La Maestria Del Amor
Enviado por arkanhell_him • 16 de Mayo de 2013 • 34.674 Palabras (139 Páginas) • 376 Visitas
Dr. Miguel Ruiz
LA MAESTRIA
DEL AMOR
Una guía práctica
Para el arte de las relaciones
Los toltecas
Hace miles de años los toltecas eran conocidos en todo el sur de México como
«mujeres y hombres de conocimiento». Los antropólogos los han definido como una
nación o una raza, pero de hecho, fueron científicos y artistas que crearon una sociedad
para estudiar y conservar el conocimiento espiritual y las prácticas de sus antepasados.
Establecieron una comunidad de maestros (naguales) y estudiantes en Teotihuacán, la
ciudad de las pirámides en las afueras de Ciudad de México, conocida como el lugar en
el que «el hombre se convierte en Dios».
A lo largo de los milenios los naguales se vieron forzados a esconder su sabiduría
ancestral y a mantener su existencia en secreto. La conquista europea, sumada a un
agresivo mal use del poder personal por parte de algunos aprendices, hizo necesario
proteger el conocimiento de aquellos que no estaban preparados para utilizarlo con
buen juicio o que hubieran podido usarlo mal, intencionadamente, en beneficio propio.
Por fortuna, el conocimiento esotérico tolteca se conservó y transmitió de
generación en generación por distintos linajes de naguales, y aunque permaneció oculto
en el secreto durante cientos de años, las antiguas profecías vaticinaban que llegaría el
día en el que sería necesario devolver la sabiduría a la gente, como ha sucedido ahora
con el doctor Miguel Ruiz, un nagual del linaje de los Guerreros del Águila, que ha sido
guiado para divulgar estas poderosas enseñanzas.
El conocimiento tolteca surge de la misma unidad esencial de la verdad de la que
parten todas las tradiciones esotéricas sagradas del mundo. Aunque no es una religión,
respeta a todos los maestros espirituales que han enseñado en la tierra, y si bien abarca
el espíritu, resulta más preciso describirlo como una manera de vivir que se caracteriza
por facilitar el acceso a la felicidad y el amor.
Un tolteca es un artista del amor,
un artista del espíritu,
alguien que, en cada momento,
en cada segundo, crea el más bello arte:
el arte de soñar.
La vida no es más que un sueño,
y si somos artistas,
crearemos nuestra vida con amor
y nuestro sueño se convertirá
en una obra maestra de arte.
Introducción
El maestro
Érase una vez un maestro que hablaba a un grupo de gente y su mensaje resultaba
tan maravilloso que todas las personas que estaban allí reunidas se sintieron
conmovidas por sus palabras de amor. En medio de esa multitud, se encontraba un
hombre que había escuchado todas las palabras que el maestro había pronunciado. Era
un hombre muy humilde y de gran corazón, que se sintió tan conmovido por las
palabras del maestro que sintió la necesidad de invitarlo a su hogar.
Así pues, cuando el maestro acabó de hablar, el hombre se abrió paso entre la
multitud, se acercó a él y, mirándole a los ojos, le dijo: «Sé que está muy ocupado y que
todos requieren su atención. También sé que casi no dispone de tiempo ni para
escuchar mis palabras, pero mi corazón se siente tan libre y es tanto el amor que siento
por usted que me mueve la necesidad de invitarle a mi hogar. Quiero prepararle la
mejor de las comidas. No espero que acepte, pero quería que lo supiera».
El maestro le miró a los ojos, y con la más bella de las sonrisas, le contestó:
«Prepáralo todo. Iré». Entonces, el maestro se alejó.
Al oír estas palabras el corazón del hombre se sintió lleno de júbilo. A duras penas
podía esperar a que llegase el momento de servir al maestro y expresarle el amor que
sentía por él. Sería el día más importante de su vida: el maestro estaría con él. Compró
la mejor comida y el mejor vino y buscó las ropas más preciosas para ofrecérselas
como regalo. Después corrió hacia su casa a fin de llevar a cabo todos los preparativos
para recibir al maestro. Lo limpió todo, preparó una comida deliciosa y decoró
bellamente la mesa. Su corazón estaba rebosante de alegría porque el maestro pronto
estaría allí.
El hombre esperaba ansioso cuando alguien llamó a la puerta. La abrió con afán
pero, en lugar del maestro, se encontró con una anciana. Ésta le miró a los ojos y le
dijo: «Estoy hambrienta. ¿Podrías darme un trozo de pan?».
El se sintió un poco decepcionado al ver que no se trataba del maestro. Miró a la
mujer y le dijo: «Por favor, entre en mi casa». La sentó en el lugar que había preparado
para el maestro y le ofreció la comida que había cocinado para él. Pero estaba ansioso y
esperaba que la mujer se diese prisa en acabar de comer. La anciana se sintió
conmovida por la generosidad de este hombre. Le dio las gracias y se marchó.
Apenas hubo acabado de preparar de nuevo la mesa para el maestro cuando
alguien volvió a llamar a su puerta. Esta vez se trataba de un desconocido que había
viajado a través del desierto. El forastero le miró y le dijo: «Estoy sediento. ¿Podrías
darme algo para beber?».
De nuevo se sintió un poco decepcionado porque no se trataba del maestro, pero
aun así, invitó al desconocido a entrar en su casa, hizo que se sentase en el lugar que
había preparado para el maestro y le sirvió el vino que quería ofrecerle a él. Cuando se
marchó, volvió a preparar de nuevo todas las cosas.
Por tercera vez, alguien llamó a la puerta, y cuando la abrió, se encontró con un
niño. Éste elevó su mirada hacia él y le dijo: «Estoy congelado. ¿Podría darme una
manta para cubrir mi cuerpo?».
Estaba un poco decepcionado porque no se trataba del maestro, pero miró al niño
a los ojos y sintió amor en su corazón. Rápidamente cogió las ropas que había
comprado para el maestro y le cubrió con ellas. El niño le dio las gracias y se marchó.
Volvió a prepararlo todo de nuevo para el maestro y después se dispuso a esperarle
hasta que se hizo muy tarde. Cuando comprendió que no acudiría se sintió
decepcionado, pero lo perdonó de inmediato. Se dijo a sí mismo: «Sabía que no podía
esperar que el maestro viniese a esta humilde casa. Me dijo que lo haría, pero algún
asunto de mayor importancia lo habrá llevado a cualquier otra parte. No ha venido,
...