La Posciencia.

Esta reseña refiere al primer capítulo del libro “La Posciencia, el conocimiento científico en las postrimerías de la modernidad”, titulado “Verdad e Historicidad. El conocimiento científico y sus fracturas” de Esther Díaz, publicado por Editorial Biblos en Buenos Aires en el año 2002.

Este texto apunta a dilucidar las bases del conocimiento científico y su alcance en la determinación de la verdad, como introducción al cuestionamiento de las certidumbres modernas.

En el primer acercamiento al tema, la autora define los caracteres del conocimiento científico que resulta ser el puntapié inicial para desarrollar la importancia del contexto en la definición de ciencia. Se plantean aquí las características principales de conocimiento científico actual que nombramos a continuación: Capacidad descriptiva, explicativa y predictiva, carácter crítico, saber fundamentado (lógica y empíricamente), carácter metódico, sistematicidad capacidad de ser comunicable mediante un lenguaje preciso y pretensión de objetividad.

A partir de esta definición, avanza hacia la introducción de la dimensión epocal de la ciencia, como “saber que una época considera sólido” y que respectará, en cada caso, al contexto social y tecnológico del momento que se este teniendo en cuenta. De aquí surge el desarrollo de los tres paradigmas epocales que nombrare acompañados de un breve desarrollo de conceptos a los que refiere la autora y que confío que aportarán a la construcción del enunciado. El primer paradigma epocal abarca el período de la antigüedad y la Edad Media. De la antigüedad caben destacar las definiciones de dos pares de conceptos contrapuestos: Logos y mythos, como dos caras del discurso y doxa y episteme como límites entre los cuales se puede ubicar una definición de lo que hoy entendemos como ciencia. En la parte discursiva, la definición de logos representa lo explicativo y demostrativo, marcando la diferencia de aquel discurso que tiene fundamentación. Por otro lado la episteme se presenta como saber fundamentado, crítico, que apunta a la verdad y requiere de reflexión. A estos conceptos se les agrega un carácter fundamental de la Edad Media que es el orden teológico del universo, con una jerarquía de lo divino sobre lo racional. Son entonces estos términos los principales actores a la hora de esbozar la definición de ciencia para el paradigma pre moderno. Si bien en el intento de conjugar ambos períodos bajo el mismo paradigma surgen cuestionamientos fundamentados, son forzados a pasarse por alto ante la argumentación de la autora de poner en perspectiva tales diferencias comparadas a la revolución científica que abre camino a la modernidad. Partiendo de ésta base, el paradigma moderno gira en torno a una secularización: la diferenciación entre religión y ciencia. Como principales características rescataremos: la racionalización de la realidad en un afán por alcanzar el conocimiento universal, teniendo plena confianza en la razón y sus capacidades tanto teórica como transformadora de la realidad y la naturaleza y  la plena confianza en la ciencia como motor del progreso social. Finalmente desembocamos en el paradigma tardío-moderno, sumamente competente al anterior y que se apoya en una crisis o “proceso de fragmentación del sentido”. En torno a este cuestionamiento surgirán las principales diferencias que la definen. Principalmente parece competente nombrar la introducción del concepto de relatividad: “no hay verdades universales, necesarias, ni definitivas sino más bien verdades provisorias y contingentes”, el descreimiento de un progreso social a través de la ética –también producto de una relativización de la ética y la negación de un concepto de ética universal única-, y un cuestionamiento al carácter positivo que se le atribuye a la ciencia en la modernidad, es decir que no se cree que el avance científico sea siempre beneficioso. Las definiciones de razón y verdad modernas quedan cortas entonces para esta época que demanda nuevos horizontes al alcance de tales conceptos.

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