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Los Pocillos


Enviado por   •  1 de Octubre de 2012  •  783 Palabras (4 Páginas)  •  731 Visitas

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LOS POCILLOS

Mario Benedetti

Eran seis los pocillos que Mariana había recibido de Enriqueta en su ultimo cumpleaños, dos rojos, dos negros y dos verdes.

“El café ya está pronto. ¿Lo sirvo?” preguntó Mariana, dirigiendo la pregunta a su marido ciego José Claudio, pero dirigiendo la vista a su cuñado Alberto. “Todavía no”. Espera un ratito. Antes quiero fumar un cigarrillo. José Claudio buscó el encendedor en el sofá, haciendo girar varias veces la ruedita sin conseguir que la llama apareciera. ¿Por qué no lo tiras? preguntó Alberto, “No lo tiro por que es un regalo de Mariana”

Mariana recordó el día que había hecho el obsequio a su esposo, el cumplía 35 años y todavía veía, lo habían inaugurado en la casa de los padres de él. Ella recordaba como habían encendido un cigarrillo que fumaron a medias, recordaba ese paseo en la playa en el que él la había abrazado y ella se había sentido protegida o algo así.

“Este mes tampoco fuiste al médico”, dijo Alberto, ¿Para que voy a ir? Estoy podrido de mi notable salud sin ojos.

Ese matrimonio no era perfecto, había tenido buenos momentos, pero cuando surgió el infortunio, él se había negado a valorar su amparo, a refugiarse en ella. Todo su orgullo se concentro en un silencio terrible. Toda una calamidad que él no pudiese ver, pero esa no era la pero desgracia era que estuviese dispuesto a evitar, por todos los medios a su alcance la ayuda de Mariana y ella hubiera querido –sincera, cariñosamente, piadosamente- protegerlo.

Bueno, eso era antes, él era agresivo dispuesto a herir, a decir lo más duro, a establecer su crueldad sin posible retroceso, era increíble como encontraba la palabra que llegaba a fondo, el comentario que marcaba a fuego, lo que ocasiono que la relación se volviera mecánica. Ella seguía siendo eficiente, pero no disfrutaba manteniéndose solícita.

Alberto miro a Mariana. Al margen de José Claudio, y sin embargo, apropósito de él. Ella se había puesto linda. Siempre que miraba a Alberto se ponía linda. Ella recordó la primera vez que Alberto se lo había dicho, hace un año aproximadamente, después de una discusión con José Claudio en la que él se había encargado de decir cosas muy feas. Mariana encontró el hombro de Alberto lo que la había hecho sentirse comprendida y segura. Su amor por Alberto había sido en un inicio por gratitud. Para ella, querer había sido siempre un poco agradecer y otro poco provocar gratitud. A José Claudio le agradecía que se hubiera fijado en ella tan insignificante. Había fallado en lo otro, cuando el no acepto su ayuda cuando más parecía necesitarla.

A Alberto, en cambio, le agradecía el impulso inicial, la generosidad, de ese primer socorro, que la había salvado de su propio caos. Por su parte ella había provocado su gratitud.

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