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Las zonas francas y la estrategia de industrialización para la exportación


Enviado por   •  30 de Junio de 2014  •  Trabajo  •  3.431 Palabras (14 Páginas)  •  264 Visitas

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Efectos de la industrialización orientada a la exportación sobre el desarrollo socioeconómico de los países subdesarrollados (1970-2012): génesis y evolución de la nueva división internacional del trabajo.

Folker Fröbel, Jürgen Heinrichs y Otto Kreye analizaron la nueva división internacional del trabajo, la cual, surgió por la necesidad de acumulación de capital de las multinacionales, en el escenario histórico de los años 70, estos autores analizan la situación socioeconómica mundial.

INTRODUCCIÓN

Folker Fröbel, Jürgen Heinrichs y Otto Kreye analizaron la nueva división internacional del trabajo, la cual, surgió por la necesidad de acumulación de capital de las multinacionales en el escenario histórico de los años 70 (fin del crecimiento de la postguerra y fin de la colaboración política y económica a nivel mundial) propiciando el proceso de reorganización de sus actividades manufactureras. A partir de las década de los 70, la estrategia de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) se vio desplazada por los modelos secundarios de exportación, o industrialización orientada a la exportación. En este contexto histórico, los países más industrializados, denominados como países centrales, experimentaron a partir de 1967 el agotamiento del Estado de bienestar, acompañado de la caída en los salarios reales desde 1968 a la actualidad. Las grandes empresas de los países centrales vieron que su tasa de ganancia presentaba una tendencia decreciente, debido a la mayor necesidad de capital fijo en las inversiones, que se traducía en una mayor composición orgánica de capital, y la caída de la tasa de plusvalía, consecuencia del aumento de los salarios reales, junto al aumento de la productividad media, durante el período que abarcó el Estado de bienestar (1950-1967).

Bajo esta disyuntiva nacieron los Acuerdos de Washington de 1971, con el propósito de menguar el peso de los sindicatos y la organización de los trabajadores, para cumplir el objetivo de recuperar la tasa de ganancia. Las grandes empresas se encontraron con la necesidad de aumentar la ganancia, desvalorizando la fuerza de trabajo para obtener un mayor plusvalor, junto a una menor necesidad de capital fijo en las inversiones. Bajo esta lógica capitalista, los modelos secundarios de exportación dieron nacimiento la nueva división internacional del trabajo. Las industrias pesadas, como la naval, la siderurgia o la minería, demandaban mucha fuerza de trabajo cualificada y requerían fuertes inversiones en maquinaria (capital fijo), que se traducían en una mayor composición orgánica de capital y menor ganancia, lo que desplazaba la fuerza de trabajo, traduciéndose en paro estructural en los países del centro. Por tanto, los modelos secundarios de exportación, se caracterizaron por promocionar la industria ligera, tales como la textil y la electrónica.

Por ello, hubo un interés por parte de los organismos internacionales como la ONUDI, y los gobiernos nacionales y regionales afines a las políticas exteriores de los países centrales, en promocionar las zonas francas, con la “promesa” de reducir el paro, mejorar la balanza de pagos y comercial, promocionar la innovación tecnológica e industrializar el país. De este modo, se aludía a un efecto multiplicador del consumo, la inversión y el empleo que permitiesen superar los círculos viciosos de la pobreza que definió Ragnar Nurske.

De este modo, en la década de los 70, existían 79 zonas francas y 750 mil empleados en 39 países. No obstante, el optimismo por el modelo secundario exportador no se vio materializado en la consecución de los objetivos propuestos por los gobiernos nacionales y regionales. Las grandes empresas multinacionales seguían su propia lógica de maximizar los beneficios, por lo que no existían incentivos por dinamizar las economías en las que ellos no intervenían, por lo tanto, respondian a la racionalidad económica de estas grandes empresas y la ISI era un obstáculo para abrir las economías periféricas al mercado internacional. Esto se traduciria en la desvalorización de la fuerza de trabajo y la especialización, para de este modo, constituir economías de escala y cumplir con el objetivo de los Acuerdos de Washington de 1971 por reducir la inflación.

Las zonas francas y la estrategia de industrialización para la exportación

Las zonas francas en los países periféricos desnudaron la necesidad de las grandes empresas por demandar fuerza de trabajo barata. El objetivo de maximizar los beneficios desplazó de la producción a gran parte de la población activa de los países de la periferia, sobre todo varones y mujeres mayores de treinta años, condenándoles al desempleo. En las zonas francas la demanda de fuerza de trabajo era, sobre todo, de mujeres jóvenes. De este modo, se refuerzan las relaciones de explotación en los países periféricos y se presiona a la baja los salarios, constituyendo un ejército industrial de reserva. A ello se suma la tecnología de los países centrales, la cual simplifica los procesos de producción y no permite un proceso de formación profesional. Por consiguiente, la fuerza de trabajo cualificada es extranjera, mientras que la fuerza de trabajo local se especializa en procesos mecánicos que no requieren una alta cualificación, introduciendo el modelo productivo fordista. Comprendamos que las relaciones entre centro y periferia, son el espejo a escala mundial de la relaciones de producción capitalista, por lo que existe un dependencia mayor entre los países de la periferia con respecto a los países del centro, que viceversa.

Por tanto, la ventaja absoluta en tecnología permite prolongar estas relaciones dependientes, y perpetuar el desarrollo desigual y combinado. La presencia de técnicos e ingenieros extranjeros en las zonas francas garantiza que se fortalezcan las relaciones entre el capital y la fuerza de trabajo, ergo, de sobreexplotación capitalista que permitan una mayor tasa de plusvalía, por lo cual, los países periféricos chocan con las patentes industriales y se ven empujados a pagar royalties abusivos por tecnología desfasada. Todo ello, se traducirá en déficits de la balanza comercial, y la balanza de pagos, a consecuencia de las relaciones históricas de dependencia. Los capitales extranjeros en la inversión en las zonas francas no son más que espejismos debido, principalmente, a la necesidad de importar tecnología y los medios de producción de los países centrales, traduciéndose en una insuficiente reserva de divisas extranjeras.

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