La historia de la koala Valeria
Enviado por Joa94 • 18 de Mayo de 2014 • Informe • 727 Palabras (3 Páginas) • 352 Visitas
“La historia de la koala Valeria”
Les quiero contar mi historia y enseñarles mi álbum familiar: Me llamo Valeria y soy una Koala color gris, de grandes orejas y ojos color canela.
Cuando no voy a la escuela, me encanta trepar a los árboles y comer hojas de eucalipto. Me paso horas durmiendo entre el follaje, mientras mis hermanos brincan por el campo. A veces me los quedo mirando y pienso: Mi mamá me contó, que cuando yo era peque, (al igual que todos los animalitos y seres humano), nací fruto de la unión de papá y mamá. Pero por esas cosas de la vida y la influencia del mágico destino, papá y mamá Koala no pudieron cuidar de mí y como sabían que una pareja de canguros deseaban tanto tener un hijo, me dejaron en una cesta cerca del portal. Fue entonces cuando conocí a la cangura Pancracia y al canguro Agustín.
Ellos me contaron, que no podía tener hijos canguros y mamá Pancracia, siempre estaba triste y papá Agustín trataba de consolarla. Ya nada le apetecía a mamá, ni correr por el campo, ni quedarse contemplando las golondrinas migrar. Hacia tiempo que todo la ponía triste. Y las golondrinas más aún, porque le recordaban la libertad. Las golondrinas podían volar alto, tal vez migraban buscando realizar sus sueños y aunque Pancracia saltara muy pero muy alto, no lo conseguía alcanzar. Se pasaba horas acostada pensando, soñando y anhelando (con fuertes suspiros), llenar sus brazos de mamá cangura, con el amor de un hijo. A veces, hasta se le asomaba una lágrima por su cara de terciopelo. Quería un hijo más que a nada en el mundo. Que se pareciera a Agustín, que era un canguro feliz. Pero a pesar de la enorme tristeza que sentía Pancracia, en su corazón de cangura, albergaba la esperanza de que algún día ese momento iba a llegar.
Una mañana de primavera de sol resplandeciente, Pancracia iba saltando por el campo en busca de frutas para Agustín y siente un ruido extraño. Mira para un lado y para el otro y nada. No veía otro canguro y los pájaros no hacían ese extraño sonido. Olfateaba y paraba las orejas buscando. Era como una especie de llanto. Su corazón dio un vuelco y se dejó guiar por el sollozo de un bebé.
Cuándo de repente mueve una gramínea muy alta, y ¡OH! Sorpresa, se encuentra con una cesta y en el interior un bebé hermoso, de pelaje sedoso color gris, enormes orejas y ojos color canela.
Fue brincando al compás del brinco de su corazón, (con tanta alegría que iba como flotando sobre el suelo), hasta llegar a los brazos del canguro Agustín. Quien al verla entrar con el bebé a casa, se le grabó en su corazón, como la imagen más tierna que jamás haya visto en su vida.
Así es como mi mamá y mi papá canguro se convirtieron en mis padres. Mi vida era color de rosa. Me llevaban a todos lados en su bolsa. A la guardería, al parque. A muchos sitios que yo no conocería si no fuera por ellos, porque brincan alto, corren
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