La Historia Añaños
Enviado por 5647844 • 3 de Septiembre de 2013 • Informe • 367 Palabras (2 Páginas) • 247 Visitas
¿Cuántos puestos de trabajo ha creado Kola Real hasta ahora en los cuatro
países donde opera? Varios cientos, sin duda, e, indirectamente muchos más, y,
a la vez que creaba empleo y riqueza, ha inyectado una corriente dinámica de
creatividad en un ramo de la economía que parecía adormecido en los brazos
de los dos grandes gigantes que se repartían a los bebedores de gaseosas. La
que representan los Añaños es una cara del capitalismo que en América Latina
prácticamente
es desconocida o negada: su cara popular, sus raíces humildes,
el de esos campesinos expulsados de sus tierras por la guerra o la sequía o
los tinterillos, y de los obreros que perdieron sus salarios porque las fábricas
quebraron o se quemaron o las saquearon, y debieron inventarse un trabajo para
poder comer, y, del mismo modo que lo hizo esa familia ayacuchana, abrieron
talleres, tiendas, artesanías, comercios, fábricas, enfrentándose a los abrumadores
obstáculos que la burocracia, el mercantilismo, y la desconfianza, cuando no el
odio de los Estados hacia la empresa privada y el mercado han puesto en el
camino de los desvalidos latinoamericanos que no tienen padrinos y quieren,
en vez de ser parásitos del Presupuesto, trabajar por cuenta propia.
Es verdad que no muchos tienen el éxito de los Añaños. Pero muchos más
lo tendrían si en América Latina hubiera una política que, en vez de desalentar y
hostilizar, alentara la iniciativa individual y celebrara el éxito de una empresa, de
un empresario, como un logro del conjunto de la sociedad, como un beneficio de
toda la ciudadanía, en vez de recibirlo con desconfianza, rencor y envidia. Es
verdad que en América Latina muchas veces el éxito empresarial no resulta del
talento y el esfuerzo sino del privilegio, de las corruptelas entre gobiernos y empresarios
que terminan pagando los desamparados consumidores, pero eso
ocurre, en gran parte, por el miedo cerval hacia el mercado, hacia la libre competencia,
por los tentáculos que el Estado proyecta por todos los resquicios de
la vida económica, asfixiándola y corrompiéndola. Ahora que, aquí y allá, el populismo
de ingrata memoria y trágicas credenciales comienza a rebrotar una vez
más en tierras latinoamericanas –Venezuela a la cabeza del error–, vale la pena
divulgar por el continente la historia de la familia Añaños, como una vívida recordación
de lo que podría ser América Latina, si, como esos valientes ayacuchanos,
se lo propusiera.
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