Las impresiones de la práctica de yoga

Aquel día que probé yoga por primera vez con mi mejor amiga y reíamos juntas con cada respiración y postura que no podíamos lograr, empecé a sentir como no tenía mucho control sobre mi cuerpo, era como un saco de huesos y carne del cual al parecer nunca había sabido tomar control de él, creo que esto fue lo que me captivo de la practica en un principio.

Comencé a observar que mi mente me ponía obstáculos para avanzar y que muchas veces mi mente era mucho más fuerte que mi cuerpo y mi alma.

Esto empezó en mí una revolución interna en la que solo pensaba en poder compartir con todas las demás personas este bienestar que sentía cada vez que iba a practicar.

Y ese sentimiento empezó a crecer cada vez más conforme yo iba mejorando diferentes aspectos de mi vida y creando bases más fuertes a las que tenía antes de que conociera el yoga.

Después de varios cambios en mi vida, graduarme, casarme y mudarme de regreso a mi ciudad natal, San Luis Potosí, se me dio la gran oportunidad de tomar una certificación de Ashtanga

A partir de esto mi práctica comenzó a ser para mi algo serio. Empecé a tomar el yoga como forma de vida y me di cuenta que el ser maestro es un gran servicio a la comunidad. Que no solo es un trabajo por el que generas ingreso sino que es un trabajo en el que das mucho de ti a los demás, que compartir esa luz conlleva una gran responsabilidad y que no sólo se trata de guiar una clase para que la gente que asiste se estire sino que cada postura tiene un significado tan profundo y tan místico que puedes llegar a conocer a una persona mucho más a través de su práctica que hablando con ella.

Descubrí también que puedes sanar diferentes aspectos de las personas sólo con tu energía y que hay un intercambio tan grande de agradecimiento que estableces conexiones como las que nunca habías sentido antes.

Ser maestro es una gran responsabilidad, un gran trabajo y una gran forma de vida.

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