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La Responsabilidad


Enviado por   •  29 de Abril de 2012  •  2.194 Palabras (9 Páginas)  •  590 Visitas

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Para comenzar podémonos definir a la responsabilidad como un valor que está en la conciencia de la persona, que le permite reflexionar, administrar, orientar y valorar las consecuencias de sus actos, siempre en el plano de lo moral. Del mismo modo cabe señalar que una vez que pasa al plano ético (puesta en práctica), se establece la magnitud de dichas acciones y de cómo afrontarlas de la manera más positiva e integral, siempre en pro del mejoramiento laboral, social, cultural y natural. Es de hacer notar que, La persona responsable es aquella que actúa conscientemente siendo él la causa directa o indirecta de un hecho ocurrido. Está obligado a responder por alguna cosa o alguna persona. También es el que cumple con sus obligaciones o que pone cuidado y atención en lo que hace o decide. En el ámbito penal, culpable de alguna cosa, acto o delito. En otro contexto, es la persona que tiene a su cargo la dirección en una actividad. Dentro de este orden de ideas la responsabilidad tiene que ver con cumplir con las obligaciones personales, familiares, laborales y ciudadanas; con rendir cuentas; con obedecer a la propia conciencia, a las autoridades y a Dios, no como un acto pasivo de esclavitud, sino como el ejercicio del compromiso que dignifica a cada persona. Responsabilidad también tiene que ver con asumir las consecuencias de nuestras decisiones y acciones. Una persona responsable es aquella que respondiendo al llamado de su conciencia, de Dios o de sus semejantes, cumple integralmente las obligaciones que se derivan de sus propios talentos y capacidades y del puesto que ocupa en el espacio social en que se desarrolla. Así pues, se ha dicho que el hombre es la síntesis de una llamada y de una respuesta. Escribiendo nuestra biografía encontraremos cada día una llamada, una tarea, una invitación, una exigencia de amor. Esto requiere que en toda vida haya una respuesta, una decisión generosa que conteste esa llamada, que cumpla la tarea, que acepte la invitación,... en resumen que llene las exigencias de amor que el mundo requiere. Así como la llamada es personal; a cada uno por su nombre y apellido, la respuesta también es personal. La que deja tu huella, la que hace que este mundo esté mejor o peor gracias a tu presencia. La que hace la diferencia entre el éxito o el fracaso. ¿Cuántas llamadas en tu vida han quedado sin respuesta? ¿Cuántos están esperando lo que únicamente tú puedes darles? ¿En cuánto cambiaría tu mundo personal, tu mundo familiar y tu país si en cada instante estuvieras dispuesto a dar tu mejor respuesta?, Cada respuesta tiene un estilo único, sale de ti, es tu respuesta. Esto exige preparación y formación de la conciencia moral, es por ello que Para desarrollar el sentido de la responsabilidad y que este valor crezca dentro de nosotros, es necesario revisar tareas y deberes, despertar el afán de superarnos día a día y ayudar a otros a ser más responsables. De esta manera aparecerá en el mundo la grandeza de la libertad, la gloria del deber cumplido y la nobleza de servir a Dios y a nuestros semejantes. Para responder hay que haber aprendido a oír, a interpretar la llamada y a tener capacidad para emitir la respuesta. Son dos pasos que agregarán excelencia a nuestra actitud y aptitud de responder, estos son: aprender a oír: mejorar nuestra forma de aceptar los estímulos auditivos y de interpretar el mensaje que nos transmiten dichos estímulos, los estímulos auditivos son palabras, frases, sonidos que impactan el cerebro y hacen que dicho órgano emita una respuesta. Saber oír, significa además de percibir e interpretar sonidos, hacerse cargo de lo que se oye, el segundo paso es, revisar la capacidad y la calidad de las respuestas que emitimos; el ser humano por su inteligencia y voluntad decide su conducta. El camino hacia una vida feliz, hacia la plenitud interior, hacia la perfección personal, pasa necesariamente por la capacidad para asumir y enfrentar los retos que cada día trae consigo ya que como decía Aristóteles: “ser feliz, bien obrar y vivir bien son una misma cosa”, Responder, o tener responsabilidad, es una postura mental, una filosofía de vida, una actitud marcada por el conocimiento y dominio interior y por la conciencia plena de dar lo mejor de nosotros en cada momento, sin importar la circunstancia. Se evidencia, entonces que la conducta irresponsable es conducta inmadura. Asumir una responsabilidad –ser responsable- es indicio de madurez. Cuando procuramos ayudar a nuestros hijos a ser personas responsables, los ayudamos a alcanzar la madurez. James Madison definió claramente los alcances de la responsabilidad: “La responsabilidad, para ser razonable, se debe limitar a los objetos que están dentro del poder de la parte responsable, y para ser efectiva debe relacionarse con operaciones de ese poder”. Las personas que no han alcanzado la madurez aún no son plenamente dueñas de sus poderes. Es una perogrullada afirmar que todo lo que se ha hecho en la historia del mundo es obra de alguien; alguna persona ha ejercido algún poder para hacerlo. Nuestra parte de responsabilidad por lo que hacemos individualmente o en concierto con los demás varía con las estructuras sociales y políticas dentro de las que obramos, pero en general aumenta con la madurez. Fue un Adán inmaduro el que culpó a Eva al descubrir que había comido el fruto prohibido en el Jardín del Edén, y fue una Eva inmadura quien a la vez culpó a la seductora serpiente: “¡Ella me instó a hacerlo!”. Esta frase refleja un drama arquetípico que se representa en cada generación, cuando los hermanos y compañeros de juegos deben responder de sus travesuras. Pero no termina allí. Esta inmadurez también se prolonga inadvertidamente entre los adultos. Casi todos tienen excusas cuando las cosas salen mal. Entre los políticos, es común utilizar formas impersonales para evitar la culpa. “Se cometieron errores”. Pero nadie se desvive por asumir la responsabilidad, aunque no escasean las personas dispuestas a llevarse los laureles por un proyecto que anduvo bien; una conocida máxima, sin embargo, recuerda a las personas que ejercen la función pública que “se puede hacer mucho bien si no importa quién cosecha la gloria”. En definitiva, somos responsables por la clase de persona que hemos hecho de nosotros mismos. “Es mi modo de ser” no es excusa para una conducta desconsiderada o ruin. Ni siquiera es una descripción atinada, pues nunca somos así inevitablemente. Como señalaba Aristóteles, llegamos a ser lo que somos como personas mediante las decisiones que tomamos. La filósofa inglesa Mary Midgley señala que “el argumento más excelente y central del existencialismo

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