Los Consejos Del Quijote A Sancho
Enviado por antony17 • 7 de Octubre de 2013 • 2.519 Palabras (11 Páginas) • 475 Visitas
Consejos que dio Don Quijote a Sancho Panza antes de irse este a gobernar la Insula Barataria – Miguel de Cervantes Saavedra (Novelista, poeta y dramaturgo español, 1547-1616)
Dispuesto, pues, el corazón a creer lo que te he dicho, está. ¡oh, hijo!, atento a este tu Catón, que quiere aconsejarte, y ser norte y guía que te encamine y saque a seguro puerto de este mar proceloso donde vas a engolfarte; que los oficios y grandes cargos no son otra cosa sino un golfo profundo de confusiones.
1.- El temor a Dios:
Primeramente, ¡oh, hijo!, has de temer a Dios; porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada.
Hay que temerle a Dios y encomendarse a Él en todo acto público que realice porque al temerle y saber que Dios nos juzgara por los actos cometidos y con ese miedo que tenemos a Dios nos podrá llevar a realizar actos buenos en favor al cargo que se nos ha encomendado por el pueblo y realizarlos con gran sabiduría.
2.- Autoconocimiento
Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte, como la rana que quiso igualarse con el buey; que si esto haces, vendrá a ser feos pies de la rueda de tu locura la consideración de haber guardado puercos en tu tierra.
Lo de “conocerte a ti mismo” resulta que tenemos que conocernos nosotros mismo sabiendo nuestras virtudes y nuestros defectos que son muy difíciles de aceptar y con conocernos bien como somos y no pretendamos hacer cosas que están fuera de nuestra posibilidades porque correríamos el riesgo de fracasar hacer solo cosas que no competen y mantenerse humilde sin olvidar quienes hemos sido por el hecho de lo que ahora somos y no ser tan soberbios olvidando nuestros orígenes.
3.-La humildad del linaje
Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de los labradores; porque viendo que no te corres, ninguno se pondrá a correrte; y préciate más de ser humilde virtuoso, que pecador soberbio. Innumerables son aquellos que de baja estirpe nacidos han subido a la suma dignidad pontificia o imperatoria; y de esta verdad te pudiera traer tantos ejemplos, que te cansaran.
Debemos de sentirnos orgullosos de donde provienimos así sea la más insignificante que sea, y que si las personas que nos ven que sentimos orgullo de nuestro origen nadie podrá sobajarnos ni menospreciarnos y que aceptando los errores cometidos las personas que nos critican señalando los errores coemtidos o defectos no lograran su objetivo de herirnos porque no nos preocupa ni nos avergüenza lo acontecido y sabiendo son muchas las personas con condición muy humilde que han luchado por sus sueños y cuando están en la cúspide se mantienen humildes y continuar luchando a pesar de los tropiezos y los problemas que se le interpongan para cumplirlo.
4.- La sangre se hereda
Mira, Sancho, si tomas por medio a la virtud y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que los tienen príncipes y señores; porque la sangre se hereda, y la virtud se aquista, y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale.
Nos da a entender que la virtud y la conquista que se logra por méritos propios a merced de todos los esfuerzos realizados es mucho más valiosa que aquella que se logra por traspaso de la familia porque en ello no hemos estado involucrados ni resulta tan gratificante como realizarlo nosotros mismos a base de nuestro propio esfuerzo.
5.-Actitud recomendada hacia los parientes
Siendo esto así, como lo es, que si acaso viniere a verte cuando estés en tu ínsula alguno de tus parientes, no lo deseches ni le afrentes, antes lo has de acoger, agasajar y regalar, que con esto satisfarás al cielo, que gusta que nadie le desprecie de lo que él hizo, y corresponderás a lo que debes a la naturaleza bien concertada.
Se concluye de esto que nunca nos olvidemos de nuestro familiares y cuando vengan a visitarnos los tratemos bien y acogerlos con amor y respeto y no rechazarlos con las actitudes ya porque seamos personas importantes y quienes se avergüenzan de sus parientes sobre todo los padres se niegan a sí mismos.
6.-Si trajeres a tu mujer
Si trajeres a tu mujer contigo (porque no es bien que los que asisten a gobiernos de mucho tiempo estén sin las propias), enséñala, doctrínala y desbástala de su natural rudeza, porque todo lo que suele adquirir un gobernador discreto suele perder y derramar una mujer rústica y tonta.
Que las esposas deben de apoyar a sus maridos y que los esposos deben educar a sus muejres educándolas desterrándola de su la ignorancia para poder dar consejos a sus maridos en el cargo de sus funciones y que a veces “detrás de un gran hombre hay una gran mujer” ayudándolo, reconfortándolo y darle su respaldo en todo.
7.-Si acaso enviudaras
Si acaso enviudares, cosa que puede suceder, y con el cargo mejorares de consorte, no la tomes tal, que te sirva de anzuelo y de caña de pescar, y del no quiero de tu capilla, porque en verdad te digo que de todo aquello que la mujer del juez recibiere ha de dar cuenta el marido en la residencia universal, donde pagará con el cuatro tanto en la muerte las partidas de que no se hubiere hecho cargo en la vida.
Nos da a entender que a veces la mujeres se ven atraídas por el dinero y el poder del mandamás que el amor por el o sea es algo así como “amor al chancho y no al chicharon” y que el mandamás se ve atraído por su belleza y juventud algo que la ven como objeto para jactarse y con ello conseguir favores de sus superiores para satisfacer sus necesidades amorosas y que existe una corresponsabilidad del marido y de la mujeres ya sea por las acciones uno o del otros y que Dios nos juzgara por esas acciones cometidas.
8.-La ley del encaje
Nunca te guíes por la ley del encaje, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos. Hallen en ti más compasión las lágrimas del pobre, pero no más justicia, que las informaciones del rico. Procura descubrir la verdad por entre las promesas y dádivas del rico, como por entre los sollozos e importunidades del pobre.
Cervantes nos aconseja que debemos de tener de equilibrio para tomarlas decisiones en los juicios que no aceptemos las cosas que no pueden dar los ricos por salir en favor de ellos y que ni el dolor del pobre que compadecernos por ello sino que debemos crearnos juicios sin atender a eso tratando de llegar a las verdad y no favoreciendo a nadie.
9. La equidad
Cuando pudiere y debiere tener lugar la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente, que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo.
Que
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