La Mesa

LA MESA

La mesa está adornada con sus guirnaldas de flores y frutas recién cortadas del trópico, frutas exóticas esmeradamente acomodadas y agrupadas a lo largo de la mesa, con manteles de satín de colores vivos, y brillantes vasos con agua ubicados a cierta distancia en una hilera recta una línea casi militar por su uniforme en la colorida mesa.

Con estos atuendos no es una mesa cualquiera, no es una mesa de cocina, atestada de platos en espera de ser utilizada por la esposa, empleada, mujer de cuatro paredes que ha dejado parte de su vida en aquellos bordes de la mesa utilizada para los fines culinarios que día a día repite el incansable rito del lavado de los platos de cada turno de comida.

No es una mesa de mercado cargada de frutas y sabores, con tazones hirvientes de sopa o comida seca en espera de comensales en un agitado espacio donde las ofertas de cada uno de los tramos enamoran a los transeúntes en busca de servicios.

No es una mesa de oficina con montañas de documentos por entregar, ordenar o clasificar o cargada de documentos que esperan congelados en el tiempo como un resultado de la burocracia ineficiente ya sea de la esfera pública o la parte privada.

No es una mesa de taller destinada al trabajo duro del obrero que trabaja la madera, el metal o cualquier otro material destinado a la transformación utilitaria del diario vivir sirviendo a la sociedad en su conjunto.

No es una mesa de obrero del café que muy pocas veces tienen encima de ella viandas de alimentos aun en los días de fiestas y que la mayoría de los trescientos sesenta días del año, si este no es bisiesto, en la mesa se coloca frijoles, tortilla y café.

No, esta mesa es distinta, una mesa de imagen, una mesa acostumbrada a recibir sobre ella papeles importantes, condecoraciones, reconocimientos, una mesa acostumbrada a oír discursos, una mesa en la cual se ordenan los personajes importantes de la política y de la economía, la religión, o el comercio, una mesa en la cual el líder siempre está al centro y que de vez en cuando él permite que alguien de los que asisten al evento y se ubican en las hileras de sillas ordenadas en bloques frente a ella pase a ser parte de los que presiden junto con ella estos eventos.

Esta mesa que siempre está en la sombra y que tiene el poder de separar, de dividir, desde su altura en lo alto de una tarima donde las cosas muchas veces se ven de forma distintas, este espacio en este contexto, la mesa romancea con el envanecimiento al sentir el poder que le han asignado, ese poder entre los gobernantes y los gobernados, pero la mesa pasa por alto que cualquier mesa está hecha de materiales, los cuales con el tiempo se deterioran, tienen su vida útil, ya sea del mejor acero con la que esté hecha y que cuando le llegue su momento será cambiada y por fin se dará cuenta de que

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