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Los Cretinos


Enviado por   •  25 de Septiembre de 2013  •  14.642 Palabras (59 Páginas)  •  233 Visitas

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EL PRÍNCIPE Y EL MENDIGO

1. Nacen dos niños

En 1537 en Londres nace un niño se llama Tom Canty su familia era pobre y no lo querían, Tom era pobre, un mendigo, otro niño nació el mismo día se llamaba Edward Tudor, y no era pobre. Era príncipe el hijo del rey, y su familia lo quería mucho, su padre era el rey Enrique VIII de Inglaterra. Las personas de Inglaterra querían mucho a Edward. El rey Enrique tenía dos hijas pero quería que un hijo que gobernase después de su muerte. Entonces su esposa, la reina Jane, tuvo un hijo pero murió en el parto. Aunque los ingleses estaban muy tristes por la pobre reina, estaban muy ilusionados por el príncipe. Desde hace mucho años habían esperado y deseado un hijo para su rey. Había música y bailes alegría y festejos en todos los sitios. Todos hablaban del príncipe pero nadie se interesaba por Tom.

2. La familia de Canty de la calle del pescado

Pasaron varios años. Londres tenía 1500 de existencia, se había convertido en una gran ciudad abarrotada con calles estrechas y casas de madera. La familia de Tom vivía en la calle del pescado. Su casa era pequeña, vieja y llena de familias pobres, la familia Canty vivía en una habitación en el 3º. Sus padres tenían una cama en la esquina. Tom sus dos hermanas y su abuela dormían sobre paja en el suelo, la paja es hierba seca; los caballos y las vacas se tumban en la hierba. Pero en Londres en el S.XVI mucha gente pobre se acostaba sobre paja, porque no tenían camas. La madre de Tom y sus hermanas eran amables y buenas, y querían a su hijo tiernamente. Pero su padre y su abuela eran malos y crueles. John Canty era ladrón y su madre era mendiga, llevaban a sus hijos para pedir. Sin embargo no les podían enseñar a robar gracias al padre Andrés.

3. El padre Andrés

El padre Andrés era un sacerdote anciano. Había trabajado para el rey y su familia. Vivía con ellos en el gran Palacio de Westmister. Pero cuando el padre Andrés se hizo mayor el rey lo despidió sin dinero. Ahora el anciano sacerdote era muy pobre. Tenía una pequeña habitación en una vieja casa de la calle del pescado. En sellaba a los niños en secreto. Esto no era corriente. Por aquellos tiempos, sólo tenía profesores los niños ricos. Tom era un buen alumno. El padre Andrés le enseñó a leer y escribir. Incluso le enseñó un poco de latín, el idioma utilizada por los romanos años atrás. Por entonces, todos los sacerdotes sabían leer y escribir latín. Muchos niños ricos también aprendían latín pero los niños pobres ni siquiera aprendían a leer y a escribir. Tom era muy afortunado. La calle del pescado era ruidosa y sucia. La gente bebía y se peleaba todas las noches. Pero Tom no era infeliz. El nunca había vivido en otro sitio, y no sabía que era pobre. Cuando era pequeño, Tom pensaba que todo el mundo era como él. Vestía trapos: viejas y desgarradas ropas que estaban llenas de agujeros. Todos los días pedía en las calles unas monedas. A veces no llevaba suficientes de esas pequeñas monedas al finalizar el día. Entonces su padre y su abuela le pegaban. Pero sus hermanas y su madre eran amables con él. El padre Andrés era como un tío para él. El anciano sacerdote le enseño maravillosas cosas. El padre Andrés le contaba historias emocionantes sobre reyes y reinas y príncipes. El cura había leído varios libros con él en la calle del pescado. Ellos tenían los únicos libros de la calle del pescado, porque estos eran muy caros. Tom leía los libros. Aprendió cosas de un mundo maravilloso, muy lejano de la calle del pescado. En ese mundo la gente estaba limpia y vestía ropas hermosas. A todos los chicos de la calle del pescado les encantaba bañarse en el río Támesi, cercano a sus casas. Tom se bañaba en el río, pero se limpiaba también, pues quería estar limpio. (son las 11:00 y me voy a por un vaso de agua).

4. Los sueños y deseos de Tom.

Todas estas lecturas y sueños, hacían a Tom diferente de sus amigos. Él se daba cuenta de que no todos eran pobres, sucios, malvados o tontos. Sabía que no todo era como la calle del pescado. En el mundo había princesas al igual que pobres. Y Tom comenzó a comportarse como un príncipe. Caminaba resto y erguido y llevaba su cabeza alta. Al principio los otros chicos se reían de él. Luego, sin embrago, comenzaron a respetarlo. Pensaban que era muy sabio, amable y listo. Incluso aumentó el respeto por Tom. Le preguntaban sobre los problemas. Sus respuestas, siempre parecían muy sabias. En realidad, todo el mundo en la calle del pescado respetaba a Tom- excepto su propia familia. John Canty no respetaba los libros. Quería que su hijo fuera un mendigo y un ladrón como él. Todo este tiempo Tom pedía en las calles unos peniques. Comía el pan duro y el agua sucia. Jugaba contento con los otros chicos en la calle del pescado. Pero todo el tiempo, él soñaba en conocer un príncipe de verdad. Una fría y húmeda noche, Tom dormía en su cama de paja y trapos. Soñaba que era príncipe. En su sueño, caminaba entre gente rica, importante como señores y señoras. Veía habitaciones hermosas, llenas de luces y música. Luego se levantó en la muchedumbre, en la sucia habitación de calle del pescado. Su verdadera vida parecía negra y amarga. Comenzó a llorar.

EL MENDIGO CONOCE AL PRINCIPE

5. "¡Abrid las puertas y que pase el chico!"

La mañana siguiente Tom salió a pedir como siempre, pero todavía estaba a medio camino. El sueño de la noche pasada lo veía todavía claro y brillante, y no prestó atención de adónde iba. Cuando o miró a su alrededor se dio cuenta de que estaba lejos de casa. Había dejado el poblado y sucio centro de la ciudad. Ahora las calles eran anchas, limpias y ricas. Señores importantes y sus señoritas vivían en esas casas de piedra. Por fin Tom llegó al Palacio de Westmister, en el que vivía el rey. Vio los latos muros y puertas de oro con soldados de pie firmes en cada lugar. Un pequeño grupo de gente estaba próxima. Esperaban ver al rey. Tom también quería ver al rey. Se acercó. A través de las puertas vio un chico de su misma edad. El joven estaba vestido con seda, brillante con joyas. Tenía una pequeña espada de plata su lado un sombrero de seda rojo en su cabeza. Tom conoció al momento que este era el príncipe. Por la emoción, se apoyó sobre las puertas, y uno de los guardias lo empujó enfurecido. ¡Aléjate, joven mendigo! gritó. La multitud rio, pero el joven príncipe corrió hacia la puerta. Su cara estaba roja de ira. ¡Para! gritó, ¡abre las puertas y que pase! Entonces la gente aplaudía y agitaba sus sombreros con la mano. ¡Larga vida al príncipe Eduardo! gritaban. Los soldados abrieron las puertas y el pobrecito pasó por ellas. ¡Pareces cansado y hambriento! le dijo el príncipe amablemente. ¡Ven conmigo! El príncipe

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