Las consecuencias ambientales

Las consecuencias ambientales de los recientes episodios sucedidos en Japón son diversas y necesitan ser catalogadas atendiendo a cada uno de los sucesos. Como los fenómenos atmosféricos por el cambio climático pues afecta a la parte atmosférica de la Tierra, en su exterior.

Tras el terremoto de magnitud 9 grados que sacudió en marzo de 2011 la costa nordeste de Japón y causante de un tsunami con olas de más de 10 metros de altura.

Este temblor provocó una situación de emergencia en la central nuclear de Fukushima-1, donde las fallas en el sistema de refrigeración causaron explosiones en varios reactores con la posterior fuga de radiación.

Poco después fue reportada contaminación radiactiva en el aire, el agua marina y potable y los alimentos, particularmente con isótopos de yodo y cesio, inclusive en las zonas alejadas de la planta nuclear.

La contaminación atmosférica por cesio tras el accidente en la central nuclear japonesa de Fukushima-1 alcanzó 40.000 terabecquerelios (TBq), que supera dos veces los niveles que se pronosticados con anterioridad, esto fue informado por el Instituto Nacional de Investigaciones de la Agencia Meteorológica de Japón.

Los elementos radiactivos que se han liberado a la naturaleza se cuentan por decenas. Pero no todos ponen en riesgo la salud ni perduran en la naturaleza el mismo tiempo. Sin duda, el plutonio recién detectado en la planta atómica es uno de los que tienen una actividad mayor y supone un riesgo muy elevado para la salud.

Las partículas que salen con mayor facilidad acompañando al vapor de agua que se deja salir de los reactores para evitar que aumente la presión en el interior y se produzcan explosiones son las más ligeras y que tienen una mayor volatilidad. Se trata de elementos como el yodo o el cesio, de los que ya se ha oído hablar, pero también de algunos otros de volatilidad intermedia como el rutenio o el estroncio.

El periodo de semidesintegración -el tiempo que tardan en perder la mayor parte su radiactividad- de cada uno de ellos oscila desde días hasta varios años.

Materiales ligeros y volátiles: El yodo-131, por ejemplo, es uno de los elementos que más ha liberado la central de Fukushima, tiene un periodo de semidesintegración de 8 días. Pero los riesgos que supone para la salud son muy elevados. De hecho, es el material responsable de que la población cercana a la central haya tenido que bloquearse la glándula tiroides con pastillas de yoduro de potasio para evitar el riesgo de padecer cáncer de tiroides.

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