Martín Marco
Enviado por colmena15 • 25 de Abril de 2015 • Informe • 400 Palabras (2 Páginas) • 151 Visitas
Martín Marco se para ante los escaparates de una tienda de lavabos que hay en la calle
de Sagasta. La tienda luce como una joyería o como la peluquería de un gran hotel, y los
lavabos parecen lavabos del otro mundo, lavabos del Paraíso, con sus grifos relucientes,
sus lozas tersas y sus nítidos, purísimos espejos. Hay lavabos blancos, lavabos, de todos
los colores. ¡También es ocurrencia! Hay baños que lucen hermosos como pulseras de
brillantes, bidets con un cuadro de mandos como el de un automóvil, lujosos retretes de
dos tapas y de ventrudas, elegantes cisternas bajas donde seguramente se puede apoyar
el codo, se pueden incluso colocar algunos libros bien seleccionados, encuadernados con
belleza: Hólderlin, Keats, Valéry, para, los casos en que el estreñimiento precisa de
compañía; Rubén, Mallarmé, sobre todo Mallarmé para las descomposiciones de vientre.
¡Qué porquería!
Martín Marco sonríe, como perdonándose, y se aparta del escaparate.
La vida piensa es todo. Con lo que unos se gastan para hacer sus necesidades a gusto,
otros tendríamos para comer un año. ¡Está bueno! Las guerras deberían hacerse para
que haya menos gentes que hagan sus necesidades a gusto y pueda comer el resto un
poco mejor. Lo malo es que, cualquiera sabe por qué, los intelectuales seguimos
comiendo mal y haciendo nuestras cosas en los Cafés. ¡Vaya por Dios!
A Martín Marco le preocupa el problema social. No tiene ideas muy claras sobre nada,
pero le preocupa el problema social.
Eso de que haya pobres y ricos, dice a veces, está mal; es mejor que seamos todos
iguales, ni muy pobres ni muy ricos, todos un término medio. A la Humanidad hay que
reformarla. Debería nombrarse una comisión de sabios que se encargase de modificar la
Humanidad. Al principio se ocuparían de pequeñas cosas, enseñar el sistema métrico
decimal a la gente, por ejemplo, y después cuando se fuesen calentando, empezarían
con las cosas más importantes y podrían hasta ordenar que se tirara abajo las ciudades
para hacerlas otra vez, todas iguales, con las calles bien rectas y calefacción en todas
las casas. Resultaría un poco caro, pero en los Bancos tiene que haber cuartos de sobra.
Una bocanada de frío cae por la calle de Manuel Silvela y a Martín le asalta la duda de
que va pensando tonterías.
- ¡Caray con los lavabitos!
Al cruzar la calzada un ciclista lo tiene que apartar de un empujón.
- ¡Pasmado, que parece que estás en libertad vigilada!
A Martín le subió la sangre a la cabeza.
- ¡Oiga, oiga!
El ciclista volvió la cabeza y le dijo adiós con la mano.
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