La Guerra De Guerrillas
Enviado por Marisolis111 • 12 de Noviembre de 2013 • 5.997 Palabras (24 Páginas) • 371 Visitas
Che Guevara
La Guerra de Guerrillas
A Camilo
Este trabajo pretende colocarse bajo la advocación de Camilo Cienfuegos, quien debía
leerlo y corregirlo pero cuyo destino le ha impedido esa tarea. Todas estas líneas y las
que siguen pueden considerarse como un homenaje del Ejército Rebelde a su gran
Capitán, al más grande jefe de guerrillas que dio esta revolución, al revolucionario sin
tacha y al amigo fraterno.
Camilo fue el compañero de cien batallas, el hombre de confianza de Fidel en los
momentos difíciles de la guerra y el luchador abnegado que hizo siempre del sacrificio un
instrumento para templar su carácter y forjar el de la tropa. Creo que él hubiera aprobado
este manual donde se sintetizan nuestras experiencias guerrilleras, porque son el producto
de la vida misma, pero él le dio a la armazón de letras aquí expuesta la vitalidad esencial
de su temperamento, de su inteligencia y de su audacia, que sólo se logran en tan exacta
medida en ciertos personajes de la Historia.
Pero no hay que ver a Camilo como un héroe aislado realizando hazañas maravillosas al
solo impulso de su genio, sino como una parte misma del pueblo que lo formó, como
forma sus héroes, sus mártires o sus conductores en la selección inmensa de la lucha, con
la rigidez de las condiciones bajo las cuales se efectuó. No sé si Camilo conocía la
máxima de Dantón sobre los movimientos revolucionarios, «audacia, audacia y más
audacia»; de todas maneras, la practicó con su acción, dándole además el condimento de
las otras condiciones necesarias al guerrillero: el análisis preciso y rápido de la situación
y la meditación anticipada sobre los problemas a resolver en el futuro.
Aunque estas líneas, que sirven de homenaje personal y de todo un pueblo a nuestro
héroe, no tienen el objeto de hacer su biografía o de relatar sus anécdotas, Camilo era
hombre de ellas, de mil anécdotas, las creaba a su paso con naturalidad. Es que unía a su
desenvoltura y a su aprecio por el pueblo, su personalidad; eso que a veces se olvida y se
desconoce, eso que imprimía el sello de Camilo a todo lo que le pertenecía: el distintivo
precioso que tan pocos hombres alcanzan de dejar marcado lo suyo en cada acción. Ya lo
dijo Fidel: no tenía la cultura de los libros, tenía la inteligencia natural del pueblo, que lo
había elegido entre miles para ponerlo en el lugar privilegiado a donde llegó, con golpes
de audacia, con tesón, con inteligencia y devoción sin pares. Camilo practicaba la lealtad
como una religión; era devoto de ella; tanto de la lealtad personal hacia Fidel, que
encarna como nadie la voluntad del pueblo, como la de ese mismo pueblo; pueblo y Fidel
marchan unidos y así marchaban las devociones del guerrillero invicto.
¿Quién lo mató?
Podríamos mejor preguntarnos: ¿quién liquidó su ser físico? porque la vida de los
hombres como él tiene su más allá en el pueblo; no acaba mientras éste no lo ordene.
Lo mató el enemigo, lo mató porque quería su muerte, lo mató porque no hay aviones
seguros, porque los pilotos no pueden adquirir toda la experiencia necesaria, porque,
sobrecargado de trabajo, quería estar en pocas horas en La Habana... y lo mató su
carácter. Camilo, no medía el peligro, lo utilizaba como una diversión, jugaba con él, lo
toreaba, lo atraía y lo manejaba; en su mentalidad de guerrillero no podía una nube
detener o torcer una línea trazada.
Fue allí, cuando todo un pueblo lo conocía, lo admiraba y lo quería; pudo haber sido
antes y su historia sería la simple de un capitán guerrillero. Habrá muchos Camilos, dijo
Fidel; y hubo Camilos, puedo agregar, Camilos que acabaron su vida antes de completar
el ciclo magnífico que él ha cerrado para entrar en la Historia, Camilo y los otros Camilos
(los que no llegaron y los que vendrán), son el índice de las fuerzas del pueblo, son la
expresión más alta de lo que puede llegar a dar una nación, en pie de guerra para la
defensa de sus ideales más puros y con la fe puesta en la consecución de sus metas más
nobles.
No vamos a encasillarlo, para aprisionarlo en moldes, es decir matarlo. Dejémoslo así, en
líneas generales, sin ponerle ribetes precisos a su ideología socio-económica que no
estaba perfectamente definida; recalquemos sí, que no ha habido en esta guerra de
liberación un soldado comparable a Camilo. Revolucionario cabal, hombre del pueblo,
artífice de esta revolución que hizo la nación cubana para sí, no podía pasar por su cabeza
la más leve sombra del cansancio o de la decepción. Camilo, el guerrillero, es objeto
permanente de evocación cotidiana, es el que hizo esto o aquello, «una cosa de Camilo»,
el que puso su señal precisa e indeleble a la Revolución cubana, el que está presente en
los otros que no llegaron y en aquellos que están por venir. En su renuevo continuo e
inmortal, Camilo es la imagen del pueblo.
Capitulo I.
Principios generales de la lucha guerrillera
1. Esencia de la lucha guerrillera
La victoria armada del pueblo cubano sobre la dictadura batistiana ha sido, además del
triunfo épico recogido por los noticieros del mundo entero, un modificador de viejos
dogmas sobre la conducta de las masas populares de la América Latina, demostrando
palpablemente la capacidad del pueblo para liberarse de un gobierno que lo atenaza, a
través de la lucha guerrillera.
Consideramos que tres aportaciones fundamentales hizo la Revolución cubana a la
mecánica de los movimientos revolucionarios en América, son ellas: (1) Las fuerzas
populares pueden ganar una guerra contra el ejército. (2) No siempre hay que esperar a
que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas.
(3) En la América subdesarrollada el terreno de la lucha armada debe ser
fundamentalmente el campo.
De estas tres aportaciones, las dos primeras luchan contra la actitud quietista de
revolucionarios o seudorrevolucionarios que se refugian, y refugian su inactividad, en el
pretexto de que contra el ejército profesional nada se puede hacer, y algunos otros que se
sientan a esperar a que, en una forma mecánica, se den todas las condiciones objetivas y
subjetivas necesarias, sin preocuparse de acelerarlas. Claro como resulta hoy para
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