GUADALUPE.

La mañana del día 9 de diciembre de 1531, muy tempranito, un indio mexicano, natural de Cuautitlán, llamado Cuahtlatoatzin, bautizado Juan, y por sobrenombre Diego, acudía desde su pueblo Tolpétlac a oír misa al templo de Santiago el Mayor, Patrón de España, ubicado en el barrio de Tlatelolco. Cuando al llegar el alba arribó al pie del cerro del Tepeyac, oyó que de la cima provenía un dulce y melodioso canto de pajarillos que se esparcía por todo el lugar.

Asombrado, volteó hacia el sitio de donde procedía tal prodigio y vio una nube blanca y resplandeciente rodeada de un colorido arco iris. Súbitamente, escuchó una dulcísima voz que le hablaba en lengua náhuatl, al tiempo que vio una hermosa señora que decía:

-Hijo mío, Juan Diego, a quien amo tiernamente como a pequeñito y delicado, a dónde vas?

A lo que Juan Diego le respondió:

-Voy, noble dueña y señora mía, a México al barrio de Tlatelolco a oír la misa que nos muestran los ministros de Dios y sustitutos suyos.

Seguido lo cual, la Virgen hizo su famosa petición:

-Sábete, hijo mío, muy querido, que soy yo la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, Autor de la Vida, Creador de Todo y Señor del Cielo y de la Tierra, que está en todas partes, y es mi deseo que se me labre un templo en este sitio, donde, como Madre piadosa tuya y de tus semejantes, mostraré mi clemencia amorosa, y la compasión que tengo de los naturales y de aquellos que me aman y buscan y de todos los que solicitaren mi amparo, y me llamaren en sus trabajos y aflicciones; y donde oiré sus lágrimas y ruegos, para darles consuelo y alivio; y para que tenga efecto mi voluntad, has de ir a la ciudad de México, y al palacio del Obispo, que allí reside, a quien dirás que yo te envío, y como es gusto mío que me edifique un templo en este lugar, le referirás cuanto has visto y oído, y ten por cierto tú, que te agradeceré lo que por mí hicieras en esto que te encargo, y te afamaré y sublimaré por ello; ya has oído, hijo mío mi deseo; vete en paz, y advierte que te pagaré el trabajo y diligencia que pusieres; así harás en esto todo el esfuerzo que pudieres.

Ante esta divina petición, Juan Diego acudió presto a entrevistarse con fray Juan de Zumárraga, primer obispo de México, quien desconfiado del relato del indio, no le creyó y le despidió pidiéndole que volviese en unos días. Desalentado Juan Diego por la poca credibilidad que otorgó Zumárraga a su relato, por la tarde regresó al Tepeyac para informar a la Virgen del fracaso de su misión y pedirle que encomendara la tarea a alguien más importante y respetado que un simple indio. Sin embargo, María Santísima insistió en que debía regresar al otro día a llevar de nueva cuenta su petición al obispo. El indio aceptó con profunda humildad y al día siguiente, domingo 10 de diciembre, después de oír misa, Juan Diego volvió al palacio del obispo, humillado y con lágrimas en los ojos. Ante tanta insistencia Zumárraga empezó a dudar

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