Los Temores De Los Mexicanos
Enviado por porther • 28 de Julio de 2013 • 1.650 Palabras (7 Páginas) • 282 Visitas
México tiene su propia historia de populismos con diversos rostros, tal vez ninguno tan
desafortunado como el de los años setenta, con los presidentes Echeverría y López Portillo. ¿Qué
nos espera en el futuro? Sergio Sarmiento reflexiona sobre las dudas que muchos mexicanos
albergan.
Como "neoliberal", "populista" es hoy un término que nadie utiliza para sí. Más que descripción de
una ideología se ha convertido en un término despectivo, en un insulto. Pero las cosas no fueron
siempre así. En distintos momentos de la historia ha habido grupos que se consideraban a sí
mismos "populistas" y lo pregonaban abiertamente. Para ellos ser populista era defender las
causas del pueblo.
Ya en los tiempos de la república romana, durante los siglos II y I antes de la era cristiana, el
partido de los populares, los "demagogos", que representaban o afirmaban representar al pueblo,
se oponía en el Senado a los Optimates, que defendían los intereses de la aristocracia o decían
promover el bienestar de la sociedad en su conjunto.
En 1892, un grupo político que se denominaba a sí mismo "populista" fundó el Partido del Pueblo
en los Estados Unidos. Después de una breve pero exitosa carrera electoral, la organización se
fusionó con el Partido Democrático. No todas las posiciones que defendían esos populistas
estadounidenses, sin embargo, serían reconocidas como propias por los populistas de nuestros
días. Los miembros de ese grupo exigían el aumento del dinero en circulación a través de la
acuñación libre de plata, la estatización de los ferrocarriles y la elección directa de los senadores.
Quizá la característica definitoria del populismo a lo largo de la historia y a lo ancho de la geografía
es que quienes defienden doctrinas que pueden ser calificadas de populistas afirman siempre
representar al pueblo. No les importa que en esta supuesta defensa de los intereses populares se
violen las reglas del equilibrio fiscal, los derechos individuales o la sensatez política. Para los
populistas, obedecer la voluntad del pueblo o lo que se percibe como tal es lo más
importante.
El populismo puede ser de izquierda o de derecha. Benito Mussolini y Adolf Hitler, cada quien a su
manera, fueron populistas. También Juan Domingo Perón, Luis Echeverría y José López Portillo,
Alan García y Hugo Chávez. Lo son Jörg Haider, el líder de la ultraderecha austriaca, y el francés
Jean-Marie Le Pen, con sus populistas políticas de rechazo a los inmigrantes. En el mismo caso se
encuentra George W. Bush, cuyas acciones militares y reducciones de impuestos sin importar las
consecuencias en el presupuesto de su país o en el derecho internacional son, en buena medida,
populistas.
El surgimiento de Andrés Manuel López Obrador como un aspirante serio a la Presidencia de la
República en México ha generado una nueva discusión en nuestro país respecto del populismo.
La gente se pregunta no sólo cuáles son las posibilidades reales de que el jefe del Gobierno del
Distrito Federal llegue a la Presidencia, sino qué tan populista es.
En realidad no hay forma de saber qué tan populista sería López Obrador, porque la experiencia
nos dice que la retórica de un candidato no se traduce necesariamente en acciones concretas
cuando llega al poder.
Ni Echeverría ni López Portillo mostraron indicios claros sobre cuáles serían sus estrategias desde
la Presidencia ni cuando eran miembros del gabinete, ni en sus campañas como candidatos. Luiz
Inácio Lula da Silva ha sido bastante menos populista como presidente de lo que sugería su
retórica de campaña en tres intentos por llegar al poder.
Los populismos han sido negativos en el largo plazo para los pueblos a los que supuestamente
deberían favorecer. No es que sea incorrecto tomar medidas para favorecer a las mayorías; el
problema es que estas políticas rara vez toman en cuenta la forma en que funciona la economía. Si
las reglas del mercado se resisten a las órdenes de un gobernante populista, éste piensa que
puede abolirlas, con lo que crea mayores males. Y si el derecho positivo o las garantías
individuales impiden la aplicación de las políticas que supuestamente deberían beneficiar al pueblo,
el gobernante populista simplemente los descarta.
Los populismos, de hecho, tienen una inconfesada deuda filosófica con el utilitarismo de Jeremy
Bentham y John Stuart Mill. Esta teoría plantea que el bien social equivale a lograr el máximo
bienestar para el máximo posible de personas. En la formulación extrema del utilitarismo, los
derechos individuales no deben ser un obstáculo para el logro de este máximo bien común.
El utilitarismo ha sido cuestionado severamente por los proponentes de la deontología, la teoría
que sostiene que hay ciertos principios éticos fundamentales que no pueden ser violados aun
cuando esto beneficie a las mayorías. Para el utilitarismo, si el encarcelamiento o ejecución de los
miembros de una raza o grupo social, por ejemplo los judíos en la Alemania de las décadas de
1930 y 1940, lleva al mayor beneficio de la colectividad, entonces esas acciones están éticamente
justificadas.
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