La Plata

Decidí hacer un viaje por internet, a una de las playas más hermosas del planeta Tierra. Navegué un ratito corto desde mi silla en la biblioteca y vi varios lugares de interés. Pero ninguno me cautivó. Pasé por valles y montes pero al fin encontré el lugar adecuado para mi spa mental. Una maravillosa playa completamente para mí.

Llegue en a mi playa secreta en un majestuoso y soleado día. Donde el cielo azulado estaba pintado por nubes de algodón blanco. Que corrían por el imponente cielo hacia el horizonte. Mis ojos recorrían las infinitas formaciones de las nubes y recordaba mis años de infancia cuando jugaba encontrar formas. Sí, definitivamente llegue al lugar correcto.

Caminé por las blancas y calientes arenas. Las cuales quemaban mis pies con su ardiente calor. Tuve que ceder y colocarme unas sandalias para no quemarme con el suelo que bordeaba brillante la costa playera de mi paraíso escondido. Formaciones de rocas negras emergían del suelo arenoso. Y se adentraban en las aguas serenas y transparentes que te invitaban a bañarte en ellas. Eran tan cristalinas que a lo lejos podía ver las formaciones rocosas del arrecife de coral cercano a la costa. El viento acariciaba el agua, y las olas eran suaves y serenas. Con un vaivén tranquilo, cantaban un suave silbido de la espuma al llegar a la orilla.

Más a la distancia podía apreciar las hermosas casas costeras. Exquisitas, valientes y tranquilas como gotas de pintura sobre una pintura. Sus techos semi-piramidales señalaban hacia el cielo, eran triángulos sobrepuestos sobre hermosos rectángulos. Entre una y otra casa la distancia era su vecina y para hablarse entre si había que llegar en bote o “jet sky”.

La vegetación costanera no podía faltar en mi paraíso terrenal para un agradable descanso sobre una hamaca. Me senté debajo de unas hermosas e imponentes altas palmeras. Eran las reinas de la playa. Su altura era impresionante. Su follaje muy copioso y lleno de un verdor intenso. Contras

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