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La Politica Como Vocacion


Enviado por   •  11 de Diciembre de 2013  •  2.268 Palabras (10 Páginas)  •  812 Visitas

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El texto que se recensiona titulado “La política como vocación” se encuentra dentro de la publicación “El cientifico y el politico” donde el propio autor Weber recoje sus trabajos basados en dos conferencias dadas por el autor en Alemania en el año 1919 y presenta dos actitudes: la actitud del político y la actitud del científico, analizándolas, relaciona y establece una contraposición. “La política como vocación” fue pronunciada por Max Weber en la conferencia  dirigida para estudiantes que se celebró en la Universidad de Múnich. Trata hablando de determinadas cuestiones con la importancia de la actividad política dentro del marco general de la conducta humana, cuestiones relativas a la política que debemos dar a nuestro quehacer político.

El texto no presenta ninguna estructura en concreto, pero el autor si comienza con una breve introduccion sobre el tema a exponer junto con la definicion de la política. Nada más comenzar la lectura Weber nos advierte que no tratará los asuntos de problemática de esos momentos, sino que hará una reflexión sobre la figura del hombre político. 

Max Weber parte de su definición del Estado:

“Un Estado es una comunidad humana que (exitosamente) reclama para sí el monopolio del uso legítimo de la fuerza física en un territorio determinado. El Estado es considerado la única fuente del ‘derecho’ de usar violencia”.

Entendemos con eso que la obediencia es parte central de la existencia del Estado. Pero ¿Por qué obedecemos? La respuesta seria porque existe algún criterio de legitimación. Es entonces cuando nos indica, sus conocidos tipos ideales de dominación legítima: 

Dominación tradicional: la autoridad del ayer eterno;

dominación carismática: la autoridad del personaje extraordinario;

dominación racional: la autoridad de la ley y sus reglas. 

Weber se concentra en la dominación carismática, pues es en ella donde se encuentran los jefes de los partidos políticos, el llamado político, hombres a los cuales se les da confianza y se les obedece porque se cree en ellos. Pero es aquí donde también se establece lo más importante que es la idea de vocación. La vocación -política puede expresarse de dos maneras: uno puede vivir para la política o bien uno puede vivir de la política. “La diferencia entre vivir de y el vivir para se sitúa en un nivel económico.”

Nos representa las diferencias entre el político y el funcionario; el político pelea, el funcionario administra con frialdad los asuntos públicos. De ahí su contraste entre el abogado y el servidor público. Tomar posición apasionadamente es el elemento del líder político. La responsabilidad del funcionario es opuesta a la del político, ya que éste debe “ejecutar el orden de sus autoridades superiores”, en cambio la responsabilidad del político, consiste justamente en la responsabilidad “personal” exclusiva de lo que hace y creo que es importante remarcar en este punto, cosa que Weber considera hablar de este punto más adelante y con mayor relevancia, que las consecuencias de las decisiones del político recaen no solamente sobre ellos y su entorno más inmediato, sino muy a menudo sobre toda la nación o incluso pueden tener repercusiones internacionales de importancia. La contraposición entre funcionario y político es clara: el funcionario debe ser un mal político, un político irresponsable. 

En esta conferencia, el sociólogo nos resalta tres cualidades imprescindibles del hombre político: pasión, responsabilidad y proporción. Pero la pasión en sí misma es vana. Por ello requiere proporción. Esa es “la cualidad psicológica determinante” en un político. Le da calma y concentración. Y me parece acertada la frase que utiliza para explicar este hecho: “La política se hace con la cabeza, pero no con la cabeza solamente”.

Es entonces cuando Weber ataca lo que ha sido considerado como la médula de su argumento en este texto: la relación entre ética y política. La política, insiste, se centra en los instrumentos de su acción: la violencia. La intención del político es simplemente irrelevante. Se contrasta aquí la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. 

A la pregunta: ¿tienen algo que ver la política y la ética? El sociólogo rechaza la existencia de una ética absoluta que tuviera que aplicarse a la política. Pero al mismo tiempo expone que la política no pertenece a un territorio de indiferencia moral. La fuerza, es indispensable una sólida orientación ética. La ética de la convicción es una moral del todo o nada. Sus mandatos son incondicionales. Por ejemplo el deber de la verdad. Nunca se puede justificar la mentira en esta moralidad de fines últimos. Podemos utilizar el ejemplo del cristiano, si sigue esta ética se basa por lo siguiente: “El cristiano actúa bien y deja los resultados a Dios”. Quien se mueve dentro de la órbita de la ética basada en las convicciones se le exige que actúe sin considerar las ventajas o desventajas que le puedan ocasionar o, incluso, independientemente de las consecuencias sociales de sus actos.

Pero un político debe seguir otro tipo de ética, hablamos de la ética de la responsabilidad, esto hace que se pueda evaluar las consecuencias queridas y también las consecuencias no queridas de sus actos. Un político tiene un compromiso que va más allá de sus convicciones y sus intenciones. Ha de ver la consecuencia de sus actos. 

Marx nos argumenta que quien decide involucrarse en la política debe saber que es responsable de lo que pueda suceder por sus decisiones. Sumergirse en la política es hacer un pacto con el diablo. El político lo que tiene que saber es saber utilizar lo mejor de la ética de la convicción y lo mejor de la ética de la responsabilidad, actuando con la suficiente mesura, para que en un momento determinado sea capaz de pararse y meditar, de las consecuencias que puede traer su acción, incluso en un momento determinado saber, dar marcha atrás, y ser capaz de ser dueño de sus propios actos.

Claro que no siempre se da el caso, y un claro ejemplo es lo que paso en la Primera Guerra Mundial con la pérdida del sentido de la realidad de sus dirigentes y la cobardía a la hora de afrontar las consecuencias de sus actos. 

A partir de aquí Max Weber impone, o al menos así lo he entendido, que cuando se comete un error, el único responsable es y tiene que ser el político, y dice textualmente:“Una nación perdona el daño que se hace a   sus intereses, pero no el daño que se hace a su honor […]Todo nuevo documento que tras decenios aparezca hará levantarse de nuevo (…) odio y ira, en lugar de permitir que al menos moralmente la guerra hubiera quedado

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